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Más plata y menos calidad

Federico Malavassi | Jueves 15 diciembre, 2016


Más plata y menos calidad

Excelente el reportaje de LA REPÚBLICA (9 de diciembre de 2016) acerca del estado de la educación pública costarricense. Es una importante llamada de atención acerca del exceso de gasto público y los malos resultados en la calidad.
El hecho es irrefutable y es una alarma importante en relación con la educación pública, los excesos burocráticos y los mitos sobre el gasto público.
Gastar en educación no es, por sí mismo, una inversión. Será inversión si se hace bien. Asimismo, el hecho de que el gasto sea público no solo no parece ser encomiable sino que parece ser perverso.
Así es, el Estado es torticero, enredado, complicado, burocratizado, parcializado y manirroto. Ha sido un error histórico considerar que cuando algo es importante o meritorio entonces debe estar en manos del Estado.
Los números están a la vista y es obvio que vamos por mal camino.
El problema es complejo pero puede solucionarse. En primer lugar, hay que admitir que subir el gasto no ha sido en sí mismo una buena medida.
De igual modo, hay que aceptar que hay un gasto particular o privado en educación que debe reconocerse, admitirse, aceptarse e integrarse adecuadamente. Es indiscutible que cada cual hará por sí mismo mucho más que el burócrata. Del mismo modo, es una verdad histórica que la labor de los padres de familia en beneficio de sus hijos es una conducta que debe reconocerse (con los excepciones del caso).
Dentro de las tareas pendientes en el Estado costarricense (artículo 170 de la Constitución, la descentralización municipal) no debe descartarse sino rescatarse la posibilidad de municipalizar la administración de la educación pública. El centralismo burocrático no ha sido bueno para la sociedad costarricense.
El Ministerio de Educación Pública (MEP), entonces, podría constituirse en un adecuado rector e inspector y garantizar la labor, en lugar de ser un pésimo gestor y administrador.
Por otro lado, parece que el MEP ha perdido el norte, pues se concentra mucho en hacer daño a la libertad y poco en mejorar los resultados, a pesar del inmenso gasto.
Es un pobre desempeño el que tenemos, el deterioro de la educación pública va acorde con el aumento del gasto. ¡Qué ridículo!
El sistema tiene muchas perversiones más, pero hay que ir desmadejando el asunto poco a poco. Por lo pronto, la denuncia es valiosa. Lo que sucede es que no se presta atención a ella por varias razones burocráticas, sindicales e ideológicas.
Habrá que insistir en estos pésimos resultados y meter el dedo en la llaga. Solo así se procederá a hacer los cambios necesarios.
Lo que sucede, también, es que los padres más responsables buscan cómo resolver los asuntos de sus hijos y se olvidan de los demás. Sin embargo, la sociedad es de todos y no debemos hacernos a un lado, aunque no tengamos hijos víctimas del sistema público.

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