Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 18 febrero, 2009
Falleció don Pedro París.
¡Un viejazo!
Los que no vivieron en su entorno lo conocieron como el “papá de María del Milagro”.
Eso lo hizo famoso y popular.
Pero bien pudo ser al revés y que cada vez que la ondina daba medallas y glorias al deporte costarricense, dijeran de ella: “es la hija de don Pedro”.
Porque la pura verdad, yo no sé quién nadó más brazadas; si María en la piscina o su papá en el pretil.
Don Pedro tuvo esa singular característica.
Fue nadador, especialista como su hija en mariposa; fue encestador, también portero y goleador, todo sin uniformarse.
Vivió, disfrutó y sufrió los deportes con pasión.
La primera vez que lo observé en ese detalle tan suyo fue iniciándose la década de los 70 en la piscina del Tennis Club. Apenas María se lanzaba al agua y empezaba a bracear, su papá corría paralelo a ella en el borde de la alberca, motivándola, gritándole, aplaudiéndola.
Sea que la prueba fuera de 50, 100, 200 ó 400 metros, don Pedro iba y venía y “se los nadaba a su manera”; terminaba exhausto, pero como su hija era triunfadora, el beso y el abrazo posterior con la sirena se convirtió en rutina. Al tiempo la escena se hizo corriente en el Club Cariari; en los Centroamericanos en Guatemala y El Salvador y en todos los escenarios internacionales donde “el papá de María del Milagro” pudo acompañar a su hija… “la hija de don Pedro París”.
El show personal de don Pedro no terminaba ahí; la década 70-80 vio los duelos y clásicos más espectaculares del baloncesto costarricense entre el Seminario y la Universidad de Costa Rica, con el Gimnasio Nacional repleto a reventar en cada enfrentamiento.
Don Pedro, seminarista de hueso colorado, tenía un espacio reservado en la esquina suroeste del rectángulo, donde, siempre de pie se jugaba su propio partido.
¡Qué pasión de hombre!
Cuando Quico, Yoyo, Gigo, Eulogio, Koky o Sancho, lanzaban al aro celeste, Pedrito viajaba con la bola; su cuerpo se hacía para abajo y luego se impulsaba como agarrado del balón. Igual bloqueaba avances y atrapaba rebotes.
Todo un espectáculo, que seguía los domingos en el Fello Meza; ahí sí, con radio pegado a su oreja, desde un punto muy suyo, unos metros a la izquierda del túnel que viene del vestuario y también, siempre de pie, don Pedro hacía sus mismas maromas que en la piscina o el gimnasio, ahora rematando a marco como Leonel Hernández o volando como Asdrúbal Meneses. El domingo 10 de noviembre del año pasado, vi a don Pedro por última vez en el juego que su adorado Cartaginés perdió 1-0 con Herediano.
Se marchó don Pedro sin que pudiésemos firmar la apuesta vieja y tradicional de cada mes de marzo, unos cafecitos en el Fello Meza; él a los Tigres, yo todo a los Indios, rivales de División Central en Liga Americana, que tanto disfrutamos con otro par de viejos que viajaron antes: Rogelio “Pajarito” Aguilar y Mario “Diablo” Roa.
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