Lo que nos falta por hacer
El modelo de sociedad que fue posible junto a la abolición el ejército, debe continuarse hoy, eliminando las armas de la sociedad civil y propiciando desarrollo pleno universal
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 02 diciembre, 2011
Ayer, 1° de diciembre, conmemoramos un aniversario más de haber sido de los primeros países en abolir el ejército. Eso nos dio el reconocimiento mundial y nos permitió ser una república que declaraba ante el resto de las naciones su vocación pacífica, pero no como un acto de palabra sino como un mandato constitucional.
Esa fue una decisión política de la que podemos sentirnos orgullosos, porque no solo significó decirle al resto de los habitantes del planeta que no queríamos empuñar un arma nunca más para matar a alguien, sino que nos permitió, país pobre como somos, emplear los recursos económicos que se habrían tenido que usar en la compra de armas en educación, salud y bienestar social.
Es decir, subimos un importante escalón en la tarea humana de ser cada vez mejores, más solidarios y ocupados en mejorar nuestra calidad de vida como colectividad.
Ese fue un paso trascendental en nuestra evolución. Sin embargo, aún estamos ante un problema que no se resolverá en forma automática. Debemos también actuar para resolverlo a nuestro favor. En nuestra sociedad, además de no tener un ejército, debemos asegurarnos una forma de acabar con el gravísimo mercado subterráneo de armas.
Esa es la gran tarea de hoy. Lograr que cada niño, adolescente y adulto de este país recupere la ilusión y la esperanza por medio de una vida plena, en buena salud, buena educación y como consecuencia de ello buenas condiciones de trabajo. Pero también buenas condiciones para el deporte, la recreación y el disfrute de todas las manifestaciones de la cultura. Cuando esta alternativa se ofrece siempre es muy bien recibida.
Si se le ofrece eso a nuestra gente, a la sociedad civil, seguramente lo preferirán a otras opciones que incluyen violencia, armas, drogas y en general desesperanza.
El modelo de sociedad que fue posible cuando se abolió el ejército, debe complementarse hoy con ausencia de armas en la sociedad civil y con el acceso universal a un entorno vital que logre recuperar la ilusión por el desarrollo de seres humanos plenos, honestos, laboriosos, solidarios y felices.