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No son ríos, sino cloacas

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 27 mayo, 2011




Cauces están llenos de excremento, hidrocarburos y mercurio
No son ríos, sino cloacas
Muchas instituciones gubernamentales tienen reglamentos, ninguno sirve
Contiguo al Parque Bolívar, a 200 metros del Museo de los Niños, a la par del Parque de Diversiones, fluye el río Torres, que es nada menos que una cloaca abierta, cuya contaminación representa un severo riesgo para la salud.
En tanto, las condiciones de otros ríos urbanos no son mucho mejores, según un estudio ejecutado el mes pasado por la firma TecnoAnalítica Internacional, para LA REPUBLICA.
El hecho de que haya varios entes gubernamentales encargados de la supervisión de aguas, incide en que ninguno haga casi nada.
Entre las sustancias tóxicas encontradas en el Torres, que pasa por nueve cantones del área metropolitana, están el mercurio y materias fecales.
También se comprobaron altos niveles de hidrocarburos, aceites y grasas, de modo que en su cauce no hay ninguna planta, animal o pez vivo.
“No es exagerado decir que el río Torres es una cloaca a cielo abierto. Tampoco está lejos suponer que este río contenga enormes cantidades de parásitos, que llegarían a provocar enfermedades”, aseguró Andrés Ferrón, químico de TecnoAnalítica.
Lo más peligroso que el estudio determinó es la presencia de mercurio, sustancia que provoca cáncer en las personas, en caso de ingerir agua o comer alguna planta o animal que lo haya absorbido.
El mercurio normalmente entra en el agua proveniente del aire, a causa de la combustión en plantas industriales; sin embargo, no existe ninguna información sobre la fuente de este metal pesado en los ríos del área metropolitana, ni mucho menos algún plan para controlarlo.
Pese a esto, hay gente que todavía se expone al agua de estos ríos al lavar ropa y hasta nadar, en algunos casos.
Además, quienes pesquen más abajo del río estarían expuestos al veneno del mercurio, así como las personas que utilicen el agua para regar plantas, que luego podrán ser ingeridas.
Otro problema serio consiste en el hecho de que decenas de miles de hogares capitalinos utilizan los ríos como inodoros privados.
Las casas situadas a orillas de los ríos echan sus excretas directamente a los cauces.
Es cierto que el 24% de los costarricenses de hecho vierte sus aguas negras al sistema sanitario del Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA), sin embargo, aún así más del 95% de esas aguas residuales termina en los ríos del área metropolitana, dado que los drenajes no llegan a ninguna planta de tratamiento, sino que también desembocan en los ríos.
Las materias fecales por su parte traen microorganismos, que tienden a desencadenar epidemias, desde diarreas hasta graves enfermedades infecciosas, como la hepatitis.
Existe un plan para mejorar la situación, mediante la ampliación de la red del alcantarillado urbano, a un costo de unos $800 millones.
Sin embargo, se trata de un proyecto a 20 años plazo.
“El impacto ambiental es enorme, ya que el 96% de las aguas residuales no reciben tratamiento antes de ser vertidas a los ríos, este problema se concentra principalmente en la zona metropolitana”, comentó Guillermo Calvo, de la Escuela de Química del Instituto Tecnológico de Costa Rica.
Hay también fuertes concentraciones de grasas, vertidas por las residencias, así como petróleo y aceites de vehículos.
Si bien el olor de los ríos urbanos no tiene un efecto contagioso, el hedor a excremento, sobre todo en el Torres, tiende a causar náuseas y migrañas a la gente expuesta a él.
El problema de la contaminación no se limita a la gente que va al río; a veces el río va a la gente, algo que ocurrió el año pasado, cuando el María Aguilar se desbordó en Curridabat, inundando lugares populares como la casa de Pepe Figueres, la agencia de Motores Británicos y el gimnasio Cipreses.
Dado que el problema sucedió temprano en la mañana, el impacto no fue mayor; sin embargo, los ríos pueden crecer en cualquier momento, representando un riesgo para la salud de los poblados que los rodean.
Hay varias instituciones del Estado encargadas del control de las aguas de los ríos; sin embargo, en la práctica, ninguna ejerce un cuidado efectivo de la situación.
“En Costa Rica existe gran cantidad de regulaciones, donde intervienen muchas instituciones. Esa realidad hace difícil tener políticas claras. Hay una gran brecha en el tema de contaminación”, dijo José Miguel Zeledón, director del Departamento de Aguas, del Ministerio de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (Minaet).
En principio, el cuidado de los ríos corresponde a ese Ministerio; sin embargo, también están involucrados el de Salud y el AyA.
Entretanto, el río Torres es una bomba de tiempo para la salud pública de más de un millón de costarricenses.

Javiera Gutiérrez
jgutierrez@larepublica.net
Cristian Leandro
cleandro@larepublica.net






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