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COLUMNISTAS


Miguel Ángel Agüero Alfaro, La Machaca y el Machaco In Memoriam

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 03 julio, 2019


Le conocí personalmente hace más de 20 años cuando empecé a incursionar en la política, como candidato presidencial del Partido Fuerza Democrática, allá por 1996 y 1997.

Le conocía yo a él por sus escritos y caricaturas humorísticas en la Purruja y, luego, en la Machaca, en los periódicos La Prensa Libre y en La República.

En esa campaña electoral le encantó nuestra propaganda, la del “naranjazo”, la de “déle un naranjazo al bipartidismo”. Habíamos creado un spot televisivo que cautivó especialmente a niños y adolescentes: un monstruo bicéfalo, que se identificaba en sus cabezas con PLN y PUSC, que recibía el naranjazo, idea publicitaria de Dionisio Cabal, con una canción muy pegajosa.

Pasada la campaña fui invitado a escribir en el periódico Al Día una columna semanal que se prolongó desde 1998 por ocho años.

Allí, en 1999, sobre esa idea del bicéfalo de la campaña electoral, cuando se hablaba de la reelección presidencial, escribí: “En el PLUSC, partidos Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana, algunos no ven con agrado esta situación porque aumentaría el número de precandidatos y descuadraría los compromisos existentes hoy… Tratan de presentarlos como los salvadores de la Patria, sobre los partidos de origen, pero unidos en las políticas económicas que impulsan los técnicos del PLUSC, como los sectores económicos y financieros favorecidos por sus políticas… Una nueva candidatura de cualquiera de ellos será siempre a nombre de estos partidos que vienen (des)gobernando desde hace años, con el bicéfalo PLUSC”.

De inmediato Miguel Agüero sacó una nota en la Machaca que decía: “Descubrimiento de Vladimir. Vladimir de la Cruz encontró las siglas para identificar al gran partido político costarricense, compuesto por lo que fueron el PUSC y el PLN. ¡Se llamará el PLUSC”. Rodolfo Cerdas luego lo mencionó, pero sin lugar a dudas La Machaca lo viralizó hasta hoy que se habla con la mayor normalidad del PLUSC, sin discutir su paternidad, lo que no tiene importancia.

Desde entonces también, con frecuencia, me relacioné, muy fraternalmente, con el Machaco que no tenía piedad cuando también se trataba de criticarme o de tenerme en la mira.

Cuando desarrolló La Machaca, se le empezó a conocer con cariño como El Machaco.

Formó parte de un grupo exclusivo, pequeño, selecto, de grandes periodistas, caricaturistas y humoristas políticos, que con humor, y con capacidad de caricaturizar, supieron sacarle punta a los sucesos políticos, principalmente, del país, desde principios del siglo XX, entre ellos Antolín Chinchilla Gutiérrez, Noé Solano Vargas, en la primera mitad del siglo XX hasta 1970, junto con Adolfo Herrera García, con su Pedro Porras, y su Columna Subversiva, pero sin caricaturas, supo interpretar y divulgar con humor y fina crítica, la posición política del Partido Vanguardia Popular, cada semana, cuando publicaba su Columna. Las páginas de Hugo Díaz Jiménez, en el Semanario de la Universidad, en el periódico Pueblo, que dirigió Javier Solís, en la República, en Gentes y Paisajes, Fernando Zeledón Guzmán, Zele, también con sus caricaturas en el prensa popular, los Semanarios Universidad, Adelante y Libertad, en el periódico Pueblo supieron llevar ácidamente, con fuerza, y el encanto de sus caricaturas y el humor refinado, su críticas sociales y políticas.

Era de ese grupo, también de periodistas, los que impulsaron La Semana Cómica, La Piapia, Alberto Cañas Escalante, Alvaro Fernández Escalante, Roberto Fernández Durán, Villegas Hoffmaister, de aguda sátira política, o de programas radiales como el de Parmenio Medina, “La Patada”, y ahora el de Norval Calvo y su gran equipo de trabajo de “Pelando el Ojo”.

