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FORO DE LECTORES


Los “costarricas” que somos

| Jueves 27 octubre, 2016


Los “costarricas” que somos

George Miley
Exdirector consejo de Sutel

El 13 de octubre de 1821, llegan a los “costarricas” (así nos decían en aquellos días) el Acta de Independencia de España, procedente de Guatemala, y el Acta de Independencia de Guatemala, procedente de la Diputación Provincial de León. Debido a que estos documentos vienen en frío, sin saber nadie lo que está pasando en el resto de la región, el Ayuntamiento de Cartago debe pronunciarse al respecto. Al no saber qué hacer, y siguiendo muy al pie de la letra nuestra idiosincrasia tica, el Ayuntamiento (respaldado posteriormente por los Ayuntamientos de San José y Alajuela) decide hacer una respuesta en la que el país no tomará partido ni con un documento ni con el otro. Por lo que acuerdan (al mejor estilo tico):

”Hemos retractado hoy nuestro voto resistiendo absolutamente de tomar partido, previniendo que por ahora no se haga novedad alguna en el particular, y que se conteste a una y otra autoridad (Guatemala y León) el recibo de los papeles”… Es decir, manden a decir que gracias por el correo. Que lo recibimos. Y punto.

Más adelante, y para confirmar esa ambivalencia de ni fu ni fa, se acuerda que:

“Es claro que de nuestra indiferencia ahora ninguna responsabilidad puede resultarnos y de tomar partido, mucha”.

O sea, al mejor estilo de un vaquero se quitan el tiro. Que mejor digan que aquí corrió a que aquí murió… que ni digo mucho para que no me trasquilen luego.

Aun así, con ese derroche radiante de la diplomacia refinada con influencia brasilera-afrancesada tuyu (nótese el sarcasmo ya que nuestra Costa Rica de entonces era la más pobre del Imperio, la más rezagada y la menos poblada, con poco más de 60.000 habitantes), esa decisión valió para que esperáramos hasta el 29 de octubre de 1821, y que se aclararan los nublados del día. Y a partir de allí, se transforma Costa Rica poco a poco, para dar pie a que hoy estemos donde estamos como país. Una independencia caída del cielo, no esperada, pero que nos ha hecho los costarricas que somos.

Así pues las cosas, fue como los costarricas fuimos parte del imperio español, luego pasamos un tiempo como parte de Guatemala, otro parte de México, pasando después a la República Federal Centroamericana y finalmente, nos hicimos República de Costa Rica en 1848 (27 años después de aquellos días grises y nublados). Fue desde 1821 en adelante que nuestra Costa Rica vio guerras civiles, golpes de Estado, fraudes electorales, hasta el intento por parte de un grupo de filibusteros estadounidenses sureños de convertir a Nicaragua y Costa Rica en terrenos norteamericanos anexos, con fines de controles económicos (como lo fueron los intentos de hacer repúblicas a Sonora y Baja California, entre otros) y expansionismo imperial que era el sabor del día en ese entonces.

Lo curioso de este peloteo de quiénes éramos antes, es que 195 años después seguimos en situaciones similares. Cada cuatro años tenemos nuestros minigolpes de Estado democráticos; un espacio donde democráticamente elegimos a un representante y su Gobierno, que nos dicen las maravillas que lograremos si los elegimos, porque (según ellos) el Gobierno que va de salida nunca logra nada porque fueron pésimos. Pero al cabo de cuatro años, nos damos cuenta de que estamos peor que al inicio. Y en el mejor de los casos, salimos tablas. Pero la historia, es la misma.

