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El enigma del dólar

Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 16 abril, 2010




No sabemos la dimensión de los capitales que puedan utilizar nuestro micromercado para blanquear dinero, ni tampoco los que especulan y crean condiciones de alta volatilidad

El enigma del dólar

En setiembre recién pasado la economía mostraba una clara tendencia a apostar por el dólar, la mayoría de los expertos pronosticaba que este llegaría a fines de 2009 a más de ¢600… y con tendencia a seguir el ritmo ascendente. El 54% de las inversiones de los costarricenses estaba en dólares y los depósitos a plazo en esa moneda habían crecido en un 76% en 12 meses.
Muchos bancos, especialmente privados, expertos por definición en el juego de monedas, apostaron también al dólar y sufrieron un duro golpe. La mayoría siguió a los expertos como al flautista de Hamelín y, como en la vieja leyenda, la música los traicionó. A inicios de este año, ya con un dólar en un sostenido descenso, los especialistas se mostraban muy cautelosos, pero había voces que esperaban una reversa del fenómeno, mientras otros guardaban silencio ante la imposibilidad de alumbrar el camino apoyándose en los factores clave que siempre habían servido para explicar las fluctuaciones de esa moneda en el país.
En el último semestre del año pasado se explicaba la fuerte baja del dólar por el pago de impuestos de las empresas nacionales e internacionales, pagos de aguinaldos, etc. En resumen había factores que con facilidad explicaban el fenómeno estacional. Sin embargo, concluido el primer trimestre de este año, el fenómeno sigue su curso, llevando la divisa desde la línea superior de la banda a una posición cercana al piso… sin explicaciones contundentes. De pronto nos encontramos como en un casino, sin más compañía que el azar.
No todo es penumbra, hay algunos hechos que pueden guiar un poco el camino. El actual presidente del Banco Central ha planteado que el próximo paso, aunque sin fecha, debería ser la mayor flotación administrativa del dólar, descartando la dolarización o la libre flotación, ideas que parece compartir su sucesor. Pero en realidad el problema es otro.
Costa Rica es un micromercado en que unos pocos agentes pueden hacer saltar hacia arriba o hacia abajo la moneda en pocos días. Uno de esos agentes es el propio Banco Central cuya información sobre compras de dólares para el sector público en el mercado no es informada oportunamente.
El uso de información confidencial de esta magnitud, no importa cuan confiables sean las autoridades, es una fuente que contiene peligros potenciales. A esto se agrega algo más grave y que ya han puesto en la mesa varios economistas: no sabemos la dimensión de los capitales que puedan utilizar nuestro micromercado para blanquear dinero, ni tampoco los que especulan y crean condiciones de alta volatilidad.
Una mayor flotación del dólar en un mercado así puede tener serias repercusiones para la gran mayoría de la población. Esta crisis nos enseñó cómo megamercados podían caer ante agentes poderosos. Cuando el juego no es transparente, los resultados pueden transformarse en algo macabro para una gran parte de la población. Solo un ejemplo: los importadores se ven beneficiados con la baja del dólar, pero no necesariamente la traspasan al consumidor. Cuando ocurre al revés, no dude quien paga el mayor valor.

Arturo Jofré

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