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No somos uno más del montón (III)

Bruno Stagno bstagno@gmail.com | Lunes 25 marzo, 2013


No somos uno más del montón (III)

En columnas anteriores he abogado por la contención de Nicaragua al mejor estilo de George F. Kennan. Una de las admoniciones que frecuentemente enunció a lo largo de la Guerra Fría es que “no hay que asumir una comunidad de propósitos cuando no existen. No hay que hacer gestos fastuosos de buena voluntad”.
En ocasión de la pasada visita del Presidente de México, Enrique Peña Nieto, a Costa Rica, la administración Chinchilla Miranda tuvo la “genial” idea de pasearse en un Acuerdo Estratégico de Asociación bilateral ya existente mediante la negociación de un pretendido Acuerdo de Asociación Centroamérica-México.
Es decir, voluntariamente renunciar a una relación estratégica, que solo puede serlo en la medida que sigue siendo especial o excepcional, para homogenizarla con el resto de Centroamérica.
En respuesta a una de mis columnas, el Vicecanciller Carlos Roverssi —quien dicho sea de paso tiene el mérito de haber lidiado con Nicaragua con el pie de derecho antes de la siniestra intervención de sus superiores jerárquicos—, argumenta que el propuesto Acuerdo de Asociación Centroamérica-México no difiere de lo hecho por la pasada administración en relación con el Acuerdo de Asociación Centroamérica-Unión Europea.
Lamento diferir. Primero, hay una notable diferencia de escala: la UE es una agrupación que reúne a 27 países, cinco de los cuales tienen economías mucho mayores que la de México, que difícilmente aceptarían negociar a solas con Costa Rica (Panamá aprendió esta amarga lección). Segundo, contrariamente a nuestra relación con la UE —que desde el Diálogo de San José de 1984 siempre fue de región a región—, en el caso de México ya teníamos bases sólidas para una relación estratégica bilateral, incluyendo el Acuerdo Estratégico de Asociación suscrito en 2009.
En su respuesta, Roverssi aclara que el gesto fastuoso de homogenizar nuestra relación estratégica con México con el resto de Centroamérica obedece además a la necesidad de alejarnos “de una gratuita e injustificada percepción… de que a Costa Rica no le interesa la región, que no trabaja por la región, y que incluso menosprecia a la región, todo lo cual es falso”.
Aunque coincido en que la percepción es efectivamente gratuita e injustificada, ceder a ella no es una muestra de liderazgo, todo lo contrario.
Coincido además con Roverssi en que no podemos pasar por alto las realidades actuales. Pero la realidad más inmediata es que desde el día 164 de la actual administración, nuestro otrora incómodo vecino, Nicaragua, pasó a ser un “enemigo” según proclamó la Presidenta Chinchilla Miranda.
Más recientemente, también reconoció que “la invasión a Isla Portillos no ha sido un hecho aislado… ¡Nuestro territorio sigue simplemente siendo invadido!”
Por ello aún no entiendo qué gana Costa Rica al invitar a Centroamérica, y por ende a Nicaragua, a participar de la intimidad de nuestra relación estratégica con México más allá de dormir con el “enemigo”.

Bruno Stagno Ugarte
 

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