Honor, dignidad e integridad
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 13 enero, 2023
Sinceramente
Con no poca preocupación muchos ciudadanos hemos podido apreciar el giro destructivo que la política ha dado desde hace ya unos años. Política sucia siempre ha existido. Libelos y anónimos activamente existieron en Costa Rica desde el siglo XIX. Plumarios al servicio de intereses y de grupos políticos han existido siempre, aún hoy merodean en medios y redes. Plumarios que queman incienso y cantan loas al gobernante o critican su actuar y su trayectoria son parte de la vida política de siempre.
Las redes desde hace ya mucho rato están tomadas por troles que en masa buscan acabar con los mensajeros para que su mensaje no trascienda. La parcialidad y la verdad desnaturalizada que expresan hace palidecer a la prensa formal. Los troles de hoy son las camisas pardas o las camisas negras del ayer y su comportamiento es similar. Hoy no matan ni agreden físicamente, pero si buscan silenciar, amedrentar y manipular la opinión pública. Elementos de propaganda como pocas ideas repetidas continuamente, una sociedad dividida presuntamente entre buenos y malos y los enemigos públicos como blanco social de la propaganda del estado, repiten el modelo de otros nefastos publicistas políticos del pasado.
Nada me sorprende en este campo de la agresión intelectual y el uso de matones a sueldo para controlar la opinión pública. No hay nada nuevo bajo el sol. Hay variaciones culturales y tecnológicas que permiten hoy hacer más efectivamente lo que se hizo antes. No querría que Costa Rica se llegara a parecer al nazismo o al fascismo. Toda dictadura es funesta. Rechazo el autoritarismo y el matonismo de donde provenga. La libertad tiene como puntales el respeto y la integridad de quienes la disfrutan y ejercen. La democracia es el asiento de la libertad de los pueblos nunca el autoritarismo.
He sido un convencido que gobernar es educar, que se educa con la palabra, el tono, el ejemplo, las reacciones y las respuestas a los problemas. Me aflige que el liderazgo moral de las autoridades del país se esté perdiendo. No me agradó ni considero que sea edificante acusar a terceras personas de ser asesinos a sueldo sin pruebas ni acusaciones frente al Ministerio Público. Si algunas personas son sicarios políticos es menester denunciarlo a la autoridad competente. Esa denuncia es una responsabilidad de ley de las autoridades constituidas. Las autoridades no están facultadas legalmente para insultar a los administrados. Las autoridades legalmente no pueden agredir a los administrados. Las autoridades deben de ser un faro no una fuente de conducta reprochable. Las autoridades están obligadas al cumplimiento de la constitución y de las leyes que en su momento juraron cumplir.
Debemos volver por la senda del honor, de la dignidad y de la integridad. Cuando uno no quiere dos no pelean. Cuando uno ante bajezas asume una posición de altura marca la senda del diálogo político y de la construcción de los acuerdos. Algunos medios tradicionales condujeron linchamientos políticos en el pasado. Era una forma de ganar audiencia. Muchos de ellos se erigieron en investigadores, fiscales, jueces y verdugos. Esa cultura del linchamiento se quedó arraigada en dichos medios y ahora se ha devuelto en contra de algunos que la usaron en el pasado. Linchar, perseguir, ejecutar, destruir no son vías de construcción de nuestra patria ni del ejercicio del periodismo.
Durante los tres años próximos tendremos a los mismos titulares electos de la administración pública. Es menester que todas las fuerzas políticas busquen y lleguen a un acuerdo para que Costa Rica no se vea perjudicada por conductas aviesas de las partes en conflicto.
Los pleitos permanentes no construyen, por el contrario, acaban con la institucionalidad. La oposición debe de estar igualmente clara de las consecuencias funestas de la polarización y el odio. Todos deben de construir. La oposición debe de movilizar a sus estadistas y tomar actividad, vocería y altura. La politiquería debe de acabarse. Todo este escándalo ha dejado en el camino sin atención la reactivación económica, la inseguridad ciudadana, la reducción del desempleo, la atención de la miseria, proyectos de ley importantes y urgentes. La agenda nacional hoy está determinada por troles y pleitos.
El insulto no edifica. La descalificación no permite lograr la serenidad para analizar proyectos e iniciativas. Las luchas de poder muchas veces lejos de hacer que las autoridades corrijan fallas, omisiones y deficiencias notorias impulsan a esas autoridades a atrincherarse y a confirmar como buenas actitudes y errores que ellos habrían criticado en la oposición.
La polarización es desaconsejada cuando se requiere el consenso de la población para enfrentar y aprobar el peso y costo de las grandes soluciones que el país requiere. Hay que unir al país en un propósito positivo.
Que una autoridad cambie públicamente de versión varias veces no es indicativo de congruencia ni de consistencia en su posición. No es asunto de justificar lo injustificable. Es cuestión de corregir lo que no ha estado bien ni es correcto y menos ejemplo para educar políticamente a la población. Frases y tonos crispados no educan. Actitudes inadecuadas descaminan y descarrían a la población. ¿Quieren ponernos a pelear a todos? ¿Quieren educarnos en el pleito permanente?
Espero que pronto se asiente la polvareda y sea el momento para que el Poder Ejecutivo escoja la ruta de altura con honor, dignidad e integridad. El país necesita de manera muy intensa rescatar valores y principios, abandonando la desafortunada politiquería. Todas las partes involucradas deben de reflexionar y enmendar lo que está mal hecho. Todos unidos debemos procurar permanentemente el bien del país. Hay que apuntar a la búsqueda de la excelencia.
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