Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 05 abril, 2008
El estrepitoso fracaso de Hugo Sánchez es una lección de vida.
Hugo, como futbolista, fue espectacular y triunfó con honores donde muy pocos lo logran.
Sus golazos con el Real Madrid y sus clásicas volteretas celebrándolos, le dieron durante muchas temporadas la vuelta al mundo y volvió locos a millones de fanáticos del fútbol. Con temple de acero, desde su llegada al fútbol español soportó presiones, insultos, patadas, escupitajos y ataques raciales, a los que respondió con agallas, hombría y goles.
Después del mítico Alfredo Di Stéfano, la afición merengue no recuerda a otro número nueve más famoso y espectacular que el bien llamado Hugoooool. Varios grandes jugadores que se uniformaron en el Real Madrid con el número que caracteriza a los arietes y goleadores, no le llegaron al azteca ni a la rodilla: Zamorano, Morientes, Ronaldo, Van Nistelroy, centros delanteros de alcurnia, jamás alcanzaron dentro del madridismo, la fama y el reconocimiento conquistado por el cinco veces “Pichichi” mexicano.
Concluida su exitosa carrera como jugador, la soberbia de Hugo Sánchez, exhibida a cada paso de su vida, empezó a tragárselo, hasta que finalmente y todavía joven, lo devoró.
Recordamos algo de su publicitado divorcio; así de memoria nos parece acordarnos que Hugo se casó con una hija de un famoso futbolista mexicano de apellido Portugal, que en muchas ocasiones vistió el uniforme de la selección de México cuando derrotaba una y otra vez a Costa Rica.
Portugal jugó varias veces en el Estadio Nacional en aquellos inolvidables clásicos de Concacaf. Recuerdo que la esposa de Hugo se casó en segundas nupcias con un futbolista brasileño, de nombre Cabinho, goleador del fútbol mexicano varias temporadas. Este hombre fue comentarista del mundial de Alemania, al lado de Menotti y José Ramón Fernández, en Los Protagonistas. Esta ruptura matrimonial causó revuelo en México en su momento y se responsabilizó mucho a Hugo por su comportamiento.
Muchos años después se hace público y evidente un choque frontal entre Hugo y uno de sus hijos mayores, que parecen odiarse.
Nos podrán decir que esto nada tiene que ver con el fútbol y es asunto privado y de familia, mas debemos rescatar, si queremos hablar de lecciones de vida, que se llega al fracaso final, caso de Sánchez, por dar malos pasos en el entorno desde el principio.
Entre más alto suba el globo del egocentrismo, la soberbia, la envidia, la ira, el irrespeto al que se supone está más abajo, el rencor, el menosprecio como norma, el ignorar al pequeño; una vez que el globo se desinfla, más duro el “huevazo”.
Hugo Sánchez acaba de llevarse el “huevazo” de su vida y le toca a él decidir sobre la ruta de su futuro. Alguien, y en su espantosa soledad no se ve quién, deberá enseñarle a abrazar, amar y perdonar, para ver si es posible que amarre su ruta.
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