Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 30 marzo, 2009

Estadio Azteca.
México 2 Costa Rica 0.
Resultado normal, derrota barata; victoria justa del rival.
Todo tranquilo; aquí no ha pasado nada y como lo anunciamos en estas mismas páginas, a preparar el partido que sigue, que es el que vale contra El Salvador.
El par de empates en las visitas de Honduras a Trinidad y de Estados Unidos a El Salvador nos sirven, de manera que si derrotamos a los cuscatlecos en el Saprissa, los tres puntos nos van a enviar a la cima de la clasificación con la tercera parte de la hexagonal terminada. Así de fácil.
Mientras, anotemos algunas observaciones al partido en México.
Walter Centeno nos resultó insustituible.
Leía ayer en La Nación un amplio reportaje sobre lo fácil que les resulta a personas nacidas en otros países el nacionalizarse como costarricenses.
¿Qué esperamos para nacionalizar a Tirso Guio, un futbolista igual o mejor que Paté y que podría acompañarlo o suplirlo en caso de ausencia?
¿Si el mentado nacionalismo de los mexicanos quedó hecho añicos, desde que se vieron en la necesidad y urgencia de nacionalizar a futbolistas suramericanos que juegan en su campeonato e incluso, contra Costa Rica alinearon a dos de titulares, el brasileño Leandro Augusto y el delantero argentino Matías Vuoso, por qué los ticos no hacemos lo mismo?
Los analistas del fútbol decían que contra México había que aguantar 20 minutos; solo se soportaron 19, por cierto, cara a cara y mejor jugados por los nuestros.
De pronto, Oscar Esteban Granados pierde una bola en posición de ataque y México monta el contraataque. Se juntan Vuoso y Bravo en bonita pared y el nueve azteca fusila por partida doble a Ricardo González. En ese instante el partido se decanta a favor del anfitrión.
¿Por qué?
Porque el éxito de la Selección Nacional en la etapa de Kenton se basó (y lo hemos analizado mil veces), en juntar a los mediocampistas del Saprissa; Borges, Paté, Alonso Solís, Armando Alonso y Alejandro Alpízar y por diferentes circunstancias, contra México solo jugó uno de ellos: Celso, quien lógicamente tuvo un desempeño gris en mucho por la ausencia de los jugadores con los que está acostumbrado a actuar, casi de memoria.
Noten como mejora Costa Rica cuando ingresan Pablo Brenes y Armando Alonso, compañeros de Celso en el Saprissa la temporada anterior. La Sele con ellos vive sus mejores minutos y Guillermo Ochoa empieza a tocar la pelota.
El 1-0 a pesar de ser mínimo, en el Azteca resultó un resultado gigantesco, porque Costa Rica, se notaba, estaba sin capacidad de reacción. Dos remates a marco en 90 minutos reflejan lo imposible de empatar y si no se remató es porque no se supo llegar y si no se llegó fue por lo flojo de la medular.
Rodrigo Kenton presentó una alineación atractiva pero equivocada, la que analizaremos mañana.
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