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El último adiós a Mandela

EFE | Lunes 16 diciembre, 2013


El cuerpo de Nelson Mandela, expresidente sudafricano fue sepultado en el pueblo de Qunu donde creció el líder de esa nación a quien se le atribuye la erradicación del Apartheid en esa nación. AFP / LA REPÚBLICA


El último adiós a Mandela

Alejado de las fuertes medidas de seguridad de la sitiada Qunu, a menos de una hora en coche por carretera de tierra, el pequeño pueblo de Mqhekezweni también vivió intensamente el funeral de Nelson Mandela, quien recibió allí sus primeras enseñanzas de liderazgo.
Mientras su cuerpo era sepultado en el terreno familiar de los Mandela en la vecina Qunu -donde el expresidente creció y fue hoy enterrado como había pedido-, un grupo de vecinas de Mqhekezweni cocinaban un plato típico xhosa en grandes ollas metálicas.
"Hemos sacrificado una vaca para despedir a Mandela", cuenta Nosakhiwo Mcaphu, que remueve la carne con un utensilio de plástico.
Lo hacían detrás de la casa circular de barro y tejado de paja en la que Mandela vivió regularmente entre los 9 y los 16 años con su primo Justice Mtirara, hijo del entonces regente de la casa real Thembu, Jongintaba Dalindyebo, que se hizo cargo del pequeño Mandela cuando éste perdió a su padre.
"Aquí, en esta casa, dormía con su primo Justice", recuerda el maestro residente en el pueblo, Raymond Mdazuka.
Unos metros más allá, a la entrada de esta propiedad que un día perteneció al mentor de Mandela, decenas de personas seguían en directo el funeral en la pantalla gigante de televisión instalada en el pueblo.
A su alrededor se arremolinaban mujeres vestidas con los colores del gubernamental Congreso Nacional Africano (CNA, partido que lideró Mandela), jóvenes, mayores y un grupo de soldados con sus metralletas apoyadas en las piernas.
Habían aparcado sus tanquetas de color caqui en la calle y descansaban de las labores de vigilancia en la zona lejos del ajetreo de periodistas, sirenas y vehículos oficiales.
Delante de ellos, indiferentes a la atención con la que los adultos observaban la televisión, los niños jugaban a la sombra de los árboles.
"Allí, debajo de esos árboles, los ancianos del pueblo deliberaban sobre las decisiones de la comunidad, y el regente Jongintaba tomaba, escuchando a todos, las decisiones", relata el maestro Mdazuka.
"Siendo un niño, Mandela solía sentarse detrás de ellos y escuchar", agrega.
El propio Mandela recuerda en sus memorias que fue en esas sesiones donde escuchó por primera vez hablar de la historia de su pueblo y de la opresión de la minoría blanca, y vio practicar la democracia a través de la tradición de su clan.
Ningún otro lugar como Mqhekezweni representa en la vida del ex presidente sudafricano la tradición, que, si bien le sirvió de inspiración, también supuso para él una forma de opresión.
"Mandela escapó de aquí con Justice porque el regente quería que se casaran en dos matrimonios arreglados", indica el maestro Mdazuka, en referencia a la huida de Madiba a Johannesburgo en 1941, que marcó el final de su relación con el pueblo que hoy le homenajea.
Nadie en la aldea recuerda de primera mano al Mandela adolescente, pero sí al viejo presidente que tomó posesión en 1994 y volvió a Mqhekezweni a saludar a sus habitantes.
"Nos prometió una escuela, electricidad y otras muchas cosas. Todas las cumplió", rememora Mdazuka, que habló durante unos minutos con el presidente durante aquella visita.

Mandela siempre ha considerado Qunu como su pueblo, pero tampoco olvidó Mqhekezweni.
Tras su salida de la cárcel en 1990, Madiba compró una casa en Qunu y pasó allí largas temporadas.
Muchas Navidades organizaba, en esa aldea, fiestas con regalos para los niños.
"Enviaba autobuses para recoger a los niños de aquí, y nunca les faltaba comida, juguetes, regalos", dice Nummisa Mbebe, que ofrece ternera con verduras a quienes siguen las exequias por la televisión.
En Qunu, Madiba ya ha sido enterrado, la retransmisión del funeral desaparece de la pantalla y los soldados abandonaban el pueblo, arma en ristre.
Pero junto a la casa donde vivió Mandela, la gente de Mqhekezweni aún comía y evocaba, con nostalgia, la última visita de su inolvidable héroe.

Sudáfrica – EFE







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