"Live Aid" cumple 25 años
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 14 julio, 2010
“Live Aid” cumple 25 años
¿Los conciertos solidarios tienen mucho de lo primero y poco de lo segundo?
Nadie dudó jamás de sus buenas intenciones o de la calidad musical desplegada en aquel par de espectáculos de Londres y Filadelfia, pero el 25 aniversario del “Live Aid” solo trae consigo una lectura concreta: los conciertos solidarios tienen mucho de lo primero y poco de lo segundo.
Al margen de una hipotética labor de concienciación social, cuya efectividad se ha mostrado como mínimo dudosa, los eventos realizados bajo el eslogan de una causa noble no han pasado de constituir una excusa perfecta para disfrutar unas horas con artistas de distinto pelaje y condición.
“Live Aid” fue el primero en establecer un modelo concreto que luego se ha repetido durante el último cuarto de siglo: grandes nombres, público mundial, retransmisiones en vivo, explotación del merchandising y, sobre todo, resultados insatisfactorios.
Ese fue el caso de la iniciativa emprendida por el músico irlandés Bob Geldof, que movilizó a artistas de medio mundo para participar en dos conciertos que se llevaron a cabo el 13 de julio de 1985 en los estadios Wembley y John F. Kennedy.
El objetivo era paliar los devastadores efectos que la hambruna estaba provocando desde un año antes en Etiopía, donde cientos de miles de personas murieron de inanición ante la pasividad de los gobiernos occidentales.
Status Quo, Ultravox, Elvis Costello, Sade, Sting, U2, Dire Straits, Queen, David Bowie, The Who, Elton John o Paul McCartney integraron parte del monumental cartel que se programó para el show de Inglaterra, seguido en directo por más de 75 mil espectadores.
No le anduvo a la zaga su homólogo estadounidense, que reunió a 100 mil almas para presenciar las actuaciones de, entre otros, Joan Baez, Black Sabbath, The Beach Boys, Simple Minds, Santana, Madonna, Tom Petty, Neil Young, Eric Clapton, Bob Dylan o Crosby, Still, Nash & Young.
La recaudación final ascendió a $250 millones, un éxito incontestable, un triunfo sin precedentes de no ser por las ONG que, alarmadas, avisaron del oscuro destino que había tomado aquel jugoso montante económico.
Esas voces discordantes avisaron que el dinero entregado a Etiopía —unos 70 millones— había ido a parar a las manos del Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT), organización secesionista que mantenía una lucha armada contra el Gobierno de Etiopía.
Los rumores ganaron mayor credibilidad cuando fueron confirmados el pasado marzo por la cadena británica BBC, que consiguió los testimonios afirmativos de dos ex miembros del FLPT: Aregawi Berhe y Gebremdhin Araya.
Estos fueron los estertores finales de aquellos dos conciertos que tuvieron su propia secuela con “Live 8”, 11 conciertos celebrados en julio de 2005 y que se desarrollaron en distintas ciudades de Africa, Europa, América y Asia.
Para entonces los objetivos ya eran sensiblemente menores, y de la colecta pecuniaria se había pasado al mero intento de comunicar un mensaje de esperanza, solidaridad y compromiso que se olvidó tan pronto como terminaron los espectáculos.
Con “Live Aid”, en definitiva, se acabó la inocencia, la idea de que esta clase de gestos podían propiciar un cambio real. En la actualidad, los conciertos benéficos siguen suscitando aprobación y seguimiento, pero ya no se esperan milagros. Bastan unas horas de buena música para lograr el contento general.
Madrid
EFE
¿Los conciertos solidarios tienen mucho de lo primero y poco de lo segundo?
Nadie dudó jamás de sus buenas intenciones o de la calidad musical desplegada en aquel par de espectáculos de Londres y Filadelfia, pero el 25 aniversario del “Live Aid” solo trae consigo una lectura concreta: los conciertos solidarios tienen mucho de lo primero y poco de lo segundo.
Al margen de una hipotética labor de concienciación social, cuya efectividad se ha mostrado como mínimo dudosa, los eventos realizados bajo el eslogan de una causa noble no han pasado de constituir una excusa perfecta para disfrutar unas horas con artistas de distinto pelaje y condición.
“Live Aid” fue el primero en establecer un modelo concreto que luego se ha repetido durante el último cuarto de siglo: grandes nombres, público mundial, retransmisiones en vivo, explotación del merchandising y, sobre todo, resultados insatisfactorios.
Ese fue el caso de la iniciativa emprendida por el músico irlandés Bob Geldof, que movilizó a artistas de medio mundo para participar en dos conciertos que se llevaron a cabo el 13 de julio de 1985 en los estadios Wembley y John F. Kennedy.
El objetivo era paliar los devastadores efectos que la hambruna estaba provocando desde un año antes en Etiopía, donde cientos de miles de personas murieron de inanición ante la pasividad de los gobiernos occidentales.
Status Quo, Ultravox, Elvis Costello, Sade, Sting, U2, Dire Straits, Queen, David Bowie, The Who, Elton John o Paul McCartney integraron parte del monumental cartel que se programó para el show de Inglaterra, seguido en directo por más de 75 mil espectadores.
No le anduvo a la zaga su homólogo estadounidense, que reunió a 100 mil almas para presenciar las actuaciones de, entre otros, Joan Baez, Black Sabbath, The Beach Boys, Simple Minds, Santana, Madonna, Tom Petty, Neil Young, Eric Clapton, Bob Dylan o Crosby, Still, Nash & Young.
La recaudación final ascendió a $250 millones, un éxito incontestable, un triunfo sin precedentes de no ser por las ONG que, alarmadas, avisaron del oscuro destino que había tomado aquel jugoso montante económico.
Esas voces discordantes avisaron que el dinero entregado a Etiopía —unos 70 millones— había ido a parar a las manos del Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT), organización secesionista que mantenía una lucha armada contra el Gobierno de Etiopía.
Los rumores ganaron mayor credibilidad cuando fueron confirmados el pasado marzo por la cadena británica BBC, que consiguió los testimonios afirmativos de dos ex miembros del FLPT: Aregawi Berhe y Gebremdhin Araya.
Estos fueron los estertores finales de aquellos dos conciertos que tuvieron su propia secuela con “Live 8”, 11 conciertos celebrados en julio de 2005 y que se desarrollaron en distintas ciudades de Africa, Europa, América y Asia.
Para entonces los objetivos ya eran sensiblemente menores, y de la colecta pecuniaria se había pasado al mero intento de comunicar un mensaje de esperanza, solidaridad y compromiso que se olvidó tan pronto como terminaron los espectáculos.
Con “Live Aid”, en definitiva, se acabó la inocencia, la idea de que esta clase de gestos podían propiciar un cambio real. En la actualidad, los conciertos benéficos siguen suscitando aprobación y seguimiento, pero ya no se esperan milagros. Bastan unas horas de buena música para lograr el contento general.
Madrid
EFE