El impuesto de ventas ideal: 10%
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 06 noviembre, 2014
Tasa baja castigaría menos a consumidores, que plan de Gobierno
El impuesto de ventas ideal: 10%
Medida simplificaría sistema tributario
RESUMEN EJECUTIVO
Un nuevo impuesto de ventas es una prioridad, dice el Gobierno.
La solución ideal sería un impuesto del 10% en la compra de todos los bienes y servicios, con excepción de los artículos básicos.
Los consumidores en este caso pagarían más por las compras, que hoy no están sujetas al impuesto.
Pero ahorrarían dinero en las compras, que hoy tributan el 13%.
En cuanto al impacto neto, el sector privado no pagaría más de lo que hoy en día contribuye hoy a un Estado a menudo ineficiente.
Sin embargo, el sector público a largo plazo ingresará más, mientras crece la economía, que actualmente está afectada por un impuesto de ventas distorsionado.
Tiene razón el Gobierno, al considerar que un nuevo impuesto de ventas es una prioridad, para incrementar la eficiencia de la economía nacional.
La solución sería un impuesto del 10% en la compra de todos los bienes y servicios, excepto los artículos básicos.
Con un régimen tal, los consumidores no estarían castigados por un nuevo impuesto.
Por un lado, pagarían más por las compras —sobre todo de varios servicios—, que hoy en día no están gravadas.
Pero ahorrarían dinero en las compras, que en este momento tributan el 13%.
En lo que al sector público se refiere, el efecto de reducir la tasa impositiva al 10% en las compras, sería que el Gobierno tendría los mismos ingresos derivados del impuesto de ventas, ya que el no gravar muchos servicios representa el 1,6% de valor de la producción anual, de acuerdo con los datos de Hacienda.
Para efectos de mantener tablas al Gobierno, el impuesto del 10% tampoco tendría que aplicarse a la educación o salud privada.
En una situación similar a la de los consumidores, el Gobierno bajo este esquema ingresaría menos en las compras, que actualmente están gravadas a la tasa del 13%, pero contaría con los ingresos nuevos, tras la gravación de las compras que hoy en día no están sujetas al impuesto de ventas.
Además, el sector público a mediano y largo plazo recibiría más ingresos de esa fuente, mientras crezca una economía liberada de la distorsión impositiva.
El sistema actual afecta las empresas, que no pueden competir, debido al impuesto, que no se aplica a la venta de muchos servicios.
Imagine una empresa, cuyo sitio en Internet vende en ¢1.000 la receta para una bebida deportiva.
Mientras tanto, un competidor quedaría afectado, que hace una bebida similar para ¢1.000 pero embotellada, de modo que debe cobrar ¢1.130 incluyendo el impuesto de ventas.
Las cosas suceden así porque nuestro régimen se remonta a la década de 1960, cuando los gobiernos no se molestaban en cobrar el impuesto sobre la compra de los servicios, que formaban una pequeña parte de la economía.
Otra ventaja del nuevo impuesto es que podríamos luchar contra la evasión tras un mecanismo, que le permite al Ministerio de Hacienda ver muchas de las transacciones entre empresas, que son invisibles bajo el sistema actual.
Se trataría de un impuesto de valor agregado en cada fase del proceso de comercializar un bien o servicio, de modo que sea difícil para cualquier empresa esconder su participación en el mercado.
A cambio, varios proveedores de servicios actualmente evaden el impuesto de ventas actual, al cobrar al consumidor en efectivo.
El plan del Gobierno, que se anunciará en las próximas semanas, es casi seguro que trata de eliminar la mayoría de las compras, en que no se grava el impuesto sobre ventas, mientras se mantiene la tasa del 13%.
Este régimen le permitiría al Gobierno incrementar sus ingresos, con los que se podría pagar parte de sus pérdidas anuales.
Sin embargo, imponer el impuesto del 13% en las compras de muchos servicios actualmente no gravadas, implicaría un alto costo para los consumidores.
Tampoco queda claro si la forma correcta de reducir las pérdidas anuales del Gobierno sea mediante un impuesto nuevo, o más bien por los recortes en los montos altos pagados a muchos burócratas, que a menudo brindan un servicio mediocre al público.
Redacción