Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 22 diciembre, 2008

Cuando terminó el partido con la victoria del Saprissa 3-0 y estalló el estadio en festejo ardiente y apasionante, varios de los jugadores de Liga Deportiva Alajuelense, encabezados por su líder defensivo Cristian Montero, corrieron hacia el sector de sombra donde se hospedó la fanaticada del equipo y le ofrecieron el corazón, el pecho y el uniforme.
Con mucha sangre, sobre todo Lula, se golpearon el pecho los rojinegros, suponemos que orgullosos del trabajo realizado en el campeonato o quizá, orgullosos de llegar adonde llegaron, o tal vez, orgullosos de mantener el 2-2 contra el Saprissa hasta el minuto 86.
Lo digo sinceramente, no como periodista deportivo, sino como seguidor de la Liga, yo no me sentí orgulloso de que nos empataran el partido en un minuto.
Sin embargo, más en frío y escuchando las declaraciones de Walter Centeno, la figura del juego, cuando se atrevió a afirmar que en ese estadio, como estaba esa noche, al Saprissa no le ganaba ni el Barcelona de España, puede que las conclusiones del derrumbe erizo ameritaran mayor reflexión.
“La enorme ventaja que tiene Saprissa es que sus jugadores son ganadores; tenemos mentalidad de triunfo, porque hemos ganado títulos, algunos muchos, como Jervis, Víctor, Alonso, Gómez y yo; otros bastantes, como Alpízar, Armando, Celso y otros pocos, pero ya probaron las mieles del título, como, Michael, Jairo y hasta Robinson”, dijo Paté.
Repaso entonces la formación de la Liga y me quedan a nivel similar al de Armando, Alpízar y Celso, solo Montero, Castro y Oviedo y los demás, nada de nada.
Justificación…!No!
Pero sí comprensión para entender lo cargado del entorno.
“Esta noche en el Saprissa no gana nadie”, sentenció Centeno.
Valga entonces la frase del Paté para reflexionar sobre el orgullo de Lula y la comunión con su afición.
Lo que pasó es que si bien es cierto, la Liga quizá llegó muy largo, sobre todo por la fuga de valores caros que tuvo: Wallace, Myrie, Salazar, Cunninghan, Mambo y otros, ya el equipo de Popeye se había “jalado la torta” y ese 2-0 en Alajuela los puso en puertas del “más bello de los accidentes”, como lo dijo su presidente Jorge Hidalgo.
Y la verdad, la puritita verdad, por más ruido que vibrara en la Cueva del Monstruo, el equipo erizo, joven o viejo, no importa, se derrumbó muy temprano y no tuvo capacidad siquiera para empezar a jugar con el resultado tan favorable en la ida.
El flojo partido de Pemberton debió ser previsible para el técnico Herrera, si repasa con frialdad el trabajo de esta promesa en los juegos previos, repleto de indecisiones y nervios. ¡Esta fina era de Wardy! Ya Popeye sabía a lo que iba.
Los ases del Saprissa eran visibles, son los mismos de siempre; Alajuelense, con portero de vidrio y defensas de papel se rompió muy rápido, de ahí que entregar un 2-0 en un minuto, sinceramente, aún no sé si es para aplaudir…o llorar.
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