La altura sí importa
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 15 abril, 2010
La altura sí importa
¿Cómo reaccionaría usted si, al emprender un viaje aéreo, el piloto anunciara que volará a tan solo 500 metros de altura? ¿Qué viene a su mente? ¿Qué teme? ¿Y sabe qué es lo peor? ¡Que usted tendría razón al pensar todo eso! Los riesgos serían altísimos y el aterrizar pronto se convertiría en su prioridad.
Nos sucede a todos. Cuando nuestros pensamientos y relaciones vuelan bajo, lidiamos con todo tipo de obstáculos y personas. Nos encontramos con quienes poseen falsas intenciones, conductas oscuras, mentiras y maldad en sus palabras. Las situaciones más pequeñas las vemos enormes. Ante la ausencia de metas altas, el trabajo se convierte en calamidad, la pereza en pariente y la irritación emocional en una constante. En esos bajos laberintos chocamos con muchos y casi por todo.
¿Qué hacer? ¡Elevar el propósito! Tomar conciencia de la razón superior por la que hacemos las cosas, mantener el respeto por nosotros mismos y ascender hacia una mayor altura de pensamientos y relaciones en las cuales ocupar el tiempo y los talentos. Cuanto más elevados son los principios y anhelos, más pequeños se ven los obstáculos y, hasta las personas dañinas quedan atrás.
Si un equipo deportivo quiere ser campeón, su pensamiento debe ser tan alto, que allí no caben las conductas baratas, los conflictos tontos, ni las rivalidades improductivas. Al contrario, en él se escucha: “¡Vamos juntos por el objetivo! ¡Máximo esfuerzo, cero quejas!”
Cuando los miembros de una organización acogen como propia su visión, misión y valores, la calidad del trabajo en equipo se eleva y la actitud de servicio mutuo es una regla de oro. La química de la sabiduría colectiva con la humildad individual les encamina a enfrentar los desafíos con optimismo y confianza.
Las personas que vuelan alto en intenciones y acciones, dejan atrás pesos innecesarios, no pierden tiempo con lo irrelevante ni con necios que se divierten causando daño a los demás. Quienes vuelan alto, no son afectados por la infamia, que vuela bajo. La altura de los propósitos determina el tamaño de los obstáculos; por supuesto, siempre los habrá, pero serán de los que vale la pena superar. Cada persona decide su nivel de vuelo, y, al hacerlo, también escoge la calidad de amigos, compañeros e ideales con los cuales gozará el amplio horizonte que se abre desde las alturas.
Usted es su piloto, ¿a qué altura va su vuelo?
German Retana
German.retana@incae.edu
¿Cómo reaccionaría usted si, al emprender un viaje aéreo, el piloto anunciara que volará a tan solo 500 metros de altura? ¿Qué viene a su mente? ¿Qué teme? ¿Y sabe qué es lo peor? ¡Que usted tendría razón al pensar todo eso! Los riesgos serían altísimos y el aterrizar pronto se convertiría en su prioridad.
Nos sucede a todos. Cuando nuestros pensamientos y relaciones vuelan bajo, lidiamos con todo tipo de obstáculos y personas. Nos encontramos con quienes poseen falsas intenciones, conductas oscuras, mentiras y maldad en sus palabras. Las situaciones más pequeñas las vemos enormes. Ante la ausencia de metas altas, el trabajo se convierte en calamidad, la pereza en pariente y la irritación emocional en una constante. En esos bajos laberintos chocamos con muchos y casi por todo.
¿Qué hacer? ¡Elevar el propósito! Tomar conciencia de la razón superior por la que hacemos las cosas, mantener el respeto por nosotros mismos y ascender hacia una mayor altura de pensamientos y relaciones en las cuales ocupar el tiempo y los talentos. Cuanto más elevados son los principios y anhelos, más pequeños se ven los obstáculos y, hasta las personas dañinas quedan atrás.
Si un equipo deportivo quiere ser campeón, su pensamiento debe ser tan alto, que allí no caben las conductas baratas, los conflictos tontos, ni las rivalidades improductivas. Al contrario, en él se escucha: “¡Vamos juntos por el objetivo! ¡Máximo esfuerzo, cero quejas!”
Cuando los miembros de una organización acogen como propia su visión, misión y valores, la calidad del trabajo en equipo se eleva y la actitud de servicio mutuo es una regla de oro. La química de la sabiduría colectiva con la humildad individual les encamina a enfrentar los desafíos con optimismo y confianza.
Las personas que vuelan alto en intenciones y acciones, dejan atrás pesos innecesarios, no pierden tiempo con lo irrelevante ni con necios que se divierten causando daño a los demás. Quienes vuelan alto, no son afectados por la infamia, que vuela bajo. La altura de los propósitos determina el tamaño de los obstáculos; por supuesto, siempre los habrá, pero serán de los que vale la pena superar. Cada persona decide su nivel de vuelo, y, al hacerlo, también escoge la calidad de amigos, compañeros e ideales con los cuales gozará el amplio horizonte que se abre desde las alturas.
Usted es su piloto, ¿a qué altura va su vuelo?
German Retana
German.retana@incae.edu