Miguel Agüero, El Machaco, formó parte de esta estela selecta, y otros como ellos, que nos alegraban, nos hacían reír, no sé si a algunos les hacían llorar o rabiar por su fisga, su ácido comentario, donde nos hacían ver grandes problemas de una manera sencilla, directa, clara y contundente, en una imagen y unas cuantas palabras, lo que estaba en discusión pública, lo que estaba exhibiéndose en el Teatro político nacional y en las discusiones públicas, gastando por montones tinta y páginas a granel, y que ellos tenían el don de saberlo poner en sonrisas…y pocas líneas o en pocas palabras.

Es una tarea titánica la de poder convertir un gran tema en una imagen y pocas líneas. Es una proeza. Requiere de gran inteligencia, talento, imaginación, cultura, conocimiento histórico y político de la situación y de los personajes.

Se necesita para ello capacidad investigativa y sintética, tolerancia, capacidad de escuchar y de escudriñar allí donde está la noticia o el suceso, visión para determinar lo importante de lo accesorio, y actuar como si fuera un termómetro social de la conciencia popular, y como un gran cirujano que se presta a usar su bisturí para extirpar el mal que ha determinado o que se trate de enmendar la situación que critica o de la que se burla.

En el caso de Miguel Agüero la tarea fue mayor. Su esfuerzo no era semanal, ni quincenal ni mensual. Era diario, pues sacaba su Machaca diariamente, y una página no es fácil de llenar con la capacidad que él tenía.

Hacer ese trabajo diario es una tarea pesada, requiere oficio, disciplina, lectura y relectura de la realidad nacional para distinguir, sobre la cantidad de información, cuál puede ser la más importante para llevarla al lector al día siguiente. Esa es una proeza, sin que pierda actualidad. Si algo era actual era La Machaca, de allí que era casi la primera lectura en el periódico La República.

Descansaba de su Machaca generalmente un día a la semana, y cuando tenía vacaciones laborales.

Un día le dije, tomándonos un café en el Correo, que por qué para sus vacaciones no dejaba algunas páginas hechas, para quienes le seguíamos diariamente, y abríamos el periódico con su Machaca, antes de pasar a otras noticias, y me respondió: Mire Vladimir, puedo hacerlo, pero si yo descanso laboralmente, me imagino que políticos y personajes que trato también quieren tener un descanso de mi Machaca…y se reía cuando le dije que no había que darles descanso…que había que machacarlos como él lo hacía. Entonces, le dije en broma que cuando yo muriera podía ponerse sobre mi fosa una frase que dijera así: “Aquí descansa Vladimir, y en la casa todos”, y que con él iba a suceder lo mismo: “Aquí descansa la Machaca y en la Política todos”, y se reía a carcajadas…

Tenía Miguel Agüero 84 años al momento de su fallecimiento, pero bien vividos, activamente vividos. Iba diariamente al Periódico La República, su centro de trabajo, de reunión y de tertulia, conversación que se extendía al Café de la Oficina Central de Correos, en el centro de San José, donde a veces compartí mi tacita con él, y otros contertulios, así como también lo hice en el Café de la calle del Club Unión.

Hasta el 14 de junio, cumplió su trabajo diario en el periódico cuando se retiró para atender una dolencia de salud, de la que no se recuperó.

Miguel Agüero fue un periodista polivalente, cubría con su trabajo todas las fuentes periodísticas de opinión, en el campo de la sátira, la crítica humorística, que lo hacia con agudeza. Tenía, por esa formación, capacidad de hablar con cualquier personaje, de su interés, de todos los temas nacionales y de todos los temas de la agenda política nacional.

Con fineza y mordacidad analizaba la realidad nacional, y el comportamiento y actuaciones de los políticos, sus personajes, fueran de Gobierno, de la Asamblea Legislativa o de los partidos políticos, de los sindicatos o de las cámaras patronales. Hablaba de todo porque lo analizaba todo, y todo lo interesaba como le interesaba y preocupaba el país.

El trasfondo de sus luchas periodísticas fueron contra las malas actuaciones, las posibles corrupciones, los despilfarros institucionales y públicos, las crisis internas en los partidos políticos, los cuestionamientos surgidos en las campañas electorales, eran los temas relacionados con la honestidad, la probidad y la honradez pública, la ética profesional y personal.

