La importancia del crédito interno para la reactivación
Gerardo Corrales gcorralesbrenes@gmail.com | Miércoles 17 abril, 2019
Etimológicamente la palabra crédito significa tener confianza o buena reputación a fin de poder tener acceso a recursos financieros para respaldar la actividad productiva o el presupuesto familiar.
En Costa Rica, de acuerdo con la ley, la labor de intermediación financiera, es decir, la captación de ahorros del público para canalizarlos por cuenta y riesgo propios a las diferentes actividades productivas ( banca corporativa ) y necesidades de consumo de las familias ( banca minorista ) la realizan dos bancos del estado, once bancos privados, dos mutuales de ahorro y crédito, veinticuatro cooperativas de ahorro y crédito; cinco financieras; la Caja del Ande y el Banco Popular. En total, 46 intermediarios financieros autorizados.
Son muchos los estudios teóricos y empíricos que diferentes economistas han realizado a lo largo del historia para demostrar la relación entre el crecimiento económico y el desarrollo del sistema financiero.
En ese sentido, Schumpeter en 1911, argumentó que los servicios de los intermediarios financieros son componentes fundamentales de la innovación tecnológica y por ende del crecimiento económico.
Los primeros en estudiar la relación entre la penetración financiera (grado de relación entre los activos o crédito del sistema financiero al Producto Interno Bruto, PIB ) y el crecimiento económico fueron Goldsmith (1969), McKinnon (1973) y Shaw (1973), para quienes la calidad y la cantidad de los servicios financieros son importantes para alcanzar un crecimiento económico de largo plazo.
Más recientemente, la investigación más aceptada es la planteada por Levine (2005), quien en sus investigaciones ha detectado que el desarrollo del sistema financiero conduce al crecimiento económico siempre que el primero pueda ser catalogado como eficiente al cumplir con las siguientes funciones: (i) generar información, (ii) monitorear las inversiones, (iii) facilitar el intercambio, diversificación y manejo del riesgo, (iv) movilizar los ahorros de manera oportuna y eficiente hacia el crédito y (v) facilitar en el intercambio de bienes y servicios.
En ese sentido, es muy dado medir el grado de penetración o desarrollo del sistema financiero comparando el saldo de crédito total al PIB.
Sin duda, la apertura a la competencia del sistema financiero en Costa Rica y la aparición de diversos jugadores, públicos, privados, cooperativos, han hecho que el grado de penetración haya crecido de forma significativa de un 34% en el año 2000 a un 69% del PIB en el 2018.
Sin embargo, aún estamos lejos de países como Chile cuyo grado de penetración supera el 110% o la mayoría de países desarrollados cuyo índice supera el nivel de producción.
En Costa Rica, habiendo sido participe del sistema financiero por más de 25 años, soy del criterio que aún hay grandes oportunidades para mejorar el grado de penetración bancaria y la eficiencia del sistema financiero.
Por ejemplo, si nos concentramos solo en el análisis de la situación del crédito en Costa Rica, uno de los primeros grandes retos es velar por una mejor calidad y consistencia de la información.
Iniciando por que tanto el Banco Central como la SUGEF, entidades que se suponen tienen acceso a los mismos datos, publican en sus páginas de internet cifras que no son consistentes entre sí. Un caso destacable, al ser un sector estratégico para la reactivación económica, es el Turismo, que según las cifras del Banco Central representa el 2% del crédito total pero para la SUGEF apenas el 0.7%.
Ahora bien, ya sea que el saldo de crédito colocado en Turismo sea de $650 millones según elBanco Central o $ 275 millones según la SUGEF, lo cierto es que para la infraestructura que existe en el país incluyendo hotelería, restaurantes, lugares de entretenimiento entre otros, cualquiera de esas dos cifras no parece reflejar el monto verdadero de crédito asignado a dicha actividad.
A nivel de las cifras de SUGEF, también hay dudas significativas en cuanto a la calidad de la reportería. Por ejemplo, cuesta creer que el Banco Nacional, BAC, Scotiabank reporten saldos de colocación en Turismo cercanos o literalmente en cero o que en financiación de vehículos, el Banco de Costa Rica reporte un saldo de cero y el Banco Popular apenas $8 millones. Aquí hace falta mayor rigurosidad de los sistemas de información de los bancos así como de las autoridades para exigir que se informe correctamente el destino del crédito.
A pesar de ello, es posible extraer información relevante para facilitar el diseño de un plan estratégico que se preocupe por promover un acceso más fácil y oportuno de los agentes económicos a la financiación del sistema financiero costarricense, elemento que como hemos visto es clave para promover la reactivación económica tan necesaria en este momento.
Tanto es así que Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo, en el peor momento de falta de crecimiento en la Comunidad Europea, impuso tasas de interés negativas por los depósitos de los bancos comerciales en el Banco Central, como una forma de castigar a los intermediarios y casi que obligarlos a colocar más crédito para estimular el gasto de consumo de las familias y la inversión de las empresas.
He sido sumamente crítico en los últimos años, en cuanto a que nuestros Bancos Centrales se han tomado muy en serio el control de la inflación, lo cual es una causa digna de destacar, pero en cierto momento pasa a ser de segundo plano, cuando el desempleo y la falta de confianza de los agentes económicos, hace necesario un rol más proactivo del ente rector del sistema financiero, promoviendo una mayor eficiencia en la intermediación así como permitiendo una política monetaria más acomodaticia para la búsqueda del pleno empleo de los recursos productivos, como establece su ley en los objetivos del artículo 2 de la Ley Orgánica del Banco Central.
