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Jueves, 12 de diciembre de 2024



NOTA DE TANO


El dominio que ejerce el Saprissa sobre Alajuelense, más que futbolístico es mental

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 04 abril, 2023


Kevin Chamorro, lució espectacular ante el León.
Kevin Chamorro, lució espectacular ante el León.


El último clásico, la Liga no lo ganó simplemente porque Kevin Chamorro no solo le desvió el lanzamiento de penal a Giancarlo González, sino porque voló para desviar remates a la red de Johan Venegas y luego el achique espectacular para “robarle” la anotación a Josimar Alcócer.

Mientras Chamorro sudaba la chaqueta, su colega Leonel Moreira no tocaba la pelota, pero tuvo que ir en dos ocasiones a sacarla del fondo de sus cordeles.

Andrés Carevic, un director técnico sin suerte, se “agarraba las mechas” ante la desesperación de ver de nuevo a su equipo, llegar y llegar a puerta contraria sin resultados positivos y, todo lo contrario, observar como el rival lo liquida con dos o tres remates a puerta.

“Saprissa fue más contundente”, dijo el estratega del León y desde luego que fue así.

Varios colegas de Carevic han dicho públicamente que el Alajuelense es un equipo previsible porque siempre juega igual. Estamos de acuerdo con la segunda parte de esa manifestación.

La Liga siempre juega igual, pero eso no la hace previsible. Sus rivales, en la mayoría de los juegos no la controlan, aunque sepan cómo se va a mover.

El tema va por la definición y si repasamos los últimos juegos del Alajuelense con Herediano y Saprissa, dos de sus más enconados rivales, en los dos periodos en que Andrés Carevic ha sido su técnico, la mayoría los ha perdido la Liga jugando mejor, y esto lo decimos sin ningún sonrojo.

Los seguidores del Saprissa que son analíticos y no fanáticos, reconocen que el último título ganado por el “Monstruo”, lo conquistó jugando el peor campeonato en las últimas temporadas.

En las disciplinas colectivas no siempre gana el que juega mejor y este detalle tan negativo, ha sido una constante en el Alajuelense de Carevic.

Atacan y atacan y el balón no entra: por virtudes de la retaguardia rival, por ineficiencia del ataque manudo, porque el portero contrario lo atajó todo o porque los delanteros erizos lo desperdiciaron todo.

De pronto, el Saprissa o el Team u otro equipo arma un contraataque o lanza un tiro de esquina, la defensa manuda, mentalmente destrozada por situaciones adversas de muchos partidos anteriores se bloquea y el rival los liquida fácilmente.

El 2-0 de David Guzmán, rematando sin el mínimo obstáculo en el último clásico, es prueba evidente de lo anterior.








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