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El jugador "especial"

| Sábado 07 noviembre, 2009




El jugador “especial”

En ocasiones, un miembro afecta a su equipo porque actúa más conforme a criterios propios que a reglas comunes. Los propósitos y valores del equipo están por debajo de sus preferencias particulares y no los respeta. Estas actitudes negativas tienen diversos orígenes: baja autoestima (expresada con pasividad o agresividad), conflictos para aceptar figuras con autoridad, incapacidad para gestionar emociones, adicciones, necesidad de protagonismo, dificultad para convivir conforme a normas; temores, ansiedades, y arrastre de situaciones psicológicas sin resolver, entre otras.
En algunos casos, la influencia del grupo aplaca conductas independientes y dañinas; en otros, esa actitud obliga al jugador “especial” a buscar otros destinos. Pero mientras él no acepte que tiene un problema, no podrá resolverlo.
Las conductas del miembro que llamamos “especial” pueden ser: incumplimiento de horarios y tareas, indisciplina, inconstancia, rechazo persistente hacia quienes no le apoyan, rendimiento errático, manipulación e indiferencia ante los requerimientos de sus jefes y compañeros, etc.
Un jugador así consume mucha energía del equipo porque demanda excesiva atención y se convierte en centro de preocupación de sus compañeros y en fuente de distracción para el líder, quien enfrenta una encrucijada si se trata de un talentoso que pone en peligro, al mismo tiempo, la cohesión y el ambiente de trabajo.
La respuesta responsable es ofrecerle apoyo para que trabaje en la rectificación de su situación. Si esto es aceptado por él, entonces recibirá comprensión, pero cero tolerancia a nuevos problemas, es decir, balance entre calor humano y responsabilidad, pues así se incrementará su sentimiento de pertenencia y su autoestima. A él le corresponde respetar y cumplir los mismos deberes que sus colegas, sin diferencia alguna.
Hay que comprender que en un verdadero equipo deben existir derechos iguales para todos y nunca privilegios especiales para ninguno. Nadie debe sentirse “más” que los demás porque eso destruye la unidad y la equidad. En un ambiente competitivo todos deben percibir que, en verdad, tienen las mismas posibilidades para sobresalir, porque de lo contrario habría algo falso en el proceso y, tarde o temprano, éste se derrumbaría.
Si se unen la ética del equipo y la convicción del “especial” de que tiene un problema por resolver, entonces ambos saldrán victoriosos. Hay que ofrecer segundas oportunidades a quienes las acepten con seriedad, humildad y valores. Toda persona tiene derecho a ser mejor, a rectificar, a intentarlo de nuevo. No obstante, por supuesto, lo ideal es dejar de sentirnos tan especiales y simplemente darnos al cien por ciento al equipo.

German Retana
german.retana@incae.edu






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