Factor humano: Juega bien tus cartas
| Viernes 19 septiembre, 2008
Juega bien tus cartas
El talento, las oportunidades y los recursos son importantes, pero la forma en que se usen marca toda la diferencia. El filósofo Voltaire solía comparar la vida con los naipes: “Cada jugador debe aceptar las cartas que le han dado, pero una vez en sus manos, solo él decide cómo jugarlas para ganar la partida”.
Esa decisión es lo que solemos llamar “actitud” y es la causa principal del éxito y del fracaso de las personas, equipos y empresas. John Maxwell afirma que las buenas actitudes no garantizan el éxito, pero que las malas sí aseguran el fracaso. ¿Por qué observamos que un mismo equipo, con los mismos jugadores, puede pasar de la noche a la mañana de la gloria al infierno y viceversa? Por un cambio de actitud.
Ese cambio se resume en modos de interpretar la razón de ser o la misión del equipo, enfoque y disfrute de los caminos para alcanzar resultados positivos, reacciones ante cada reto, problema u oportunidad. Sabemos que la calidad de desempeño de toda organización la determina, en mucho, la calidad de relaciones existente entre sus miembros, y esta depende completamente de la actitud con la que ellos se traten cada día.
Actitudes correctas nos acercan a resultados correctos. ¿Cuándo se enciende la llama de las conductas positivas? Cuando en verdad hemos encontrado qué es lo que nos causa una total pasión, qué es lo que gozamos hacer a plenitud y qué es lo que conecta nuestro talento con la voluntad para desplegarlo. Si en un equipo cada miembro está “encendido” haciendo lo que más disfruta, entonces la fuerza colectiva hará vibrar a todos para alcanzar grandes objetivos. Allí se produce un contagio de actitudes positivas que es creciente y coloca al equipo en la dirección correcta, bajo el liderazgo de quienes se convierten en modelos de las actitudes correctas.
Si a esa pasión le agregamos la conciencia de que solamente jugando en equipo lograremos concretar los sueños individuales, entonces surge la unión que potencializa los talentos particulares. El famoso jugador y miembro del Salón de la Fama de la NBA, Bill Russell, advierte: “La medida más importante de lo bien que he jugado un partido es cuánto mejor he hecho jugar a mis compañeros”.
Lo semejante atrae lo semejante y eso se aplica a las actitudes; el mismo Maxwell agrega que las malas actitudes aumentan más rápido que las buenas y que “solo hay una cosa más contagiosa que una buena actitud: una mala”.
El desempeño de un equipo es el resultado de su inteligencia para quitarse los grilletes que le impiden correr a velocidad y de su discernimiento para diferenciar las preocupaciones de las ocupaciones. Su éxito nace al jugar bien las cartas de las oportunidades para crecer y gozar su razón de ser.
German Retana
German.retana@incae.edu
El talento, las oportunidades y los recursos son importantes, pero la forma en que se usen marca toda la diferencia. El filósofo Voltaire solía comparar la vida con los naipes: “Cada jugador debe aceptar las cartas que le han dado, pero una vez en sus manos, solo él decide cómo jugarlas para ganar la partida”.
Esa decisión es lo que solemos llamar “actitud” y es la causa principal del éxito y del fracaso de las personas, equipos y empresas. John Maxwell afirma que las buenas actitudes no garantizan el éxito, pero que las malas sí aseguran el fracaso. ¿Por qué observamos que un mismo equipo, con los mismos jugadores, puede pasar de la noche a la mañana de la gloria al infierno y viceversa? Por un cambio de actitud.
Ese cambio se resume en modos de interpretar la razón de ser o la misión del equipo, enfoque y disfrute de los caminos para alcanzar resultados positivos, reacciones ante cada reto, problema u oportunidad. Sabemos que la calidad de desempeño de toda organización la determina, en mucho, la calidad de relaciones existente entre sus miembros, y esta depende completamente de la actitud con la que ellos se traten cada día.
Actitudes correctas nos acercan a resultados correctos. ¿Cuándo se enciende la llama de las conductas positivas? Cuando en verdad hemos encontrado qué es lo que nos causa una total pasión, qué es lo que gozamos hacer a plenitud y qué es lo que conecta nuestro talento con la voluntad para desplegarlo. Si en un equipo cada miembro está “encendido” haciendo lo que más disfruta, entonces la fuerza colectiva hará vibrar a todos para alcanzar grandes objetivos. Allí se produce un contagio de actitudes positivas que es creciente y coloca al equipo en la dirección correcta, bajo el liderazgo de quienes se convierten en modelos de las actitudes correctas.
Si a esa pasión le agregamos la conciencia de que solamente jugando en equipo lograremos concretar los sueños individuales, entonces surge la unión que potencializa los talentos particulares. El famoso jugador y miembro del Salón de la Fama de la NBA, Bill Russell, advierte: “La medida más importante de lo bien que he jugado un partido es cuánto mejor he hecho jugar a mis compañeros”.
Lo semejante atrae lo semejante y eso se aplica a las actitudes; el mismo Maxwell agrega que las malas actitudes aumentan más rápido que las buenas y que “solo hay una cosa más contagiosa que una buena actitud: una mala”.
El desempeño de un equipo es el resultado de su inteligencia para quitarse los grilletes que le impiden correr a velocidad y de su discernimiento para diferenciar las preocupaciones de las ocupaciones. Su éxito nace al jugar bien las cartas de las oportunidades para crecer y gozar su razón de ser.
German Retana
German.retana@incae.edu