Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 02 abril, 2008
Javier Delgado es un hombre que vale la pena; lo apreciamos, lo estimamos, lo respetamos. Nos encanta y le admiramos su rol de esposo sano y padre de familia; sabemos del gran concepto que de él tienen sus familiares políticos y ni que decir su propia familia.
Lo aplaudimos como jugador de nuestra querida Liga Deportiva Alajuelense, desde que debutó con su infaltable número dos en su espalda; fue un futbolista líder y caliente, pesó en selecciones nacionales y apenas empezando a caminar en su nueva ruta de director técnico, se abrazó con el triunfo y las coronas. Quizá llegaron muy temprano, pero fueron merecidas.
Antes de ser campeón como entrenador, lo tuvimos de compañero de análisis en el desaparecido espacio Polémika, en canal 7, al lado de Javier Rojas, Miguel Cortés, Giovanni Alfaro y con Fernando “Chispa” Fernández como moderador. El programa acrecentó la amistad entre sus protagonistas y luego de idas y venidas que da la vida, a todos, Delgado recaló en el Club Sport Herediano y entonces, como debe ser, el amigo se hace a un lado y da paso al periodista para reconocer que fueron mayores los desaciertos que los aciertos, que en nuestra labor profesional le señalamos a Javier, en su era florense.
Puede que erróneamente de nuestra parte, varias cosas no nos gustaron del trabajo de Javier en Herediano.
Lo cuestionamos cuando pedía suspender partidos del campeonato porque a su equipo le quitaban tres jugadores para la Selección. Siempre creímos que la nómina rojiamarilla alcanzaba de sobra para afrontar los compromisos del campeonato de papel. Saprissa lo hacía.
También Delgado hizo mucho drama en situaciones que no lo ameritaban; se lesionaba un futbolista y hacía un mundo, como ahora que se fue Carlos Johnson a Noruega, olvidando adrede que en esa posición contaba con Castro, Vallejos e incluso Angulo.
Su punto más débil como técnico fue el constante, repetitivo y aburrido reclamo a las decisiones arbitrales. Fue norma mientras entrenó a los florenses, pasar cada juego en disputa verbal y gesticular con los jueces. Sus ansias de reclamo desconcertaron incluso a la prensa.
Con su planilla fue extraño: liquidó a De Lemos; enterró a Villalobos Chang; confió ciegamente en César Mena, pero no en Marvin Angulo, ambos novatos. Fichó extranjeros sin darle a casi ninguno, los minutos suficientes para desarrollar su juego; le costó muchos minutos entender que Jonatan McDonald era su hombre y no Drummond.
Acertó en muchísimas alineaciones; dio oportunidades a jóvenes y cuando se presentó la sequía goleadora de sus artilleros, ordenó movimientos correctos, probó decenas de variantes, pero ahí le fallaron sus discípulos. Increíble permitir que se le fuera Miso.
Javier Delgado trabajó con profesionalismo, entrega y honestidad. Eso le va a alcanzar y le va a sobrar para que pronto entrene a otro equipo y ojalá que en este, corra con mejor suerte.
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