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Las mujeres políticas y el patriarcado

| Lunes 13 febrero, 2012


Las mujeres políticas y el patriarcado

Un cambio importante se dio en Costa Rica a partir del 8 de mayo de 2010 cuando una mujer, por primera vez en nuestra historia, se colocó la banda presidencial con los colores de nuestra bandera.
Laura Chinchilla Miranda llegó a la Presidencia de la República gracias al voto de casi 900 mil costarricenses, y después de 189 años de vida democrática e independiente, donde solamente los varones llegaban a ser presidentes, o jefes de Estado al inicio de nuestra independencia.
Con esa elección se produce una ruptura en el orden patriarcal de las cosas, permitiéndole a una mujer alcanzar el poder investido en la figura de gobernante, que ha sido tradicionalmente masculino.
Este hecho conlleva detrás siglos de historia y luchas por la igualdad y equidad de género en América Latina y el resto del mundo; pero además, representa casi una extrañeza, bien podría decir una amenaza, para la lógica patriarcal de la sociedad.
No es casual entonces, que un medio de comunicación publique los resultados de una encuesta durante el mandato de una mujer, en la que se le pregunta a la ciudadanía, precisamente, si apoyaría nuevamente a una mujer para llegar a la presidencia del país. Es inevitable pensar entonces, ¿cuántas veces durante los gobiernos pasados se le preguntó a las y los ciudadanos si votarían nuevamente por un hombre para ocupar la Presidencia de la República?
La pregunta formulada de ese modo parece absurda, porque el patriarcado señala con claridad cuáles espacios deben ocupar las mujeres y cuáles los hombres, y claramente el terreno de lo público, de lo político, no ha sido considerado como femenino.
Pero preguntarle a la ciudadanía si votaría nuevamente por una mujer, debería ser tan absurdo, como preguntarle si votaría de nuevo por un hombre. No es la condición de género la que incidirá en lo bien o mal que gobierne una persona; sino su capacidad, su liderazgo, su conocimiento de la realidad costarricense, su aptitud de servicio público, su preparación, su habilidad política y su honestidad.
Es necesaria una profunda reflexión al respecto, porque las mujeres hemos ido conquistando lugares en la vida pública de nuestro país, reivindicando nuestros Derechos Políticos y nuestros derechos como Mujeres Políticas en medio de una sociedad y una cultura patriarcal y misógina; pero ese no es un tema resuelto.
Aún no logramos alcanzar la paridad real en los puestos de elección popular tanto en el nivel central como en lo local, y con preocupante frecuencia regidoras, síndicas, vicealcaldesas y diputadas alertan sobre situaciones de acoso y persecución por condición de género en el espacio político.
Y como si el patriarcado necesitara evaluar constantemente el liderazgo político de las mujeres (por si acaso pudiéramos desafiarlo), vemos como, sin haberse cumplido el segundo año de gobierno de la administración Chinchilla Miranda, son muchas y muy diversas las encuestas de opinión realizadas sobre la gestión e imagen de la mandataria, llegando incluso a cuestionar a la ciudadanía SI VOLVERIA A VOTAR POR UNA MUJER.

Siany Villalobos Argüello
Diputada





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