Le interesaba el periodismo honesto, comprometido, de fondo, de análisis, no el rosa, o el corrongo como lo llamó Carlos Morales,

Su cultura y refinada educación le daban gran señorío personal, don de gentes, como se dice. En su vejez era un hombre grande, física y moralmente. De hablar bajo, sencillo, que denotaba un gran corazón, un gran ser humano, una gran persona. Con unos ojos no muy grandes, medio escondidos, pero con picardía y de profunda mirada, cuando uno estaba con él sabia que todo lo estaba viendo, atendiendo, porque a la vez miraba, veía, observaba, escudriñaba y de paso analizaba. A ello sumaba una figura bonachona.

Cuando iba a dejar, en persona, los artículos de mi Columna Pizarrón a la República, en verdad disfrutaba ese momento porque era obligado el saludo y la conversación con El Machaco, que siempre me atendió. Y cuando no lo veía siempre el periodista Esteban Arrieta me llevaba donde él, como un punto de llegada inevitable.

Su capacidad humorística le habían desarrollado una malicia natural, “malicia indígena”, como decía Parmenio, un sexto sentido, una picardía de abordaje ante las cosas y las personas. Esto le provocaba una coraza frente a los halagos de quienes le querían neutralizar por el puesto que desempeñaban y por las críticas que les hacía.

No le tenía miedo ni al Poder ni a los “poderosos”. No le daba temor tampoco la crítica que hacía, porque para El Machaco la Patria estaba Primero, su amor por Costa Rica era indiscutible. Por ello en su crítica también estaba el rumbo, el camino del país, el inmediato y el futuro.

Su pluma, su humor era como una espada de Damocles que pendía en todo el mundo político nacional.

En su campo periodístico el Colegio de Periodistas le hizo el homenaje correspondiente, y bien merecido. Los jóvenes periodistas que llegaban al Periódico tenían en El Machaco a su Maestro, a su Profesor, a su Consejero, y a su amigo, cuando de amistad se trataba. Respeto, cariño, bondad y solidaridad brotaban de su persona.

En él siempre estaba la sonrisa, el humor, la felicidad a flor de piel, la dignidad manifiesta, sus serenidad de espíritu.

Cuando el periódico La República eliminó hace bastante tiempo su página impresa de Opinión no pudo eliminar la página de La Machaca, que se había ganado ese sitio más allá de cualquier avatar empresarial, porque estaba en el corazón de sus lectores y del mundo político costarricense.

Con la muerte de Miguel Agüero, El Machaco y su Machaca, las personas que le queríamos y apreciábamos hemos perdido un gran y buen amigo, un gran conversador, un gran periodista de humor, una persona extraordinaria, sobresaliente, un gran ser humano, de gran y aguda inteligencia. El país ha perdido una de sus mejores plumas humorísticas, el periodismo de opinión uno de sus mejores personajes, porque su página humorística era puro periodismo de opinión en el buen sentido del concepto.

Con su desaparición física se ha ido el Hombre Libre que siempre fue.

Se podía estar de acuerdo o no con él, con sus comentarios, con su pluma humorística, con su sátira, con su crítica fina o mordaz, con su fisga, con el ácido de sus juicios o palabras, pero en lo que no había desacuerdo, era en su necesaria presencia periodística, en su valentía para enfrentar a quien fuera.

Miguel Agüero desde su página La Machaca era una opinión divergente, era una opinión de contracorriente, retadora en muchos aspectos del status quo, en todas sus formas, era un provocador nato, era un iconoclasta político, era un respetuoso irreverente de los santos del poder político y de la Iglesia Política nacional. Para él no había ni dioses, ni santos ni vírgenes políticas, ni izquierda ni derecha…

Su página que no admitía censura, censura previa o autocensura, política, empresarial o periodística, era una página de Libertad de Expresión.

La página de La Machaca se podría comparar con una morgue donde se atendían cadáveres políticos, se les preparaban muy bien y se les embellecía para su entierro, a otros los embalsamaba para que duraran su tiempo y, también, a otros, como si fueran Frankesteins, los resucitaba., a la vez que era como un cadalzo donde algunos se colocaban en el desfile hacia la guillotina o la horca. Esa era también parte de la magia periodística de Miguel Agüero.

Por su universo humorístico nacional Miguel Agüero, y su Machaca, fue un personaje fantástico, de humor contagiante...y cómplice… “lo dijo La Machaca”, “lo dijo El Machaco”…



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