La Costa Rica que todos quieren
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 05 noviembre, 2007
Es evidente que la población tiene, entre sus más preciados deseos, volver a vivir en una Costa Rica que algunos, los mayores, recuerdan, pero esto no por nostalgia del pasado sino por legítimo derecho a una mejor calidad de vida.
Esa calidad de vida, aun cuando se tenga buena salud, recursos económicos y otras ventajas, no puede disfrutarse plenamente si no se vive en un país seguro, en donde no reinen como parte del diario vivir, el crimen organizado, los robos a transeúntes, automóviles y viviendas, el tráfico de drogas.
Se trata del derecho a aquella Costa Rica en la que se podía pasear por las calles, llevar los niños al parque o permanecer en casa, en paz, sin amenazas del hampa.
Aquella Costa Rica se forjó mediante un gran plan nacional que significó trabajo, educación y asistencia social a toda la población. Produjo muchos años de paz social.
Hoy el mundo es otro y la fórmula seguramente podría ser diferente a la de aquel entonces, pero no así los resultados que deberían ser los mismos. La nueva circunstancia mundial no tendría que ser obstáculo para encontrar el camino de vuelta a una Costa Rica sin mendigos en las calles, con trabajo para todos, con un Seguro Social capaz de brindar buen servicio, con jubilación asegurada para todo el que haya cotizado debidamente, en fin, una calidad de vida y un país de paz para todos.
Sin embargo, por el momento esa gran fórmula que lleve a ese nuevo estado social no se vislumbra. En una sociedad generadora de situaciones de extrema pobreza, sumada a una pérdida de valores como caldo de cultivo de la delincuencia, el alcoholismo y las drogas, lo que resalta día a día, y es lógico que así sea, son sus consecuencias.
Estamos urgidos de mentes lúcidas, con vocación, que se decidan a dar el paso y devolverle el sentido a la política, sentando las bases para la recuperación de la Costa Rica perdida.
Tendrán, sin duda, el apoyo decidido de la población. Sin embargo, la condición para lograrlo será salir de la retórica y enunciar el plan para el cambio de manera que la población pueda creer en él comprobándolo en la práctica.