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EDITORIAL


El oro que derrochamos

Los mayores del siglo XXI saben que jubilarse no significa salirse de la vida, participan de forma activa en su círculo más cercano

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 05 enero, 2011


Editorial


Con una esperanza de vida de 78,9 años, Costa Rica es el país latino cuyos habitantes son más longevos, de acuerdo con el Reporte de Competitividad Global del Foro Económico Mundial de 2010.

La longevidad, sin duda, constituye un logro social. Toda ley o actividad humana tiene como fin último la conservación de la vida; sin embargo, de manera sorprendente, al respecto existen pronósticos nefastos que hablan de una supuesta caducidad entre las sociedades que presentan este venturoso fenómeno.

Nuestra longevidad se debe en gran parte a que durante décadas Costa Rica ha disfrutado de un sólido sistema de seguridad social, a los avances médicos y farmacológicos y a la calidad de vida entre los ciudadanos, de modo que esta se ha ampliado no solo en cantidad sino también en calidad. En efecto, se ha extendido el tiempo en que las personas son productivas.

Actualmente, tenemos costarricenses que conservan plenamente sus facultades físicas y mentales más allá de los 65 años, por lo que su caudal de conocimientos podría servir como guía de experiencia para las nuevas propuestas que proliferan entre las generaciones emergentes.

Se sabe de sobra, envejecer ya no es sinónimo de caducar.

Los pronósticos pesimistas señalan que el envejecimiento de la población mengua el número de personas en edad laboral; por tanto, aumentan los jubilados y con esto crece el gasto social.

Entre muchos aspectos, se debe considerar que si fuera posible calcular la contribución de los abuelos en el cuido gratuito a los nietos, nos sorprendería los millones que aportan a la producción nacional.

Pero aún más, cada vez más adultos mayores empiezan una carrera profesional, aprenden algún arte, un nuevo idioma o lo más simple se introducen en los conocimientos cibernéticos.

Los mayores del siglo XXI saben que jubilarse no significa salirse de la vida, participan de forma activa en su círculo más cercano.

Esta nueva realidad, lejos de constituir un problema, puede encauzarse de manera que enriquezca la estructura social del país y refresque el sistema productivo.

El envejecimiento de nuestra población puede tener repercusiones positivas a nivel económico y social, basta con implementar algunos cambios en el sistema laboral, orientado a aprovechar por más tiempo el talento de los mayores.







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