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| Jueves 07 mayo, 2015


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Este jueves 7 de mayo todo apunta a que se sepultará para siempre la elogiada estabilidad del bipartidismo de la Isla Coronada. Al parecer ninguno de los dos principales partidos obtendrá las 326 curules en la Cámara de los Comunes: necesarios para la mayoría absoluta y poder gobernar sin imprevistos.
El Ejecutivo saliente es producto de una coalición pactada en 2010 entre los Tories del primer ministro David Cameron y los Libdems de Nick Clegg. Ahora se vaticina un “brinco” aún más extremo hacia alianzas “arcoíris”: un acercamiento a los modelos comunes en la Europa continental, hacia los cuales los súbditos de Su Majestad siempre han mirado con desconfianza, a veces con pomposidad.
En lo económico, el país sigue el camino hacia la recuperación después de la crisis de 2008. Ahora el país viaja a hinchadas velas —al menos a nivel macroeconómico— se apunta a una tasa de crecimiento del PIB del 3% y una tasa de desempleo que se espera bajará a un 5,5%. Los conservadores, fortalecidos por estos resultados, seguirían con su receta de contención del gasto, recortes y reducción de la carga fiscal: señalando el fantasma de un caos económico de gastos indiscriminados en bienestar y más impuestos para todos, en el caso de que ganara el Labour de Ed Miliband.
Un caos que, desde la óptica de la clase dirigente conservadora y una gran parte del sector financiero, se convertiría en un “infierno” en el escenario hipotético de un pacto —que desplazaría el eje más aún a la izquierda en el frente de política económica— entre el partido de Miliband y la nueva protagonista de la política británica, la líder de los nacionalistas escoceses Nicola Sturgeon: abiertamente en contra de la austeridad, en pro del bienestar y de la revitalización de intervenciones públicas.
Miliband señala la “recuperación para unos pocos” de Cameron, y pide que los beneficios de la recuperación sean repartidos entre todos: denuncia que grandes grupos han visto su condición empeorar y muestra como evidencia, el salto en el número de solicitudes de asistencia social por parte de indigentes.
Según un reporte del Trussell Trust, una ONG que gestiona bancos de alimentos, en 12 meses hubo más de un millón de solicitudes de ayuda alimentaria, un fuerte aumento comparado al pasado reciente.
El Labour propone inversiones en salud y educación, y una carga fiscal mayor para los más ricos: reintroducir la tasa máxima del 50% y eliminar los beneficios para los residentes no domiciliados.
El futuro económico se vincula a dos otros temas de estas elecciones: la Unión Europea y la inmigración. Cameron ha prometido renegociar las relaciones con Bruselas, para traer de vuelta algunos poderes, y un referéndum sobre el destino europeo del país en 2017.
Propone introducir límites al ingreso de inmigrantes, sobre quienes ya ha lanzado ofensivas durante este gobierno, actuando en contra del principio de libre circulación sobre el cual se basa la Unión. No será fácil para Cameron manejar el juego, dada la presión de la parte más antieuropea de su partido y sobre todo la popularidad del partido UKIP de Nigel Farage, el cual ha basado su agenda programática en una salida de la Unión y límites drásticos al ingreso de extranjeros.
El riesgo es que un fracaso del líder conservador lleve a la exasperación el sentimiento euroescéptico de muchos británicos y así a la alarmante Brexit, la salida de Europa.
El debate arde más en el mundo empresarial que entre los electores. Una gran parte del sector financiero de la City —más a favor de Cameron que al laborismo pos-Blair de Miliband— teme un aislamiento de los mercados europeos y barreras rígidas a los inmigrantes, cuya contribución en términos de coste laboral ha sido crucial para la recuperación.
Queda por ver si la “barriga” de los electores reclame garantías para que los trabajadores británicos estén más protegidos que la “competencia”: los que vienen de fuera.

Salvatore J.M. Coppola Finegan

Historiador y lingüista
 






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