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En el bicentenario del nacimiento de Karl Marx

Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 08 mayo, 2018


En el bicentenario del nacimiento de Karl Marx

Uno de los pensadores más influyentes del siglo XIX. Todavía en pleno siglo XXI muchos partidos políticos persiguen una de sus predicciones fundamentales: la construcción del socialismo. España y América Latina tienen movimientos políticos que intentan construir el socialismo del siglo XXI. Me refiero a las tendencias totalitarias, no al socialismo democrático o socialdemócrata.

La predicción del socialismo de Marx parte de su tesis de que la historia es la lucha de clases, conclusión a la que llega luego de estudiar el tránsito del feudalismo al capitalismo en Inglaterra. Ahora bien, en términos marxistas, en el feudalismo la relación de dominación principal ocurría entre los señores feudales y los siervos de la gleba; sin embargo, no fue esa “contradicción” la que generó la nueva síntesis: la contradicción entre capital y trabajo propia del capitalismo. El proceso fue más complejo. Por un lado, los comerciantes empiezan a promover la producción a destajo y, por el otro, el proceso de acumulación originaria, mediante el cual los cercamientos de las tierras comunes generaron los campesinos sin tierra que migraron a las ciudades y se convirtieron en los futuros proletarios, mientras los nuevos propietarios pudieron acumular capital.

La predicción de que el socialismo sería el resultado del capitalismo, Marx la realizó antes de que hubiese ocurrido ningún cambio de esta naturaleza y sería consecuencia de la contradicción entre capitalistas y trabajadores a partir de su tesis sobre la lucha de clases como motor de la historia. ¿Cómo y por qué? Los trabajadores tendrían una conciencia colectiva por cuanto el proceso de producción los obligaba a cooperar para lograr el producto. Aquí viene otra de sus premisas filosóficas discutibles: las condiciones materiales determinan la conciencia. Así, la conciencia de colaboración se contrapondría al egoísmo capitalista. Ahora bien, la transición nunca logra explicarla. Su análisis detallado del capitalismo en su obra de madurez (inconclusa) “El capital”, señala, como la mayoría de los economistas clásicos, una tendencia a la baja de la tasa de ganancia, lo cual generaría crisis económicas, pero descubre también la existencia de contratendencias, entre estas, el cambio tecnológico, que ha sido la característica del capitalismo. De esta manera, desaparece, en este texto, la predicción del socialismo como producto necesario de la contradicción del capitalismo y nunca aparece una explicación del proceso de transición del capitalismo al socialismo.

La historia tampoco le ha dado la razón a Marx. Ningún país avanzado tuvo su revolución socialista. Los casos de socialismo real del siglo XX ocurrieron en países atrasados, donde elites revolucionarias construyeron estados totalitarios con propiedad estatal de los medios de producción y escaso éxito económico, hasta el dramático colapso del muro de Berlín en 1989 o transiciones hacia capitalismo de Estado. Cabe mencionar que el proceso de automatización de la producción ha llevado a la reducción y a la eventual desaparición de la clase proletaria manufacturera. Esto ha conducido a procesos políticos populistas de derecha en los países avanzados alimentados por los procesos de desindustrialización. Pero, en todo caso, no es el surgimiento y madurez de la clase proletaria industrial la fuente del cambio, sino, precisamente, su debilitamiento. Desapareció así la contradicción principal del capitalismo según Marx.

Otros autores, Gramsci y Luckács principalmente, han trasladado el énfasis de las condiciones materiales de producción a favor de los factores ideológicos, correspondientes a la superestructura de Marx, una ideología dominante que explicaría la conciencia independientemente de la clase social y de las condiciones materiales. Así se explica la falta de revoluciones socialistas y se generó una hoja de ruta en el presente siglo.

La estrategia del socialismo del siglo XXI se alimenta de la predicción de Marx que el socialismo sucede al capitalismo y que supuestamente representa una forma superior de organización de la producción y la sociedad. Para alcanzar el poder se aprovechan de la democracia liberal y construyen coaliciones o frentes que se alimentan de una diversidad de “contradicciones” que no corresponden a las clases sociales. Luego construyen su estrategia para consolidar su poder y construir el “socialismo”. Para ello, siguiendo a los autores mencionados, intervienen en los factores determinantes de la ideología: la educación y sus contenidos (se reescribe la historia), control creciente de los medios de comunicación y uso magistral de las redes sociales, mientras controlan los aparatos de represión y socavan los sistemas de pesos y contrapesos de la democracia para consolidar la camarilla en el poder en un autoritarismo creciente, supuestamente justificado por la construcción del socialismo. Ese es el fantasma que recorre América Latina, con amnesia de los fracasos del siglo XX.

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