Factor humano: ¡Estás equivocado, admítelo!
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 21 junio, 2012
Factor humano
¡Estás equivocado, admítelo!
“Nuestro problema aquí no es que el director técnico se equivoque, sino que no lo admita; eso es lo que más nos aleja de él”. Los miembros de las organizaciones desean tener líderes parecidos a ellos, por eso surge la identificación en ideales y el carisma; pero si luego estos se declaran infalibles, establecen una peligrosa distancia y su liderazgo queda en el pasado.
Para evitar equivocarse solo hay que dejar de pensar o bien, jamás comunicar a otros lo que se piensa, así nadie nos dirá que estamos en un error. Volviendo a la realidad, se equivoca el que intenta lograr algo, el que se atreve a transformar, el que comprende que no es lo mismo errar que ser fracasado. “Una persona nunca debe avergonzarse por reconocer que se equivocó, que es tanto como decir que hoy es más sabio de lo que fue ayer”, argumenta J. Swift, autor de “Los viajes de Gulliver”.
Negar las equivocaciones es un acto de arrogancia que rompe puentes en las relaciones y crea barreras a la credibilidad. Es un paso atrás y voluntario para alejarse del equipo. Por eso el reconocimiento de errores está reservado para personas con alta autoestima y confianza, pero sobre todo, con humildad. Sus seguidores aprecian su honestidad y hasta valoran la lealtad del jefe que, en cierta forma, les dice, “soy uno de ustedes y por eso cometo faltas que reconozco y trato de rectificar”.
Cantinflas decía que aquel que mete la pata y reconoce su falta, da prueba de su valor. Lo que sucede es que hay organizaciones en las que equivocarse sale carísimo por el castigo moral de los demás, por la pérdida de credibilidad e imagen personal. De allí que quienes reconocen sus errores deben poseer fortaleza mental, conciencia sólida y alto sentido de responsabilidad; todo lo cual enaltece su liderazgo. Y vamos más lejos, hay líderes que asumen todo el peso del error de su equipo de trabajo, sin mirar a quién culpar. Eso explica por qué cuentan con tanto respeto de los demás, que estarán gustosos para corregir errores que ya no importa quién ni por qué se cometieron.
Mientras el ego esté bajo control, no habrá temor a la equivocación y esto repercutirá en un ambiente de trabajo más auténtico, innovador, flexible y confiable. Incluso, puede ser políticamente rentable aceptar la comisión de errores, pues como bien afirmó el economista J.K. Galbraith, “en cualquier organización es mucho más seguro estar equivocado con la mayoría, que tener razón solo”.
German Retana
german.retana@incae.edu
¡Estás equivocado, admítelo!
“Nuestro problema aquí no es que el director técnico se equivoque, sino que no lo admita; eso es lo que más nos aleja de él”. Los miembros de las organizaciones desean tener líderes parecidos a ellos, por eso surge la identificación en ideales y el carisma; pero si luego estos se declaran infalibles, establecen una peligrosa distancia y su liderazgo queda en el pasado.
Para evitar equivocarse solo hay que dejar de pensar o bien, jamás comunicar a otros lo que se piensa, así nadie nos dirá que estamos en un error. Volviendo a la realidad, se equivoca el que intenta lograr algo, el que se atreve a transformar, el que comprende que no es lo mismo errar que ser fracasado. “Una persona nunca debe avergonzarse por reconocer que se equivocó, que es tanto como decir que hoy es más sabio de lo que fue ayer”, argumenta J. Swift, autor de “Los viajes de Gulliver”.
Negar las equivocaciones es un acto de arrogancia que rompe puentes en las relaciones y crea barreras a la credibilidad. Es un paso atrás y voluntario para alejarse del equipo. Por eso el reconocimiento de errores está reservado para personas con alta autoestima y confianza, pero sobre todo, con humildad. Sus seguidores aprecian su honestidad y hasta valoran la lealtad del jefe que, en cierta forma, les dice, “soy uno de ustedes y por eso cometo faltas que reconozco y trato de rectificar”.
Cantinflas decía que aquel que mete la pata y reconoce su falta, da prueba de su valor. Lo que sucede es que hay organizaciones en las que equivocarse sale carísimo por el castigo moral de los demás, por la pérdida de credibilidad e imagen personal. De allí que quienes reconocen sus errores deben poseer fortaleza mental, conciencia sólida y alto sentido de responsabilidad; todo lo cual enaltece su liderazgo. Y vamos más lejos, hay líderes que asumen todo el peso del error de su equipo de trabajo, sin mirar a quién culpar. Eso explica por qué cuentan con tanto respeto de los demás, que estarán gustosos para corregir errores que ya no importa quién ni por qué se cometieron.
Mientras el ego esté bajo control, no habrá temor a la equivocación y esto repercutirá en un ambiente de trabajo más auténtico, innovador, flexible y confiable. Incluso, puede ser políticamente rentable aceptar la comisión de errores, pues como bien afirmó el economista J.K. Galbraith, “en cualquier organización es mucho más seguro estar equivocado con la mayoría, que tener razón solo”.
German Retana
german.retana@incae.edu