El individualismo, un mal de la sociedad moderna
| Martes 14 junio, 2011
El individualismo, un mal de la sociedad moderna
Realizando una retrospección de la sociedad en la que yo crecí (los años 60 y 70 y la sociedad del nuevo milenio como se le denomina, lo primero que extraño es el gran espíritu de solidaridad que existía entre las familias vecinas, y recuerdo a mi madre mandándonos a pedir prestado un vaso de azúcar donde la vecina, ya que en casa se había acabado y había visitas inesperadas que atender.
Escuchando una enriquecedora charla sobre la familia y sociedad, y conscientes de que somos partícipes de la evolución del mundo, me gustó la definición que se dio del individualismo, como la sobrevaloración del sujeto y como eso está debilitando los vínculos comunitarios, la prevalencia de la auto-referencia del individuo está conduciendo a la indiferencia por el otro, el rechazo a las reglas comunitarias que gobiernan la sociedad y su sustitución por la auto realización, la ausencia de compromisos de largo plazo y la prevalencia de la realización inmediata sin importar las consecuencias (relativismo).
Pero simultánea y contrariamente al fenómeno anterior, en la sociedad moderna se da el fenómeno de la globalización, que hace que la sociedad se mueva cada vez más hacia la interdependencia alimentaria, tecnológica, sin dejar de lado el fenómeno de la transculturización, la pérdida de valores, y la secularización que margina a Dios de la vida pública y lo relega a solo cuando yo lo necesite.
Ante esa realidad cabe hacerse la siguiente pregunta; ¿es más feliz la sociedad actual en la que vivimos? Yo creo que no, y me apoyo en los fenómeno del estrés y la depresión como enfermedades modernas que quitan la paz y la salud a los individuos y que no existían en nuestros dorados tiempos.
Aunado a lo anterior tenemos la insaciable predilección por el “tener”, la incapacidad para procesar toda la información a la que nos vemos sometidos, y la modificación perversa del concepto de “placer” que rápidamente nos ingresa al prohibido y adictivo mundo de las drogas, a la prostitución y la delincuencia.
Pero si algo no ha cambiado desde su creación, es el Hombre y su tres necesidades, de ser amado, de tener seguridad y de sentirse aceptado por los demás; y queda claro que la sociedad moderna con todos y sus cambios no ha logrado suplirlas en forma sostenida.
Yo no sé ustedes, pero yo me quedo con las épocas en donde la familia numerosa nos obligaba a compartir (ropa, comida, juegos, aventuras) a ser sociable y no con las familias con un solo hijo que crece creyéndose el centro del mundo; yo me quedo creciendo con mi mamá, que creciendo en modernas guarderías o con terceras personas que no me dan la seguridad necesaria ni me ponen las reglas y límites debidos; en fin…., yo me quedo con el “Hojancha” sencillo y seguro que me vio crecer, que con el moderno e inseguro San José en el que me toca laborar.
Mynor Retana Cárdenas
Ingeniero
mretanaca@gmail.com
Realizando una retrospección de la sociedad en la que yo crecí (los años 60 y 70 y la sociedad del nuevo milenio como se le denomina, lo primero que extraño es el gran espíritu de solidaridad que existía entre las familias vecinas, y recuerdo a mi madre mandándonos a pedir prestado un vaso de azúcar donde la vecina, ya que en casa se había acabado y había visitas inesperadas que atender.
Escuchando una enriquecedora charla sobre la familia y sociedad, y conscientes de que somos partícipes de la evolución del mundo, me gustó la definición que se dio del individualismo, como la sobrevaloración del sujeto y como eso está debilitando los vínculos comunitarios, la prevalencia de la auto-referencia del individuo está conduciendo a la indiferencia por el otro, el rechazo a las reglas comunitarias que gobiernan la sociedad y su sustitución por la auto realización, la ausencia de compromisos de largo plazo y la prevalencia de la realización inmediata sin importar las consecuencias (relativismo).
Pero simultánea y contrariamente al fenómeno anterior, en la sociedad moderna se da el fenómeno de la globalización, que hace que la sociedad se mueva cada vez más hacia la interdependencia alimentaria, tecnológica, sin dejar de lado el fenómeno de la transculturización, la pérdida de valores, y la secularización que margina a Dios de la vida pública y lo relega a solo cuando yo lo necesite.
Ante esa realidad cabe hacerse la siguiente pregunta; ¿es más feliz la sociedad actual en la que vivimos? Yo creo que no, y me apoyo en los fenómeno del estrés y la depresión como enfermedades modernas que quitan la paz y la salud a los individuos y que no existían en nuestros dorados tiempos.
Aunado a lo anterior tenemos la insaciable predilección por el “tener”, la incapacidad para procesar toda la información a la que nos vemos sometidos, y la modificación perversa del concepto de “placer” que rápidamente nos ingresa al prohibido y adictivo mundo de las drogas, a la prostitución y la delincuencia.
Pero si algo no ha cambiado desde su creación, es el Hombre y su tres necesidades, de ser amado, de tener seguridad y de sentirse aceptado por los demás; y queda claro que la sociedad moderna con todos y sus cambios no ha logrado suplirlas en forma sostenida.
Yo no sé ustedes, pero yo me quedo con las épocas en donde la familia numerosa nos obligaba a compartir (ropa, comida, juegos, aventuras) a ser sociable y no con las familias con un solo hijo que crece creyéndose el centro del mundo; yo me quedo creciendo con mi mamá, que creciendo en modernas guarderías o con terceras personas que no me dan la seguridad necesaria ni me ponen las reglas y límites debidos; en fin…., yo me quedo con el “Hojancha” sencillo y seguro que me vio crecer, que con el moderno e inseguro San José en el que me toca laborar.
Mynor Retana Cárdenas
Ingeniero
mretanaca@gmail.com