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EDITORIAL


No comerciar a la madre

La madre costarricense no se ha reducido a un papel meramente doméstico. También ha podido servir plenamente a la patria

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 15 agosto, 2011


Editorial


Hoy celebra nuestro país el Día de las Madres.

Esta bienaventurada festividad procede de tiempos remotos. Grecia, por ejemplo, rendía tributo a Rea, madre de los dioses. Los romanos homenajeaban a la Magna Mater, con su Festival de Hilaria.

Luego, los primeros cristianos sustituyeron estas celebraciones con el culto a la Madre de Jesús.

Más recientemente, Anna Jarvis, una activista comunitaria de Estados Unidos que perdió a su mamá en 1905, propuso la idea de establecer una celebración en homenaje a la figura de la madre.

Sin embargo, la festividad impulsada por Jarvis comenzó a comercializarse, de modo que el origen de la celebración terminó desvirtuado. La propia Anna solicitó en 1923 que se eliminara esta festividad.

El costarricense desde tiempos precolombinos rinde tributo a la figura materna. En los clanes bribris y cabécares la descendencia se traza por el lado de la línea femenina, contrario al concepto del tótem paterno, tan frecuente al norte de nuestro continente.

El tico invoca en el Himno Nacional a su Patria como “Madre de amor”, no la concibe como figura masculina, sea padre, tío o abuelo.

Posiblemente Latinoamérica tiende mayoritariamente al culto mariano, porque la teología protestante carece de metáforas que completen su mensaje espiritual con un lenguaje materno.

A la vez, en Costa Rica la madre no se ha reducido a un papel meramente doméstico. También ha podido educarse para servir plenamente a la patria.

La madre costarricense ha jugado en la historia un papel crucial, saliendo a conjurar amenazas que se cernían sobre sus hijos, promoviendo la paz y la democracia.

Madre fue doña Francisca Carrasco, líder en la Gesta de 1856, que defendió nuestra soberanía contra William Walker y quien sabía leer y escribir.

Estuvo presente la fuerza materna el 2 de agosto de 1947, frente a la Casa Presidencial, exigiendo garantías electorales.

En nuestros días, es madre la mujer que conduce el destino del país desde la Primera Magistratura.

Fecha tan sagrada, como esta, requiere ser purificada de cualquier herencia de paganismo que conserve, pero muy especialmente, del lucro mercantilista que la mancha.

Un sentimiento capaz de sacrificarlo todo a cambio de nada, o de muy poco, merece ser llamado santo, y más que con reconocimientos materiales, solo puede ser compensado con amor, respeto y obediencia. Un beso, un abrazo, un te amo son los regalos que más complacen a una madre.

LA REPUBLICA envía su saludo y profundo respeto a todas las madres del país.










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