No se puede jugar al descuido
Se está destruyendo aceleradamente el Humedal Nacional Térraba-Sierpe, el más grande del país, por el cual nos pagan servicios ambientales
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 29 octubre, 2011
Se ha denunciado en estos días la destrucción acelerada del Humedal Nacional Térraba-Sierpe, el más grande de este país, debido a actividades agrícolas e inmobiliarias.
Contrasta esto con otra noticia hace poco difundida, de que se ha calculado en ¢600 millones lo necesario para la labor de rescate que se necesitará hacer en Isla Calero, donde la invasión nicaragüense afectó también un importante humedal.
Debe haber coherencia en esta materia. Si, como es lógico, debemos recuperar el humedal dañado en Calero, no tiene ninguna lógica ni justificación que por otro lado, las autoridades estén permitiendo que se dañe el más importante de los humedales que tiene el país.
La alerta la dio el Tribunal Ambiental Administrativo, cuyos técnicos visitaron la zona y pudieron verificar el daño que está sufriendo buena parte de las 22 mil hectáreas que conforman el lugar, ubicado en el Pacífico Sur, como lo indica un cable publicado por este medio el viernes anterior.
Además de la tala de árboles que se realiza para dedicar el suelo a la agricultura y para desarrollar proyectos inmobiliarios, se detalla el hecho de que puede estar disminuyendo el caudal de agua de la laguna de Sierpe.
Los técnicos aseguran que los daños como el secado, invasión de áreas de protección, quemas y corta de árboles tienen impactos severos sobre el mar, por la sedimentación, lo que afecta los manglares mientras la tala obstaculiza importantes corredores biológicos.
Resulta que además del valor ecológico del humedal, este genera a Costa Rica unos $170 millones anuales por el pago de servicios ambientales por retención de gases de efecto invernadero.
¿Cómo espera justificar el gobierno que se estén poniendo en juego las dos cosas, humedal y dinero?
Esto requiere una urgente respuesta. Si el país está comprometido a resguardar una zona y recibe dinero a cambio de ello no puede jugar al descuido.
Por otra parte, y más allá de lo que nos pagan por servicios ambientales, son los costarricenses los que no pueden permitir que se ponga en peligro la reserva natural que tanto ha costado resguardar y que en la actualidad forma parte de la principal riqueza que el mundo busca atesorar: las fuentes de vida.