Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 10 marzo, 2017
Los jugadores del PSG deberían retirarse del fútbol
Si tienen un poco de vergüenza, mínimo no deberían cobrar el salario de marzo.
Me refiero desde luego a los once titulares del París SG, e incluso al relevo Ángel Di María que tuvo en sus piernas la sentencia del juego.
A este nivel de fútbol de primer mundo, con los millones de dólares que gana cada uno de ellos, los lujos en instalaciones y atenciones personales, estos once futbolistas del PSG deberían retirarse del fútbol.
Trapp, un portero medroso y cuiteado de miedo.
Los defensas Meunier, Marquinhos, Thiago Silva y Kurzawa, a los que se los tragó el escenario como si fueran principiantes debutando en el fútbol. Ese primer gol de Luis Suárez en el minuto tres lo que dio fue pena, por la falta de concentración de la zona defensiva y la acción del autogol de Kurzawa fue de ponerse a llorar.
El medio campo francés fue un derroche de ineficiencia: Rabiot, Verratti, Lucas Moura y Matuidi no tuvieron en diferentes tramos del partido la capacidad de sostener el balón, congelarlo, pasarlo, atrasarlo para enfriar el juego, sobre todo después de que Cavani anotó el descuento.
Con el 3-1 la serie estaba liquidada; nada más repasemos los rostros desencajados de Piqué, Luis Enrique, Messi, Busquets.
No se puede perdonar que futbolistas profesionales de este nivel no tengan la capacidad de sostener un resultado, como lo haría cualquier equipo de canchas abiertas de nuestro país .
Es más, Piqué dejó abandonada la zona central defensiva y se fue a estacionar al lado de Luis Suárez para ver qué pescaba en ofensiva y durante muchos, pero muchos minutos, el PSG ni aprovechó los boquetes defensivos (Cavani y Di María botaron dos goles hechos), ni supieron distraer la pelota para enfriar los ímpetus de un Barcelona que atacó y atacó sin la genialidad, magia y creatividad de aquel equipazo de Pep Guardiola.
Barcelona aplastó al PSG porque los franceses se cagaron de miedo (inadmisible a este nivel), por el apoyo de los 100 mil espectadores que no cesaron en apoyar al equipo y desde luego el empujón del inepto árbitro alemán, Deniz Aytekin que les regaló dos penales, el segundo en la agonía del juego que resultó determinante para la remontada, similar a un robo armado en perjuicio de las instalaciones de un banco francés.
Imperdonable y humillante mirar a un equipo de fútbol de primer mundo, derretirse como mantequilla al horno, a causa de una diarrea temprana.
gpandolfo@larepublica.net
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