Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 20 febrero, 2008
Siempre he sido un admirador del juego de Steven Gerrard, capitán, emblema, ídolo y símbolo del Liverpool de Inglaterra.
Una vez cayó en mis manos una revista deportiva española que por casualidad traía un reportaje de fondo sobre la vida de Gerrard fuera de las canchas y nos presentó a un hombre común y corriente, que vive con su pareja, una mujer guapa pero no modelo exuberante, me parece que tienen un hijo, no recuerdo si eran dos; vive modestamente en un suburbio de Liverpool. La publicación enseñaba fotografías de la casa de Steven, cómoda pero nada lujosa y el rasgo del gran futbolista de la selección inglesa que más destacaba la revista era su entrañable amistad con un vecino suyo, de su misma edad, quien quedó inhabilitado de trabajar por un problema físico y entonces Gerrard lo tiene como encargado de todo lo suyo.
No es su agente, ni su representante en asuntos del fútbol, pero es el amigo fiel que le deposita cheques, va al correo, pasea los perros, le sirve de chofer; juegan billar, se toman unos vinos, almuerzan en grupo con la familia y el famoso y multimillonario futbolista da a entender que esa es la vida que le gusta y en la que se siente cómodo, fuera de las luces, los traseros, las siliconas y las noches de farra a las que están tan acostumbrados sus colegas, muchos, sin la categoría futbolística del sobrio inglés.
Dentro del reportaje me causó risa una fotografía en que Gerrard conduce su auto hacia un entrenamiento del Liverpool, un 4 por 4 común y silvestre, sin lujos adicionales y por un truco de cámaras parece que lo “raya” un auto deportivo lujosísimo, hermoso y potente, que conduce el español Xabi Alonso.
Humilde, amistoso y sonriente, en la entrevista Gerrard da a entender que algún día le gustaría ser tan “famoso, rico y popular como Sabih, para poder comprar un auto como el de su compañero de club”, lo que retrata de cuerpo entero, dentro de la broma, la simpática personalidad del jugador.
Todo este largo cuento para explicarles que ayer, cuando se enfrentaron mi equipo preferido de Italia, el Inter, con el Liverpool de Gerrard y el capitán inglés prácticamente despidió a los italianos de la Champions con un golazo en el minuto 89, que significó el 2-0 a favor de los ingleses en el juego de ida, me alegré, más que entristecí, porque pesó mucho más la admiración que siento por un futbolista “distinto”, que la sangre que me corre y me hacía, desde luego, soñar con la victoria del Internazionale.
Futbolistas profesionales famosos, buenísimos en la cancha, símbolos de un club y de una ciudad, queridos y populares al grado máximo, que se comporten dentro y fuera del terreno de juego como Steven Gerrard, se cuentan con los dedos de la mano en el universo del fútbol. Gerrard es la antítesis de David Beckham y para quienes vemos la vida de distinta manera, nos enseña mucho más la personalidad del primero.
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