Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 23 octubre, 2008
La prematura muerte de Medio Medio me dolió en el alma.
Y es que, repasemos la historia.
Mi suegro, don Guido Lizano Hernández fue un hombre recto y de justicia; murió en la década de los 70 siendo el director del Archivo Judicial de la Corte Suprema de Justicia, un recinto repleto de expedientes que lucía limpio y brillante como una joya.
Ciudadano ejemplar, era el primer capitalino en cancelar los derechos de circulación; el primero en emitir su voto el día de elecciones presidenciales, hombre de un gran espíritu cívico y don de servicio, muy querido y apreciado en los estrados judiciales. Don Guido veneraba a muchos hombres de leyes pero sentía una especial admiración por don Ulises Odio y don Marco Aurelio Odio, precisamente el papá de Medio Medio, el enorme bolichista nacional que llevaba su mismo nombre.
Por el otro sector, cuando mi hermana mayor, Carmen, su esposo Rodrigo y mi madre se trasladaron del barrio La Dolorosa a vivir a Rohrmoser, muy cerca del Canal 7, mi familia tuvo el privilegio de ser vecina (a la vuelta) de la familia Odio Gallardo y se inició una vieja y entrañable amistad que involucró a don Marco, doña Luisita; Marquillos, toda mi familia, pues mi otra hermana Doraida residía a la par de mamá e incluso, un sobrino, Mario, fue compañero en La Salle de Medio Medio para el bachillerato.
De 1980 a 1985 una época muy triste de mi vida, viví en casa de mi mamá por mi problema con el alcohol y las actividades sociales del vecindario me acercaron a la familla Odio, y desde luego al entonces jovencito de 17 años que ya despuntaba en el boliche costarricense.
Pasada la tormenta en mi vida y metido de nuevo en el ejercicio de mi profesión, fue fácil acercarse de nuevo a la exitosa carrera deportiva de Medio Medio, para valorarlo en toda su extensión.
Sin duda Marco ha sido el más grande bolichista costarricense y tiene su puesto asegurado en el Salón de los Inmortales. La Galería del Deporte lo espera con los brazos abiertos en lo que será, no lo dudo, un acto póstumo motivador e impresionante.
Ese triunvirato de gente de boliche formado por Arnoldo Pinto, Roberto “Chamaco” Chávez y Marco Aurelio Odio, los hombres del Dent, formaron una tripleta que le ha dado vida y todo al boliche costarricense, incluyendo desde luego su obra de arte: “El Torneo La Raza”, orgullo del deporte nacional.
Hoy, Arnoldo y “Chamaco” lloran la muerte de su hermano y amigo, pero ese llanto se prolonga y se corre en los ojos de miles de miles de costarricenses, aquellos que tuvimos la dicha de conocer a Medio Medio, de niño, de adolescente, de hombre; de hijo, de esposo, de padre, siempre sonriente; siempre servicial, siempre, amigo.
Ya lo dijeron, yo solo repito: el boliche de Costa Rica perdió muy temprano, a su icono.
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