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No hay respuestas fáciles

Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 23 enero, 2018


No hay respuestas fáciles

El agudo filósofo moral, Adam Smith escribió, en los albores del capitalismo, que “no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”. Lo cual fundamenta que el interés propio es más confiable que la benevolencia y, segundo, que se produce una coordinación entre la demanda y la producción. A esto le denominó “la mano invisible”.

Pero también dejó planteada una pregunta que guio el trabajo teórico por espacio de, por lo menos, 194 años. La pregunta fue: ¿Cómo tendría que ser el mundo para que la mano invisible funcione a la perfección?; es decir, que produzca un óptimo de Pareto (no se puede mejorar la situación de nadie sin perjudicar a alguien más). No fue sino hasta con el desarrollo de la topología que, al inicio de los años 1970, se pudieron especificar las condiciones suficientes y necesarias para lograr un óptimo de Pareto (los trabajos anteriores solo logaron formular condiciones suficientes). Arrow, Debreu y Hahn obtuvieron el premio Nobel por su trabajo de equilibrio general. El cual nos permite concluir que, en el mundo real, no hay garantía de que exista un equilibrio óptimo, aun si lo hubiere, podría haber muchos y no hay ninguna garantía de que lo alcancemos. Por lo tanto, pretender que el mercado libre siempre va a producir resultados óptimos es ideología.

Por su parte, aproximadamente 100 años después de Smith, Karl Marx publicó El Capital, donde plantea el problema de la transformación; esto es, la existencia de un equilibrio donde los precios coinciden con el valor trabajo, fundamental para su concepto de plusvalía. No es sino hasta los años 1980 cuando existieron los desarrollos matemáticos para que Morishima lograra especificar las condiciones suficientes y necesarias para el equilibrio marxista, donde, al igual que en el equilibrio general, la tasa de ganancia es igual en todos los sectores e igual a cero. Morishima también demuestra que se pueden especificar condiciones suficientes para que ocurra tanto la transformación de Marx como el equilibrio general de Debreu en el mismo modelo matemático. Por su parte, también podemos afirmar que el equilibrio de Marx no existe en el mundo real y, aunque existiese, no habría garantía de que este se alcanzaría. Asimismo, la predicción de Marx sobre la inevitabilidad y superioridad del socialismo como modo de organizar la producción y la sociedad, presente en el Manifiesto Comunista, desaparece en su obra de madurez (El Capital). El estatismo totalitario también es ideología y colapsó, como experiencia histórica, con el muro de Berlín en 1989. Pero parece que, en América Latina, la historia no cuenta.

Ahora bien, la historia nos muestra que la economía real de mercado ha producido, o ha hecho posible, el mayor crecimiento de la población en la historia de la humanidad, la prolongación sin precedentes de la esperanza de vida, así como la mayor reducción de la mortalidad infantil y de la pobreza; pero no sin romper equilibrios ecológicos y producir una gran concentración de la riqueza. Problemas estos asociados con la expansión del capitalismo y el debilitamiento resultante de los estados-nación como el escenario para resolver los conflictos generados por la puja distributiva y la ausencia de gobernanza supranacional para atender los desafíos ecológicos y de cambio climático.

Por su parte, la economía real es un resultado tanto del mercado como de intervenciones públicas, donde se reproduce la dicotomía ideológica entre quienes favorecen el libre mercado y quienes piensan que el Estado es siempre la solución ante las fallas del mercado. Ambos sin sustento de carácter general.

Si bien el mercado desencadena fuerzas equilibradoras, no hay acuerdo sobre su velocidad. Por ejemplo, ante una crisis económica, existe una posición conservadora que recomienda la austeridad fiscal y la prudencia monetaria para dejar que la economía rebote por sí misma. Otros de persuasión keynesiana, pensamos que “en el largo plazo todos estamos muertos” y debemos actuar en el corto plazo con el arsenal fiscal y monetario cuando se presentan capacidad instalada subutilizada y desempleo ante la lentitud del mercado en lograr los resultados. Durante la Gran Recesión, a partir de 2007, la Unión Europea aplicó austeridad fiscal y una política monetaria laxa. Algunos pensamos que la austeridad fiscal postergó la recuperación en los países afectados.

De la comparación entre el socialismo real y el mercado, sobresalió este último por su capacidad para generar innovación; sobre esta se basa la competencia capitalista según Schumpeter. ¡Basta con comparar los vehículos de Alemania del Este con los producidos en la del Oeste para concluir que no resultó el socialismo real una forma superior de organizar la producción! Ahora bien, si se estudia la historia del cambio tecnológico, la mayoría de los grandes avances ocurrieron como resultado de una mezcla exitosa entre Estado y mercado; como, por ejemplo, la industria química en Alemania, o los semiconductores en Estados Unidos y, en general, la NASA utiliza este modelo en sus proyectos de innovación. Pero, también, hay muchos casos de iniciativa privada sin aparente participación estatal. En definitiva, las economías maduras son las que promueven y generan innovación en escalas significativas. Si bien el Estado no está detrás de todas las innovaciones, sí cabe hacerse la pregunta sobre cuál es el marco de políticas públicas más conducente para crear un clima de innovación.

En conclusión, quienes tienen respuestas simples Estado o mercado para todo, no tienen fundamento teórico ni histórico. En todos los campos y momentos históricos, las respuestas sobre si hacen falta políticas públicas y de qué índole, solo pueden surgir del análisis histórico y teórico de las ciencias sociales aplicado para seleccionar mejores prácticas. También sabemos que las respuestas van a depender de liderazgos y equilibrios políticos que las hacen viables o no y, en alguna medida, de los valores dominantes en esas sociedades. El análisis también puede contribuir a anticipar estos factores, pero el resultado final, ¡dependerá del libre albedrío impredecible!

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