Maridaje
| Viernes 24 octubre, 2008
ESQUINA EPICUREA
Maridaje
Constaté hace dos días, realizando una cata de vinos en un fino hotel de la Península de Papagayo en Guanacaste, a un grupo de empresarios estadounidenses que se reunían en una actividad de incentivo.
Hemos conversado una y otra vez respecto a la experiencia de combinar alimentos y bebidas, y es lo mucho que hay que trabajar en esto de manera íntima y expresar sin tapujos lo que se siente, sin importar la opinión de los demás o, mejor dicho, el miedo de no necesariamente articular palabras sofisticadas en relación a la experiencia.
En esta ocasión se trataba de un menú de tres platos y una serie de vinos que fueron escogidos para provocar y divertir.
Lo primero que hicimos fue una cata que llamó “flash blind wine tasting” o “degustación flash de vinos a ciegas”.
Con la clara misión de provocar, y específicamente, a las neuronas a través de los sentidos, se expusieron varios vinos blancos y tintos en una mesa sin que los asistentes supieran su origen o marca; ellos, de manera guiada y con cierta presión por hacer las cosas con cierto sentido de la urgencia, degustaron los vinos no poco a poco pero sí paso a paso, y siguiendo la instrucción de expresar de forma espontánea lo que sentían, así dijeran que el olor del vino les recordara el “armario de la abuela”, como dijo un querido amigo en una vieja sesión de vinos.
La noche se inició un poco recatadamente respecto a opiniones y poco a poco se comenzaron a escuchar más y más manifestaciones personales, hasta llegar a obtener expresiones de la intimidad de manera pública y generosa sobre combinaciones y su resultado.
Uno de los puntos interesantes, solo como ejemplo, es el de los quesos y el maridaje con los vinos; este es un tema interesante que provocó discusión, la conclusión fue que hay que hacerle caso al paladar y gusto individual, pero que hay ciertas reglas convenientes de seguir o por lo menos contemplar: los quesos fuertes (azul danés) combinan mejor con un vino tinto complejo (Cabernet Sauvignon) y que un queso seco y con notas de acidez (de cabra fresco) va mejor con un vino joven y refrescante como un Sauvignon Blanc, pues limpia el paladar y complementa la acidez.
Estas consideraciones salieron espontáneamente de la conversación provocada por la libertad de poder expresarse libremente sin temor a la crítica.
¡Buen provecho y hasta la próxima semana!
Maridaje
Constaté hace dos días, realizando una cata de vinos en un fino hotel de la Península de Papagayo en Guanacaste, a un grupo de empresarios estadounidenses que se reunían en una actividad de incentivo.
Hemos conversado una y otra vez respecto a la experiencia de combinar alimentos y bebidas, y es lo mucho que hay que trabajar en esto de manera íntima y expresar sin tapujos lo que se siente, sin importar la opinión de los demás o, mejor dicho, el miedo de no necesariamente articular palabras sofisticadas en relación a la experiencia.
En esta ocasión se trataba de un menú de tres platos y una serie de vinos que fueron escogidos para provocar y divertir.
Lo primero que hicimos fue una cata que llamó “flash blind wine tasting” o “degustación flash de vinos a ciegas”.
Con la clara misión de provocar, y específicamente, a las neuronas a través de los sentidos, se expusieron varios vinos blancos y tintos en una mesa sin que los asistentes supieran su origen o marca; ellos, de manera guiada y con cierta presión por hacer las cosas con cierto sentido de la urgencia, degustaron los vinos no poco a poco pero sí paso a paso, y siguiendo la instrucción de expresar de forma espontánea lo que sentían, así dijeran que el olor del vino les recordara el “armario de la abuela”, como dijo un querido amigo en una vieja sesión de vinos.
La noche se inició un poco recatadamente respecto a opiniones y poco a poco se comenzaron a escuchar más y más manifestaciones personales, hasta llegar a obtener expresiones de la intimidad de manera pública y generosa sobre combinaciones y su resultado.
Uno de los puntos interesantes, solo como ejemplo, es el de los quesos y el maridaje con los vinos; este es un tema interesante que provocó discusión, la conclusión fue que hay que hacerle caso al paladar y gusto individual, pero que hay ciertas reglas convenientes de seguir o por lo menos contemplar: los quesos fuertes (azul danés) combinan mejor con un vino tinto complejo (Cabernet Sauvignon) y que un queso seco y con notas de acidez (de cabra fresco) va mejor con un vino joven y refrescante como un Sauvignon Blanc, pues limpia el paladar y complementa la acidez.
Estas consideraciones salieron espontáneamente de la conversación provocada por la libertad de poder expresarse libremente sin temor a la crítica.
¡Buen provecho y hasta la próxima semana!