La influencia de China en el mundo tiene forma de rieles
EFE | Viernes 05 diciembre, 2014
La influencia de China en el mundo tiene forma de rieles
China ha decidido explotar el poderío de su sector ferroviario a través de numerosos proyectos en esta área a lo largo y ancho del planeta que “encarrilan” al gigante asiático como potencia mundial.
Con una fórmula de tecnología avanzada y bajos precios, no parece haber rincón que se resista a la pujanza de China en el campo ferroviario. Desde reemplazar las arcaicas locomotoras del metro de Boston hasta enviar trenes a Malasia, rara es la semana que el país oriental no anuncie algún acuerdo con otro al respecto.
A finales del pasado mes China Railway Construction Corp y Nigeria firmaron un millonario contrato —el mayor logrado hasta ahora por una empresa china en el exterior—, para construir una línea de ferrocarril que una Lagos, la capital económica nigeriana, con la oriental Calabar.
Un megaproyecto que, no obstante, fue eclipsado rápidamente, cuando días después un diario chino publicó que Pekín negocia con India la posibilidad de construir el primer ferrocarril de alta velocidad en el subcontinente entre las ciudades de Delhi y Chennai.
Consolidado como el país con la mayor red de trenes de alta velocidad del mundo, China también culminó hace meses una línea de tren en Angola (al que compró el 45% de su producción petrolífera en 2013), y anunció poco antes que construirá una vía entre la capital keniana, Nairobi, y la costera Mombasa.
Cuando finalice en 2018 el corredor que sustituya al centenario “Lunatic Express”, evocado en clásicos de Hemingway o Kapuscinsky, Pekín planea extenderlo de forma eventual a Uganda, Ruanda, Burundi y Sudán del Sur, un proyecto con el que quiere demostrar que su “sueño africano” no es solo un safari en busca de materias primas.
Y es que, después de que algunos países africanos hayan denunciado en ocasiones que China traslada a sus naciones abusivas políticas laborales, como la baja contratación de mano de obra local, parece que Pekín comienza a cambiar las reglas.
“En algunas zonas los estándares laborales chinos ya han alcanzado niveles internacionales, por lo que mucha gente está más dispuesta a trabajar para ellos”, dijo Eric Joshua, periodista y productor de cine de Zambia.
No obstante, la potencia asiática, que se beneficia de estas construcciones en cuanto a que le facilitan el acceso a materias primas y agilizan su distribución, se sigue enfrentando a críticas y al recelo de algunos países.
Recientemente, el Ejecutivo mexicano revocó una licitación que había sido concedida al consorcio estatal chino CRC para construir el primer tren de alta velocidad en el país norteamericano ante sospechas acerca de la transparencia del concurso.
La polémica decisión coincidió con la visita del presidente Enrique Peña Nieto a China con motivo de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (10 y 11 de noviembre), y supuso una crisis diplomática considerable entre México y China.
Así, mientras el Gobierno de Xi Jinping hace planes para impulsar una doble “Ruta de la Seda”, terrestre y marítima, que dé un nuevo aire a las rutas comerciales con Asia occidental y del sur, los proyectos del gigante en América se perciben en ocasiones como un intento de hacer frente a los de EE.UU. en la región Asia-Pacífico.
Entre estos mastodónticos planes destaca la idea de China de unir las costas Pacífica y Atlántica a través de una línea ferroviaria Perú-Brasil, que recibió el beneplácito del presidente peruano, Ollanta Humala, durante su visita a Pekín por la cumbre de la APEC.
Proyectos, como el de la línea interoceánica, con los que China defiende sus intereses comerciales, diversifica sus importaciones y espera abaratar costes de transporte.
Las construcciones “son uno de los ejes de la estrategia de internacionalización de China y de sus grandes empresas estatales para diversificar sus suministros de energía”.
Pekín/EFE