Logo La República

Domingo, 19 de mayo de 2024



FORO DE LECTORES


Es el turno de los jóvenes

Oscar Arias Sánchez redaccion@larepublica.net | Viernes 14 abril, 2023


OAs


Óscar Arias

Expresidente

Costa Rica

La tecnología concede a las nuevas generaciones un poder inmenso, pero no significa que tengan licencia para vivir aislados en el mundo cibernético

Hace más de 500 años, un joven artista recibió una comisión. Tenía 26 años, pero logró convencer a las autoridades de Florencia de que merecía un trabajo que escultores mucho mayores que él, y mucho más experimentados, fueron incapaces de completar.

Aquella ciudad despertaba a los albores del Renacimiento, la más radiante transformación del pensamiento y el arte de la humanidad. Las autoridades locales, ansiosas de demostrar el poderío de la ciudad y competir con sus rivales en la península itálica, obtuvieron un bloque del mejor mármol de Carrara para comisionar la escultura representativa de un pasaje del Antiguo Testamento, destinada a uno de los nichos del Duomo, la hermosísima catedral de Florencia.

Un excelente artista, discípulo de Donatello y favorito de los poderosos gremios florentinos, Agostino Di Duccio, fue contratado para realizar la obra, pero apenas llegó a cincelar el bloque de mármol antes de abandonar el proyecto. Otro discípulo de Donatello, Antonio Rossellino, intentó continuar el trabajo, pero desistió sin lograr mayores resultados.

Durante un cuarto de siglo, el bloque de mármol aguardó en la intemperie, sujeto a las inclemencias del clima, deteriorándose lentamente, encerrando un secreto que nadie lograba liberar. Fue entonces que las autoridades, resignadas, accedieron a dar la comisión a aquel joven de nombre Miguel Ángel.

Apenas dos años después, el bloque de mármol inerte, el bloque de mármol sin gracia ni gloria se había convertido en una obra que transformó para siempre la historia del arte. Una obra de tal belleza que en los siglos por venir la gente llegaría de todos los rincones de la tierra para verla y admirarla. Hoy el David se yergue en una rotonda de la Galería de la Academia, desafiando desde su altura a todo aquel que desconoce el poder que encierra una piedra sin brillo en las manos de un genio.

Redes sociales

Debemos liberar en los jóvenes el David que aguarda escondido en el bloque de mármol porque es nuestra juventud la que tomará las riendas del país en los próximos años. Son ellos una de las generaciones más preparadas de nuestra historia. Muchachos y muchachas educados bajo condiciones ideales para formar estadistas.

A pesar de su preparación académica, algunos miran desde la barrera el espectáculo que montan muchos políticos. Están bien informados y tienen una opinión, pero la comparten únicamente con sus amigos. Sueñan con un país más rico y justo, pero nada los motiva a salirse de la zona de confort en que se encuentran. Aun así, las cosas han ido cambiando. Afortunadamente, gracias a las redes sociales, sabemos lo que ustedes piensan y demandan.

La tecnología les concede un poder inmenso. Pero eso no significa que tengan licencia para vivir aislados en el mundo cibernético. Uno de los problemas actuales es que hasta ahora las redes sociales han sido mecanismos legítimos de denuncia y protesta, pero pocas veces de propuesta y acción. Sin embargo, para que un sistema político sea eficaz, y en particular para que un sistema democrático lo sea, es fundamental que los jóvenes comprendan que el desarrollo económico, la equidad social, el progreso científico, el refinamiento artístico y la preservación del medioambiente no son únicamente tareas del Estado, ni responsabilidades exclusivas de los funcionarios.

Todos los que tenemos un interés en el bienestar social compartimos también la obligación de promover el bienestar social. Esto quiere decir que nuestros ideales, nuestros sueños y nuestras esperanzas son mandatos colectivos. Ahora bien, las redes sociales facilitan el anonimato, con lo que se desvirtúa cualquier intento de participación ciudadana democrática. El reto está en combinar la energía de la juventud y el poder de las redes sociales con el carisma, la honradez, la claridad intelectual y el compromiso que se requiere para participar en política.

Si no logramos elevar el interés de nuestra juventud por el servicio público; si no logramos que los más capaces, los más preparados, los más honestos participen en la vida política, está en juego la sostenibilidad misma de nuestro sistema democrático. Son las nuevas generaciones las que deben luchar por el poder y ejercerlo. Si no les gusta el rumbo del país, deben transformarlo. Uno puede hacer mucho bien al margen de la política, pero un país en donde todos están al margen es un país a la deriva. Decía Arnold Toynbee, gran historiador británico, que el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan.

