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Entre cielo y tierra

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 23 enero, 2015


¿Qué necesidad había de caer o recurrir a las viejas tretas de la “política tradicional”?


Entre cielo y tierra

Desearía poder mirar hacia otros lados en estos momentos, en especial hacia la interesante evolución que está tomando el mundo alrededor de nuestra pobre Costa Rica. Sin embargo estamos viviendo lamentables tiempos de “vacíos” en la política nacional, los cuales ya no pueden llenarse con más demagogia y cartas de buenas intenciones, pues todo apunta a que hemos caído en uno de los peores males, en una democracia electorera.
El pueblo costarricense sorprendió dando una muestra de reflexión en las pasadas elecciones presidenciales, cuando clamó por un cambio de fuerzas, de convicciones, algo que detuviera ese destino manifiesto de la corruptela, de los intereses ocultos, privados, mezquinos, en lo relacionado a los asuntos públicos y de cara al bien social, o bien común.
El golpe de timón lo dio el pueblo y como bien demuestra la evolución de aquellos comicios, lo procuró de sorpresa, en último momento, para que nadie pudiese arrojarse el mandato público, aduciendo méritos propios, o por creer haber tenido “consistencia o coherencia en sus pensamientos”.
Este cambio se produjo, solamente, por los deseos de una mayoría de ver algo diferente, para lo cual podemos decir que un candidato en particular hizo una correcta lectura en esa coyuntura.
Sin embargo, quizás de una forma un tanto prematura, ahora se puede anunciar que el escándalo o la imprudencia política del momento han procurado el final de la luna de miel.
Algunos dirán que esto sucedió antes, tal vez sí, pero lo importante en esta ocasión es que se marca un antes y un después para este mandato.
Fuera de los pormenores, de no leves consecuencias para la institucionalidad democrática, lo que me interesa señalar aquí es la ruptura que se produce respecto a las propias convicciones en la dialéctica del poder, sobre todo a la hora de ejercerlo.
Si las promesas estaban marcadas por el compromiso de no practicar una “política tradicional”, entonces ¿por qué caer o recurrir a las viejas tretas?
Para el electorado costarricense los ofrecimientos de puestos, las compras de voluntades, o los silencios negociados, no son más que los artilugios de esa “política tradicional”, contra la cual tanto se despotricó a la hora de enamorar votantes.
Al final, sería injusto culpar al pueblo por su elección y por lo que está sucediendo ahora, precisamente el gran problema de esa “democracia electorera” que he mencionado al principio, es que simplemente no había de dónde escoger, y esto es lo que me sigue preocupando sobre nuestro futuro como nación, ante tales “vacíos”, es posible que lo próximo a venir sea una radicalización del votante, esperando erróneamente que así, en realidad, sucedan cambios.

Luis Alberto Muñoz Madriz
@luisalberto_cr

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