No es suficiente
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 27 marzo, 2009
La limpieza de las playas, para un país que ha convertido al turismo ecológico en una de sus principales actividades económicas, es vital.
El otorgamiento del premio Bandera Azul Ecológica a las comunidades costeras del país nació con el objetivo de promover el involucramiento de la comunidad en la limpieza y conservación ambiental de las playas. Así como para asegurar que los bañistas no enfrenten riesgos a su salud por nadar en los mares de Costa Rica.
El premio se otorga por escalas marcadas por estrellas (de una a cuatro). De las 63 playas galardonadas el martes con la Bandera Azul Ecológica, solo ocho obtuvieron más de una estrella.
Para obtener una estrella el mar de las playas no debe tener más de 240 coliformes fecales por 100 mil mililitros de agua. Esta condición les otorga 100 puntos de calificación. Las estrellas adicionales se obtienen al prohibir la presencia de animales domésticos y tránsito de vehículos en la playa; y asegurar la presencia de salvavidas, entre otros.
El nivel de contaminación premiado con la Bandera Azul Ecológica solo asegura al público que los niveles de contaminación no alcanzan el grado necesario para la propagación de enfermedades.
Los objetivos que se trace el Gobierno en la conservación ambiental y en su lucha por proteger a la población del peligro de la contaminación deben ser ambiciosos.
La situación es grave. Varias de las playas más visitadas del país ni siquiera alcanzaron los niveles “saludables” de contaminación que establecen el Ministerio de Salud, Acueductos y Alcantarillados y el Instituto de Turismo —entidades promotoras del programa Bandera Azul. Estos polos de desarrollo en Guanacaste, que durante los últimos años han experimentado una explosión de inversión, construcción y empleo, también han atraído la contaminación.
En peligro no solo está la imagen “verde” que el ICT mercadea en el extranjero para atraer turistas al territorio nacional; sino también la salud de los costarricenses, quienes al menos tienen derecho a disfrutar de los regalos con que la naturaleza bendijo al país libres del temor a la enfermedad.
Aunque es un buen comienzo, es necesario que las autoridades velen con un ojo más avizor sobre el estado de nuestros mares y ríos.