A continuación, resumo una serie de hechos que confirman mi preocupación anterior: El saldo de crédito total del sistema financiero costarricense a diciembre del 2018, fue de $37.900 millones, correspondiendo un 61% en colones y un 39% en dólares.
La tasa de interés promedio de crédito del sistema financiero a fines de marzo del 2019 fue del 16.1% con una inflación interanual de 1.4%, es decir, tasas reales para la financiación en colones excesivamente ltas de cerca de 15%.
Cerca del 80% de ese mercado está en mano de los Bancos del Estado, los cuales muestran un índice de eficiencia operativa en el 2018 ( de los ingresos netos de gastos financieros, que porcentaje se destina a cubrir los gastos administrativos ), incluyendo el Banco Popular, de un 67%, una desmejora de dos puntos porcentuales respecto al 2017, mientras que los bancos privados para el mismo indicador muestran un índice del 48.1%, una mejoría de más de cuatro puntos porcentuales. O sea los bancos del Estado son un 40% más ineficientes que los bancos privados.
En cuanto a dólares, la tasa promedio fue de 10.8% con una tasa internacional Libor de 6 meses de un 2.7%, lo cual da un diferencial de más de ocho puntos porcentuales, poco competitivo con el crédito internacional. Ese mercado es controlado en su mayoría por la banca privada.
Un ejercicio aritmético rápido, permite concluir que para el mismo nivel de ingresos actual de los bancos estatales, hay un exceso o sobregasto administrativo cercano a los $ 250 millones anuales, en comparación a la eficiencia de la banca privada.
Ahora bien, como en cualquier mercado imperfecto, esa mejor eficiencia de la banca privada no se traduce en menores tasas de interés para los deudores o mayores para los ahorrantes, sino que se traduce en ganancias o utilidades anormales para los bancos privados.
Tal es esta situación, que de acuerdo con los mismos números publicados en la página de la Superintendencia General de Entidades Financieras, la utilidad neta de la banca privada creció un 42% en el 2018, es decir, $ 62 millones más de ganancias, mientras que en los bancos estatales la utilidad neta, cayó un 42%, es decir, $ 80 millones menos de utilidades.
Es tal el grado de imperfección que un solo banco privado reportó utilidades netas en el 2018 ($119 millones) que superan la utilidad consolidada de los tres bancos estatales ($110 millones)
Sin embargo, hasta donde tengo conocimiento, brilla por su ausencia algún estudio del Banco Central o los entes supervisores ( CONASSIF, SUGEF ) que analicé en profundidad las causas de esta situación y mucho menos, un plan de acción concreto exigido por el Ejecutivo a sus Bancos Estatales de cómo piensan revertir esta situación, con una ejecutoria mucho más eficiente y competitiva.
De igual forma, ni el Congreso ni la Contraloría, llama a rendición de cuentas a las Juntas Directivas de la Banca Estatal sobre temas fundamentales para la competitividad y la repercusión de ésta sobre el costo de los créditos y los altos márgenes de intermediación.
En cuanto a la estructura de la cartera de crédito por actividad económica, en los bancos del Estado solo un 4.1% se orienta a agricultura y un 4.6% a la industria, cuando la razón de ser de la garantía ilimitada sobre sus depósitos que le otorga por ley el Estado, era promover las actividades primarias y secundarias. Además, en Turismo se reporta una colocación de tan sólo un 0.9% de su portafolio o en construcción un 3.1%.
Por el contrario, actividades como la financiación del consumo (aparte de lo que es vivienda, tarjetas de crédito y vehículos) representan un 15% del saldo de sus colocaciones.
Finalmente, resulta contradictorio que teniendo los bancos del Estado el control del 64% de los saldos más baratos de fondeo, cuentas corrientes y de ahorro a la vista, su estructura de portafolio en tarjetas de crédito sea tan solo de un 2.6% del total de sus colocaciones.
Una estrategia bien concebida debería por el contrario promover la participación agresiva en ese mercado, con tasas de interés más bajas en beneficio de los deudores así como en la afiliación de comercio para aceptar medios de pago como tarjetas de crédito y de débito y promover comisiones más atractivas para los comercios.
El objetivo de lo anterior sería generar suficientes utilidades para entonces cumplir su función de desarrollo y promoción de sectores más intensivos en mano de obra no calificada como agricultura, industria, comercio, turismo, mipymes, etc.
Nada de esto se observa en los resultados indicados, por lo que se tiende a pensar que hay una total descoordinación estratégica entre el Ejecutivo, sus Juntas Directivas y la necesidad de re-direccionar la banca estatal hacia el objetivo nacional de promover la reactivación económica con un sistema financiero más eficiente y competitivo, por lo que surge la gran pregunta, siendo esta la situación, ¿Para qué queremos entonces tener bancos comerciales del Estado y mucho menos aún, con la garantía ilimitada y sin costo, aunque si una carga fiscal, para la colectividad?
Este tipo de discusión nacional, hasta donde tengo conocimiento, está ausente de un plan de reactivación económica o al menos, del conocimiento de la opinión pública y por tanto, nos lleva a concluir que los bancos del Estado navegan a la deriva sin un norte estratégico claro y mientras tanto, los bancos privados, ausentes de la presión de una mayor competencia, aprovechan los altos márgenes de intermediación y la ineficiencia de la banca estatal, para obtener ganancias anormales a costa del sector productivo y de las familias del país.
Espero que estás líneas sirvan a los Señores Diputados de la Comisión de Control de Ingreso y Gasto Público para que llamen a las Juntas Directivas de los Bancos del Estado para entender mejor su visión estratégica y qué están haciendo para contribuir a la reactivación económica que tanto necesita el país.
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