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La división social costarricense

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 17 junio, 2009



La división social costarricense


En su discurso del pasado 5 de junio, Johnny Araya puso mucho énfasis en “los miles de costarricenses que están quedando atrás” y que no encuentran quien los pueda representar. Si bien no era el momento más propicio para hablar de la creciente división social que vive el país, lo que señala el líder liberacionista es cierto, y se siente de forma especialmente aguda entre elementos de la clase media, que ha sido la base de la democracia nacional.
¿Cómo es que Costa Rica ha llegado a este punto en su desarrollo?
Hace 35 años si se le preguntaba a una pareja de clase media a qué aspiraba para sus hijos, la gran mayoría decía que su deseo era colocarlos en puestos buenos en el gobierno, o en una de las instituciones del sector público. Después de 1948 se había creado una estructura social bastante grande y las funciones que a esta se le daban incluían todo lo que son los programas de bienestar —educación, salud, vivienda, combate a la pobreza— y también se percibía al estado como un motor de desarrollo económico. El estado se convirtió en el empleador sine qua non y quienes trabajaban en sus instituciones llevaban una vida buena, que les permitía adquirir casa, educar a sus hijos, hacer unos viajecitos y quizás tener un automóvil. Constituían una elite.
No era posible sostener una estructura estatal tan extensa basada en la producción y venta de bananos, café, azúcar y carne fresca, y en 1980 colapsó el modelo económico, con todo el costo social y familiar que esto implicó. Afortunadamente la administración presidencial de Luis Alberto Monge, que entró en 1982, comprendió bien lo que había ocurrido y se empeño en sentar las bases para un fuerte crecimiento del sector productivo; crearon un programa de incentivos turísticos, bajaron aranceles para fomentar el comercio, con su programa Volvamos a la Tierra propiciaron la diversificación agrícola, eliminaron a CODESA y sus instituciones, y dieron la base para la creación de zonas francas donde llegaron a establecerse fábricas extranjeras. Gracias a la visión de Monge y su equipo se dio vuelta a la economía y se dio el paso para permitir la creación de una clase media que no dependía del gobierno para su empleo.
Actualmente esta clase media que vive y trabaja en el sector privado en general vive mejor que quienes quedaron trabajando en el estado. Los del sector privado reciben mejores salarios y mandan a sus hijos a escuelas, colegios y universidades privadas, y probablemente no asisten a la Caja para recibir atención médica. Estos compran en los centros comerciales que han proliferado en el país, mientras que muchos de los funcionarios públicos no tienen la capacidad adquisitiva para hacerlo. Quienes laboran en el sector público, incluyendo los educadores, los funcionarios en instituciones como el ICE y AyA, y el MOPT, aunque usualmente trabajan menos horas y son inamovibles de sus puestos, se sienten mal pagados y mal servidos. Los que tienen oportunidad huyen al sector privado lo más pronto que puedan. Los presidentes de turno encuentran que tienen problemas en encontrar personas que quieran servir de ministros —los salarios que estos reciben son de alcance medio en cualquier empresa multinacional ubicada en el país.
Esta división no debería existir y se necesita mejorar la situación de los trabajadores del estado. La solución no es la de castigar a los trabajadores del sector productivo y limitar los alcances de las empresas privadas, sino aplicar una reingeniería y una modernización al sector público. En la campaña venidera no se requiere retórica divisiva —se necesita oír soluciones para mejorar el desempeño del estado y el bienestar de sus colaboradores.

cdenton@cidgallup.com

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