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Miércoles, 24 de abril de 2024



EDITORIAL


Hay que diagnosticar la enfermedad

Crece el muestrario nefasto de formas de violencia y este signo de que las cosas no están bien, de que cada vez más gente pareciera necesitar un simple roce para explotar, es algo que debe at

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 16 abril, 2010


Editorial


La violencia social, considerada un problema de salud pública, además de que puede ocasionar heridos y muertos produce deterioro del capital social. Consideramos generalmente en Costa Rica la violencia intrafamiliar y la producida por la delincuencia. Son temas de presencia diaria en algunos medios de comunicación. Ha crecido la inseguridad que mantiene a todos en constante amenaza. Pero existen múltiples formas de violencia cuyas causas y efectos se deben estudiar muy bien porque además de dolor humano originan serios problemas de salud y grandes costos económicos.

Hoy en nuestra sociedad crece el muestrario nefasto de formas de violencia y este signo de que las cosas no están bien, de que cada vez más gente pareciera necesitar un simple roce para explotar, es algo que debe atenderse sin demora.

Algo que debió solucionarse con eficiencia por parte de unas pocas personas, generó en cambio un severo y lamentable enfrentamiento en una de nuestras universidades. La falta de trabajo adecuado incrementa la presencia de vendedores ambulantes ilegales en el centro de la ciudad y la necesidad de poner orden en esto explota también en fuertes enfrentamientos entre algunos de estos y las autoridades. Grupos dedicados a estallar periódicamente en los estadios o sus alrededores han convertido espacios que deben ser para el sano esparcimiento familiar en sitios peligrosos.

La lista puede continuar; simples conductores de vehículos se transforman en cualquier momento en violentos atacantes de otros que hacen lo mismo y niños estudiantes se vuelven asesinos o, en el mejor de los casos en agresores de sus compañeros…

Cuando la organización social y el orden se rompen continuamente porque la gente se siente mal, está mal, sobreviene el caos, la anarquía, y esto acabó hasta con las grandes civilizaciones en el pasado. Lo sabemos. No podemos ignorarlo. La historia no deja más que enseñanzas para quien quiere aprender.

Hoy nuestra sociedad se muestra violenta y se impone el deber de detectar sin demora los principales factores que generan estos estados de ánimo para curar el mal. Siempre costará menos, en todos los sentidos, prevenir que curar.










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