Factor humano
| Miércoles 02 abril, 2008
Factor humano
German Retana
german.retana@incae.edu
Pensar en grande
México D.F. Diez años antes fue un enorme botadero de basura; hoy Santa Fe es una de las áreas más desarrolladas y caras de México al convertirse en un moderno complejo, sede de importantísimas corporaciones de clase mundial. Un equipo de arquitectos, urbanistas e ingenieros hizo gala de su pensamiento visionario, ese don del que nacen las transformaciones que otros suelen considerar difíciles y hasta imposibles.
Paradójicamente, en dicha ciudad me enteré de que la Federación Mexicana de Fútbol cesaba el contrato del director técnico de la selección mayor, Hugo Sánchez. Cuando fue nombrado en octubre de 2006 prometió, sí, prometió, que México sería Campeón de Concacaf 2007, de los Juegos Olímpicos 2008 y monarca en el Mundial de 2010.
Sus promesas fueron tan altas que muchos mexicanos consideraron que confundía el sano orgullo con la arrogancia, o la visión con el idealismo. Desde entonces sus palabras no coincidieron con sus resultados, le achacaron haberse encerrado en “sí mismo” y su credibilidad cayó estrepitosamente. Ni su prestigio de un inobjetable triunfador como futbolista, incluyendo su histórico paso en el Real Madrid, pudo evitar su caída. “No todo abogado es un buen juez”, se escucha estos días aquí en México.
Entonces, se vale soñar en grande, pero con el pragmatismo de reconocer qué es necesario para convertir ideas en realidades. Santa Fe es un éxito por la sensatez de sus visionarios, que conformaron una red con empresarios, gobiernos e inversionistas, en una estrategia de ganar-ganar. Pensar en grande hace sentido si se trabaja en grande, con dirección, eficacia y aliados con quienes soportar la construcción de la visión.
Mentes pequeñas obtienen logros pequeños; prometer en grande y trabajar en solitario o con falsa autosuficiencia condena a que muchas buenas ideas descansen en el cementerio de las frustraciones.
Los jugadores de los equipos campeones nunca levantan solos el trofeo. Junto a ellos están sus familias, los dirigentes, una afición que los apoyó, el cuerpo técnico, y los patrocinadores. Ellos descubren a tiempo la rentabilidad de trabajar en grande con otros, la inteligencia de erradicar egocentrismos y la sabiduría de escuchar la crítica constructiva sin “matar al mensajero”.
Pensar en grande cobra fuerza si la intensidad del esfuerzo es proporcional a los sueños, visión, y promesas. Las torres altas poseen bases sólidas, caso contrario es cuestión de tiempo para que caigan. Santa Fe demuestra el resultado de soñar con los ojos abiertos; los fracasos, en cambio, pertenecen a quienes lo hacen con ojos y oídos cerrados, y confunden su sueño con una simple fantasía que luego se transforma en pesadilla, por no haber trabajado más en grande que el propio pensamiento.
German Retana
german.retana@incae.edu
Pensar en grande
México D.F. Diez años antes fue un enorme botadero de basura; hoy Santa Fe es una de las áreas más desarrolladas y caras de México al convertirse en un moderno complejo, sede de importantísimas corporaciones de clase mundial. Un equipo de arquitectos, urbanistas e ingenieros hizo gala de su pensamiento visionario, ese don del que nacen las transformaciones que otros suelen considerar difíciles y hasta imposibles.
Paradójicamente, en dicha ciudad me enteré de que la Federación Mexicana de Fútbol cesaba el contrato del director técnico de la selección mayor, Hugo Sánchez. Cuando fue nombrado en octubre de 2006 prometió, sí, prometió, que México sería Campeón de Concacaf 2007, de los Juegos Olímpicos 2008 y monarca en el Mundial de 2010.
Sus promesas fueron tan altas que muchos mexicanos consideraron que confundía el sano orgullo con la arrogancia, o la visión con el idealismo. Desde entonces sus palabras no coincidieron con sus resultados, le achacaron haberse encerrado en “sí mismo” y su credibilidad cayó estrepitosamente. Ni su prestigio de un inobjetable triunfador como futbolista, incluyendo su histórico paso en el Real Madrid, pudo evitar su caída. “No todo abogado es un buen juez”, se escucha estos días aquí en México.
Entonces, se vale soñar en grande, pero con el pragmatismo de reconocer qué es necesario para convertir ideas en realidades. Santa Fe es un éxito por la sensatez de sus visionarios, que conformaron una red con empresarios, gobiernos e inversionistas, en una estrategia de ganar-ganar. Pensar en grande hace sentido si se trabaja en grande, con dirección, eficacia y aliados con quienes soportar la construcción de la visión.
Mentes pequeñas obtienen logros pequeños; prometer en grande y trabajar en solitario o con falsa autosuficiencia condena a que muchas buenas ideas descansen en el cementerio de las frustraciones.
Los jugadores de los equipos campeones nunca levantan solos el trofeo. Junto a ellos están sus familias, los dirigentes, una afición que los apoyó, el cuerpo técnico, y los patrocinadores. Ellos descubren a tiempo la rentabilidad de trabajar en grande con otros, la inteligencia de erradicar egocentrismos y la sabiduría de escuchar la crítica constructiva sin “matar al mensajero”.
Pensar en grande cobra fuerza si la intensidad del esfuerzo es proporcional a los sueños, visión, y promesas. Las torres altas poseen bases sólidas, caso contrario es cuestión de tiempo para que caigan. Santa Fe demuestra el resultado de soñar con los ojos abiertos; los fracasos, en cambio, pertenecen a quienes lo hacen con ojos y oídos cerrados, y confunden su sueño con una simple fantasía que luego se transforma en pesadilla, por no haber trabajado más en grande que el propio pensamiento.