Me honro en gritar mis colores rojinegros
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 19 junio, 2019
Me hice “alajuelense” por “Chumpi” Zeledón, mi papá, seguidor del Orión. Me llevó al Estadio Nacional a ver un juego entre el Orión y la Liga y ese día, “Chumpi” se jugó un partidazo. El niño, de siete años, quedó atrapado por los colores rojinegros. Todavía recuerdo nombres de la formación manuda de esa fecha: Carlos Alvarado, Nelson Morera, Vivo Quesada y Erick Molina; Panchita Leandro y Chona Rojas; Indio Retana, Chumpi Zeledón, Solanito, Morux y Farachín Alvarado.
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En la década 55-65 me convertí en un fanático del Alajuelense; los compañeros del Colegio seguidores del equipo, disfrutamos las mieles del triunfo y de los títulos como el tricampeonato 58-59-60, en mi caso, desbordado de pasión rojinegra gracias al espectacular fútbol de mi ídolo Juan Ulloa. “El loco” nos hizo estallar el corazón erizo con sus golazos.
El ingreso a la universidad y el matrimonio nos bajaron los ímpetus del fanático para dar paso a un seguimiento de la Liga más analítico, reflexionado y maduro.
En 1969 escribí mi primera crónica de un partido en La Nación y públicamente me declaré orgulloso seguidor del Alajuelense.
Siempre con tremendos jugadores:
Damos una alineación al azar: Alejandro González; Alfonso Estupiñán, Rodolfo Mills, Macho Agüero, Luis Raquel Ledezma; Palomino Calvo, Chalazo Vega, Juan José Gámez, Rolando Villalobos; Roy Sáenz, Errol Daniels.
Jamás olvidar el aporte profesional al club de “los checos”: Kollar, Mraz, Postulka y Bouska; y de “Los Carasucias”: Mayorga, Valverde, Peynado, Berry, Víquez, Arguedas y Brenes.
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En mi carrera como periodista deportivo, Badú Vieira fue el responsable de que retornara a mi sangre el fanatismo rojinegro.
El maravilloso Alajuelense de Badú transformó al cronista en fanático del equipo, pero no sucumbí en el equilibrio de la información.
Lamentablemente, la tecnología y la inmediatez en la información fue alejando cada día más a los periodistas de los escenarios deportivos, y el periodismo digital casi que los separó.
Hoy, después de medio siglo escribiendo desde los palcos de prensa de los coliseos, sigo a mi querida Liga a la distancia.
Soy manudo; soy seguidor rojinegro; mi corazón late entusiasmado en el triunfo, pero se apacigua y calma en la derrota.
Jamás, de viejo, he sufrido por una caída de mi León rugiente y hoy me honra formar parte de la enorme familia manuda que celebra orgullosamente el “Centenario”.
gpandolfo@larepublica.net
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