Y es que para muestra un botón. La seguridad personal, la seguridad jurídica, la seguridad del costarricense, pero sobre todo, la seguridad de un futuro mejor, se han ido erosionado. Estamos frente a problemas complejos de la sociedad, que van desde la seguridad, hasta la ingobernabilidad. Hoy en día, los delincuentes pueden cometer delitos y andar libremente por las calles cuando gusten. Todo está en el poder de la mente… Porque al fin y al cabo, si los atrapan, pasan por el VIP judicial que les tenemos de procesos cuasi-penales y rapidito nos saludan de vuelta en la calle. La situación en la que nos vemos hoy, es una en donde a los delincuentes no les vemos sus rostros, donde ellos son los inocentes, a pesar de que tengan el arma humeante en sus manos, y para peores (como siempre al perro más flaco se le pegan las pulgas), donde los ciudadanos de a pie estamos a ciegas - porque con el honor de un delincuente no se juega.
La seguridad actual de todos los ticos, empresarios, policías, niños y gobernantes, está en juego. Países latinoamericanos lo vivieron en los años 80, ciudades de EE.UU. lo vivieron en los años 90, y aquí lo vivimos hoy. Lo curioso es que cada vez que hay una encuesta sobre lo que preocupa a los ticos, y no sale seguridad de primero en la lista, rápido nuestros gobernantes (y muchos otros) nos inflamos el pecho y felices gritamos a los cuatro vientos que ya no es la seguridad el tema que más nos preocupa en Costa Rica…
Pero debemos preguntarnos el porqué de ese cambio en lo que vemos como grandes preocupaciones. Lo triste, es que veremos que es por la indiferencia del tico. Quizá con justa razón, porque no hay cierre a los casos abiertos. No hay castigo a los criminales. No hay ley dura. Lo que sobran son procesos larguísimos, conferencias de prensa con bombos y platillos, matutinos en vivo cada mañana con el equipo SERT rompiendo puertas, portones (y a veces a ellos mismos). Pero los ticos caímos en un estado mental que puede ser de lo más dañino que le puede pasar a un ser humano – a tener desidia y aceptar como normal lo que no lo es. Nos acostumbramos. Nos domesticamos. Nos dejamos llevar con el cuento que esto ahorita se soluciona. En cierta manera vivimos en un largometraje donde traemos al maestro Mario Moreno “Cantinflas” a que nos ayude a entender este gran problema perenne de la seguridad y que no se resuelva. Sabiamente dijo, “Lo difícil lo hago de inmediato, lo imposible me tardo un poquito más”. Y ahí está el detalle. Que ese poquito más, mucho ha demorado. Y ha desmoronado a personas, a familias, a comunidades, a pueblos. Y seguimos con que hay que esperar un poquito más…

Y así es de cierto… Un poquito más vamos a tener que esperar, tal como lo dijo Cantinflas, en todo. Como por ejemplo, lo que se refiere a la infraestructura (o ausencia de la misma) en Costa Rica. Porque en esa materia, la de infraestructura nacional, tal como otro gran maestro, el Chavo del Ocho, diría – “Póngale un cero por bruto”. Y antes que se me enoje alguno, bruto significa necio o incapaz. Y es que hemos sido incapaces de avanzar.

Incapaces de avanzar en obras viales. Incapaces de avanzar en proyectos de transporte público (buses, metro, interlíneas, tren urbano). Es tal el nivel de incapacidad (de brutalidad, o del cero más cero de los ceros) que el Estado costarricense pide prestado a organismos multilaterales o Banca de Desarrollo, para supuestamente hacer infraestructura… Pero lo que pasa es que terminamos pagando los intereses y nos sentamos a ver el capital en un banco, sin tener ni una sola obra. En términos cristianos, es como solicitar una tarjeta de crédito a un banco, pero aceptar que me cobren intereses sobre el límite completo de la tarjeta, aunque no la use del todo. Y como no me aventuro a comprar nada con la bendita tarjeta (un helado, un churchill, un vigorón), igual le pago al banco la totalidad de intereses por no usar la tarjeta. ¿Qué? Eso no tiene sentido. ¿Usted lo haría con su plata? No. ¿Entonces por qué lo hacemos con la plata de todos?

Y para hacer la gracia más linda y peor aún. ¿Pediría usted esa tarjeta y pagaría esos intereses sin usar la tarjeta sobre el total del límite, pero como no tiene plata para pagar los intereses, va y saca un préstamo para eso? ¡Jamás!… Eso hacemos hoy en Costa Rica. Sacamos prestado (nos endeudamos más como país) para pagar los intereses de algo que podría usar para comprar pero que no compro. ¡Es una barbaridad! Es que lo que habría que hacer con la hoja de papel donde pongan esa genialidad de ocurrencia, es ponerle una rayita en diagonal a cada esquina de la hoja (/ \)… porque es un cero tan grande que se sale de la hoja y solo se le ven esas pasaditas en las esquinas… y todo eso por brutos, necios o incapaces (según nos ilustra el diccionario de la Real Academia Española).

Y si nos asomamos por el patio de la economía… la única economía que vamos a ver es la de la olla raspada, la lata de atún reutilizada con algo de herrumbre y la cuchara ondulada de cada mordisco que le damos porque la plata no alcanza. De ahí en adelante, la economía es una palabra “burguesa” (no hamburguesa porque esa es la que no se puede ni pagar ya) que se sirve en manjar cuando unos son más iguales que otros y pueden acceder a importar/exportar bienes, porque los demás lo que hacemos es verlos pasar, y pagar por ellos (cuando se puede) el precio caprichoso que nos impongan. Casi que suena a que aquellos documentos que nos mandaron 195 años atrás no nos liberaron tanto…

