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Escocia: El sueño de ser nación libre

| Jueves 21 agosto, 2014


Escocia: El sueño de ser nación libre

Dentro de un mes se celebrará el referéndum en el que el pueblo escocés tomará una decisión histórica: seguir siendo parte del Reino Unido o convertirse en ciudadanos de una Escocia independiente. Desde hace ya varios meses, las fuerzas del “sí” y el “no” se colocaron en líneas de batalla y al inicio del mes los líderes de las respectivas campañas —Alex Salmond, actual líder del Partido Nacional Escocés y primer ministro del parlamento escocés, y el exministro laborista de economía Alistair Darling—, se enfrentaron en un primer debate televisivo.
Antes de discutir los últimos sucesos, recapitulamos el contexto. El día jueves 18 de setiembre los ciudadanos residentes en Escocia contestarán la pregunta del referéndum “¿Debería Escocia ser un país independiente? ¿Sí o No?” Todo apunta a que la opinión pública se moverá muchísimo en estos últimos 30 días de una campaña muy polarizada, aunque en este momento las encuestas indiquen que la mayoría relativa de los escoceses (52% “no” vs. 48% “sí - Panelbase 17.08.2014) votaría en contra de la independencia total.
De corazones valientes y mentes políticas
Vale la pena reflexionar sobre los posibles resultados de una victoria del sí. El parlamento escocés, que actualmente cuenta con algunas competencias autónomas, en los últimos meses ha publicado una larga serie de documentos detallando las consecuencias de la independencia. Rompiendo la unión con las otras naciones constitutivas del Reino Unido —Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte—, a Escocia le tocará construirse ex novo propias políticas de seguridad nacional y fiscales; deberá decidir quién tiene el derecho a ser ciudadano escocés y quién no, etc. Mientras sobre algunas cosas Edimburgo podría decidir en relativa autonomía, hay otras decisiones que dependerán de otros factores. El expresidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso desató una polémica cuando adelantó que según él sería “extremadamente difícil, si no imposible” que un territorio independizado obtenga el aval de los 28 estados miembros para quedarse en la Unión Europea, requisito obligatorio de todo estado miembro. Políticos británicos y escoceses de ambos lados de la campaña denunciaron sus declaraciones y la evidente parcialidad y por consiguiente, la posición del actual presidente de dicho órgano Jean-Claude Juncker ha sido más neutral, confirmando que se respetará la decisión del pueblo escocés. Cualquier cambio con respecto a la Unión Europea podría representar cambios radicales que tendrán que ver no solo con los escoceses sino con las condiciones de todos los inmigrantes y extranjeros que hoy día viven ahí gracias a los tratados que contemplan la libre circulación de personas, firmados por el Reino Unido.
Una victoria del sí también afectaría a los ciudadanos británicos que viven en otras partes del Reino, hecho que ha destacado el primer ministro británico David Cameron, conservador y paladín de la campaña del “no”.
Resulta sumamente interesante el manejo político maquiavélico de Cameron que a primera vista parece que actúa paradójicamente al negar repetida y rotundamente enfrentarse en entrevistas o en debates televisivos a su homólogo escocés; prefiriendo desde el comienzo delegar la tarea al diputado inglés y exministro blairiano Darling que ocupa una curul “segura” del partido laborista de oposición, por la circunscripción de Edimburgo Sudoeste. Observar desde Londres el rompimiento de la unión política de 307 años de antigüedad sería un peso histórico para el actual primer ministro conservador del parlamento británico, más cuando consideramos que encabeza una coalición débil y deberá enfrentar elecciones generales en menos de nueve meses.
Una decisión de 4 millones de escoceses que afectará a 63 millones de británicos
Aunque inclusive los políticos escoceses más intransigentes y nacionalistas hayan ya confirmado intenciones de mantener una relación especial después de una victoria del sí, algunos cambios serán inevitables. Londres perdería, entre otras cosas, el control de los importantes recursos energéticos y petrolíferos que se encuentran en territorio escocés y tendría que reubicar su entero arsenal nuclear submarino, con los costos y delicado debate político que implicaría una reubicación a uno de los poblados puertos ingleses con bases navales, desde la aislada base de Faslane, en la costa occidental escocesa.
Otro tema polémico de la campaña ha sido la cuestión de la moneda oficial del nuevo estado. Los independentistas defienden mantener la utilización de la libra esterlina porque permitiría ahorrar en gastos de cambio, impulsaría la inversión y mantendría la movilidad laboral e intercambios comerciales, sin embargo, la campaña del no se ha opuesto férreamente a esta posibilidad, amenazando que Escocia tendrá que inventarse una nueva moneda. Académicos, economistas y líderes de industria han criticado a Darling por una campaña monotemática construida sobre esta amenaza, hecho que ha resultado difícil desmentir desde que se filtró el apodo interno usado por el equipo del no: “Project Fear” (Proyecto Terror). Críticos alegan una falta de visión y un deseo de recurrir más a simbolismos históricos y no a hechos económicos dado que ya existen precedentes de mantener vínculos monetarios más flexibles, por ejemplo, en el caso de la independencia irlandesa (1922) y la creación de una libra irlandesa fijada a la libra esterlina y también los casos de las dependencias de la corona como la Isla de Man que usan la libra esterlina sin estar en una unión monetaria formal con Londres.
Envidia catalana
En general el proceso ha sido democrático: Londres legitimó el referendo y aceptó enfrentar al partido oficialista escocés en un proceso político riesgoso, los medios masivos y las universidades han hecho esfuerzos para no polarizar la opinión pública hasta el momento, jugando un papel importante al informar a los electores y proveerles con los elementos necesarios para tomar su decisión.
Un escenario muy distinto al que vive España donde a pesar del apoyo popular masivo y vigoroso demostrado por parte de los habitantes de Catalunya, sus oceánicas manifestaciones públicas y las resoluciones y petitorias del parlamento autónomo regional enviadas al gobierno español, este último ha negado totalmente cualquier posibilidad de consulta democrática. A diferencia de Madrid, el gobierno del Palacio de Westminster tiene un interés coherente en autorizar el referendo.
Las fuerzas políticas británicas se han comprometido a realizar un referéndum antes de 2017 para decidir si seguir formando parte de la Unión Europea.
La comparación no es inmediata, mas el principio es el mismo. Aquellos políticos que invocan la salida del Reino Unido de la UE hoy no se les hace fácil defender los intereses londinenses en Escocia.
Las presiones políticas sobre Cameron, Darling y el entero conjunto de los del no: “Better Together” (Mejor Juntos) parece que tendrán como primera consecuencia que el debate se vuelva mucho más agresivo.
En el fondo, aunque sea un divorcio político, siempre se trata de un derecho al divorcio y como lo afirmó el protagonista de una película cómica hollywoodense “La Guerra de los Rose”: “Un divorcio civil es una contradicción en términos”. Veremos en este mes si el referéndum escocés logre marcar una diferencia.

Salvatore Coppola Finegan

Historiador y Lingüista
Miembro del Foro de Guanacaste
sjmcoppola@gmail.com
 






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