La política

Siempre he creído que la política es uno de los oficios más nobles a los que puede dedicarse un ser humano. Sin embargo, el político que traiciona la confianza que el ciudadano depositó en él dándole su voto haría mejor en irse a pastar a otros lares. El poder político no debe usarse para favorecer al amigo y, menos aún, para hacer daño al adversario. La honestidad no es una virtud, es una obligación. Quien no se sienta comprometido con las causas más apremiantes que nuestro mundo cambiante reclama y no tenga vocación de servicio debe dedicarse a cualquier cosa, excepto a la política.

La política en la que creo es la política de altura, la que existe para construir, convencer y avanzar, no para destruir, atacar, obstaculizar o ensuciar la honra de las personas. Por eso nunca renegaré de haber dedicado mi vida al servicio público, ya que nos permitió transformar este país.

La política que vale la pena es una política ambiciosa, valiente, que nos brinde esperanza e ilusión, una política que no se distrae en pequeñeces, sino que fija la mirada en el más atrevido punto del horizonte. ¡Los pueblos y los jóvenes tienen derecho a soñar! Tienen derecho a pensar en el futuro con entusiasmo, y no con resignación; con regocijo, y no con desencanto.

Sin embargo, la política es un oficio agotador que ejercen seres imperfectos con recursos limitados. No es, ni ha sido nunca, el quehacer de héroes o profetas. La ejercen aquellos que buscan y aceptan la responsabilidad de liderar.

Es el turno de los jóvenes. Solo los jóvenes conocen el espíritu de esta época. Cada tiempo lleva su signo y cada generación debe tener intérpretes que le ayuden a leer esa simbología y a actuar con base en ella. Las cruzadas del futuro no se parecerán a las que libraron nuestros antecesores. Ellos no tuvieron que lidiar con una crisis energética. Ellos no tuvieron que lidiar con la necesidad de construir sociedades más tolerantes e inclusivas. No tuvieron que lidiar con una población envejeciendo, un comercio internacional cada vez menos dinámico y complejo, el cambio climático, la inteligencia artificial, el tráfico ilegal de drogas, el tráfico legal de armas, sociedades donde la codicia de unos pocos en cualquier lugar genera el empobrecimiento de millones en todo el mundo. Esas luchas residen en la casa del mañana que tiene que ser habitada por quienes se animen a poner sus manos en el timón de la historia.

Pienso de nuevo en aquel bloque de mármol, recibiendo los embates de la lluvia en alguna plaza de Florencia. ¿Qué tenía Miguel Ángel que no tuvieron los demás? ¿Qué herramientas, qué instrumentos, qué recursos? Probablemente, tenía un cincel como el de cualquier otro. Tenía gubias como las de los demás. Tenía limas, picos y martillos como todos los artistas de su época. Pero sus antecesores carecían de algo que Miguel Ángel tuvo en abundancia: visión y valor. Tuvo la capacidad de ver más allá de lo que estaba en sus narices, de tomar las cosas no por lo que son, sino por lo que pueden llegar a ser.

Hago un llamado a esa generación de jóvenes que se encuentra al margen de la política para que no se dejen vencer por los demagogos y populistas. Para que no se dejen vencer por los que hacen del debate público un lodazal. La política es la más poderosa herramienta para transformar la vida. Es posible cambiar el curso de la historia.

¿Qué habría sido de esta cintura de América si hubiéramos prestado oídos a tantas voces que insistieron en que no podíamos extinguir el dolor de la guerra en nuestra región? La paz solo fue posible cuando tuvimos el valor de tomar las riendas de nuestro destino. Los jóvenes deben ocupar el lugar que les corresponde en la toma de decisiones. Deben ponerse al timón porque este barco que llamamos patria va en la dirección de su compromiso o de su indiferencia.

Que la Costa Rica del futuro no sea fruto de la omisión sino de la más decidida acción transformadora. No duden en ejercer ese poder. No duden en sumarse a esta ilusión. Porque dentro, en el espíritu de cada hombre y cada mujer, en el corazón del bloque de mármol frío e inanimado se esconde la obra maestra y el prodigio de una vida mejor.








© 2024 Republica Media Group todos los derechos reservados.