La economía se ha vuelto un comodín de moda al mejor estilo de Milán... que está mejor… que está peor… en fin, es un hospital, porque nunca mejora… o es un concurso de belleza porque siempre la comparan con la de la par - que EE.UU. y China tienen tanto y nosotros no. En fin, la economía está como le convenga al economista de turno y lo que el jefe diga. Pero para el 99,9999% de los “costarricas” (palabrilla de domingo), la economía es de zoológico – está pa’l tigre…

El tipo de cambio agobia a unos y desfalca a otros. La productividad no está donde queremos que esté dado lo que se invierte. Las tasas de interés no promueven la aceleración económica. Y la inflación pareciera ser que es de otro planeta. En fin, en macroeconomía estamos a la libre, sin un rumbo que lleve al costarricense de día a día, de vuelta a un puerto seguro donde pueda contemplar tranquilamente el paisaje. Seguimos subidos en el Titanic, en medio de altamar, y listos para pegar con el témpano de hielo (iceberg)… Aunque siendo en Costa Rica, eso suena muy poético y lejano. Para nosotros es más como esto - subidos en el tren de Incofer de las 5.30 de la tarde, en medio de un aguacero de esos que se moja uno con solo ver llover, y faltando un kilómetro para la parada de uno, pasa el tipo que se salte el cruce de la línea férrea, choca con el tren (culpa del tren, obvio) y a bajarse todos en medio pastizal, en medio aguacero, a ciegas, embarrialado y sin sombrilla, para caminar y ver cómo carajos llegamos a nuestro destino luciendo felices, sin barro y con la frente en alto. Calladito es más bonito.
Y si vemos el tema de las oportunidades de trabajo, mejor nos morimos de vergüenza. Porque si bien es cierto tenemos estabilidad en los índices de desempleo, que son de casi un 10%, tenemos un país donde el trabajo informal es de casi un 45%. Entonces, ¿cómo hacemos para ver la verdadera magnitud del desempleo y la desesperación de llevar comida y bienestar a los hogares?
Estamos constantemente leyendo que no generamos en las universidades del país, suficientes profesionales para lo que se necesita en el mercado laboral, y es por eso que no atraemos más Inversión Extranjera Directa al país. Y es por eso que no se pueda crecer en esas áreas y otras conexas de la industria nacional o de exportación. Por otro lado, nos dicen, que el cuento que siempre nos inculcaron acerca de la excelencia de la educación en Costa Rica, no es tan excelente y que se nos va en picada. Gastamos porcentualmente una completa barbaridad en la educación, pero el retorno en inversión no se ve.
Si este país fuera una empresa privada, la Junta Directiva y los accionistas nos hubieran cerrado la llave de seguir metiendo plata en los proyectos hace rato y hubieran pedido el cambio de los planes y los ejecutores, y con suerte hasta la cabeza del gerente general se hubieran llevado ya (¿será eso un golpe de Estado?). Y no digo que no estoy orgulloso con lo que Costa Rica ha hecho por muchas décadas y que hoy todavía hace. Pero estar orgulloso de eso, no es suficiente. Como seres humanos, debemos aspirar a más para poder salir adelante y soñar para crecer. De lo contrario, nos metemos a caminar en un pasito tun-tun que es donde yo veo que nos quedamos hace ya unos lustros.

Porque hay muchos que olvidan un juramento que está en un documentito (que muchos no leen) pero igual juran por él, y que dice:

“¿Juráis a Dios y Prometéis a la Patria, observar y defender la Constitución y las leyes de la República, y cumplir fielmente los deberes de vuestro destino?
-Sí, juro.
-Si así lo hiciereis, Dios os ayude, y si no, El y la Patria os lo demanden".

Este es el Articulo 194 de la Constitución Política de la República de Costa Rica. Que ha costado sangre. Que ha costado guerras. Que ha costado sufrimiento. Que ha costado dolor. Y si los servidores públicos no lo hacen cumplir como Dios manda, pues debemos demandar que lo hagamos cumplir los que somos de a pie para que retomemos las riendas del país, y no seguir pidiendo un tiempito más o que nos pongan una vez más un cero en lo que hacemos.

Para muchos lo importante es saber que en Costa Rica todo es Pura Vida y que somos el País Más Feliz del Mundo. Y por eso es totalmente entendible lo que dijeron en el ayuntamiento aquel 13 de octubre de 1821 – “Es claro que de nuestra indiferencia ahora ninguna responsabilidad puede resultarnos, y de tomar partido, mucha”.

Yo no sé ustedes, pero yo prefiero tomar partido, y que la responsabilidad sea mucha. Porque de lo contrario si Dios y la Patria no me lo piden, mis hijos sí me lo van a demandar.






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