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COLUMNISTAS


¿El Salón de Ex Jefes de Estado y Expresidentes de la República y el retrato de Luis Guillermo Solís?

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 01 mayo, 2019


Pizarrón


En el edificio central del Poder Legislativo de Costa Rica, de la Asamblea Legislativa, como se le llama desde la Constitución Política de 1949, en su artículo 105, existen un Salón y dos Salas dedicadas a honrar, con su exhibición, a grandes personalidades políticas del país, del período del Estado, 1824-1848, y del período de la República, desde 1848 hasta hoy.

Una de ellas a quienes han ejercido los altos cargos de Jefe de Estado y de Presidente de la República, otra a quienes han ejercido el puesto de Presidente del Poder Legislativo, en su forma unicameral o bicameral cuando la tuvimos, y una tercera que exhibe a quienes la Asamblea Legislativa ha honrado con el Reconocimiento de Beneméritos y Beneméritas que se ha dado en este campo específico, benemeritazgo de la Patria, y en los campos específicos de Benemérito de las Artes Plásticas, de la Ciencia, de la Cultura, de la Educación, de la Enseñanza, de las Letras Patrias, así como el de los declarados Ciudadanos de Honor y los Defensores de la Libertad. El título o reconocimiento de Benemérito también se ha dado a Instituciones que reciben el nombre de Instituciones Beneméritas.

Dentro de estos benemeritazgos hay dos personajes José María Peralta y de la Vega y Rafael Francisco Osejo, a quienes se les reconoce como Beneméritos, declarados así antes de 1824, Rafael Francisco Osejo el 30 de julio de 1823 y José María Peralta y de la Vega, declarado por el Ayuntamiento Constitucional, el 3 de noviembre de 1823, ambos firmantes del Acta de Independencia del 29 de Octubre de 1821.

El Salón en el que se exhiben a quienes han ejercido la Jefatura de Estado o la Presidencia de la República es el salón más grande, que resalta por su belleza, y tiene en orden cronológico a quienes han ocupado esos altos cargos. Su piso está hecho con tabloncillos de maderas diferentes de nuestros bosques, junto con las arañas que fueron heredadas del antiguo Palacio Nacional, sede del Congreso Constitucional antes de 1958, que quedaba ubicado donde hoy está el Banco Central. Tiene dos columnas griegas que divide el Salón en su Galería. Junto a éste hay un pequeño salón que lo vincula con el salón donde sesionan los diputados, el Plenario Legislativo, que se le denomina desde 1959 Salón de los Libertadores de América, que tenía los óleos d Simón Bolívar y de José de San Martín. Ya se había agregado el óleo de Florencio del Castillo. Hoy otras figuras así reconocidas están en el Castillo Azul, del conjunto parlamentario, sede de la Presidencia de la Asamblea Legislativa.

Este Salón se originó desde 1833 cuando el Congreso Constitucional, en ese momento llamado Asamblea Constitucional del Estado Libre de Costa Rica, decretó destacar al Primer Jefe de Estado, Juan Mora Fernández, colocando su retrato, su pintura, en la Sala de Sesiones parlamentarias. A partir de ello se dispuso que “ocuparán sucesivamente el mismo destino haciéndose dignos de él”, quienes ejerzan ese alto cargo.

En 1855, en el gobierno de Juan Rafael Mora Porras, se inauguró el Palacio Nacional estableciéndose allí la Galería de Jefes de Estado y presidentes de la República, estableciéndose su óleo en 1859.

En 1903, por iniciativa del Poder Ejecutivo, la Comisión Permanente del Congreso hizo el Reglamento de colocación de estos óleos. Así se dispuso a colocar a Juan Mora Fernández en el interior del Salón de Sesiones parlamentarias y los Retratos de los demás presidentes se colocarían de derecha a izquierda del dosel por orden cronológico.

En 1958, en marzo, se trasladó el Congreso al actual edificio.

Por su naturaleza este Salón es una gran Pinacoteca, donde está cada uno de los Jefes de Estado y presidentes de la República, retratado en una pintura con su figura, su rostro, de manera que todo el Salón constituye una galería donde se exponen obras de arte, con sus rostros, con sus retratos pintados de quienes han ejercido y representado el Poder Ejecutivo.

Todas las pinturas de los Retratos de Jefes de Estado y presidentes de la República son de aceite, pintadas en lienzo, excepto una, el retrato del presidente Jesús Jiménez Zamora que fue pintado sobre madera.

Los primeros marcos, bruñidos y tallados, que protegen estos Retratos originalmente fueron traídos de Europa, el resto son elaborados por tallistas nacionales.

Este Salón es usado generalmente para grandes eventos públicos, y especiales, organizados por la Asamblea Legislativa, o autorizados para su uso por el Directorio Legislativo y la Dirección Administrativa de la Asamblea Legislativa.

Como Galería, este Salón es un espacio de forma rectangular que exhibe esta colección de cuadros con los Jefes de Estado y presidentes de la República.

Las otras dos salas constituyen Fototecas, es decir espacios donde lo que hay son fotos de quienes han ejercido la Presidencia del Poder Legislativo y de los Beneméritos y Beneméritas de la Patria.

Como muestra pictórica nacional allí lucen grandes artistas, extranjeros y costarricenses, Aquiles Bigot Marie, José Nicolás Joury, Enrique Echandi, José Claro Azcarreta, Juan Andrés Bonilla Mata, Tomás Povedano, Gonzalo Morales Alvarado, Fabio Fournier Jiménez, Dinorah Bolandi Fernández, Lilly Artavia Bolandi, Mario Orozco Rivera, Lorenzo Fortino y Miguel Casafont Broutin entre otros.

En el Salón donde se realizan las Sesiones Plenarias de los Diputados hay dos óleos más, el del Padre Florencio del Castillo, considerado el Primer Diputado de Costa Rica, por habernos representado en las Cortes de Cádiz, y el de Juan Mora Fernández, Primer Jefe de Estado, bajo cuyo gobierno se constituyeron los tres Poderes Públicos, tal y como existen y hoy funcionan. En este Salón solo se permiten esos dos óleos y los Escudos de las siete Provincias.

El Salón de Jefes de Estado y de presidentes de la República, a mi modo de ver, está mal llamado Salón de Exjefes de Estado y de Expresidentes de la República.

Cada una de las personas que están aquí, con sus retratos, en la base de este se dice, o se indica, con una plaquita, el período en que desempeñaron el cargo de Jefe de Estado o presidente de la República. Si repitieron el cargo, hasta tres veces, en la misma placa se indican los períodos en que ejercieron esa función, sin necesidad de repetir el cuadro o la pintura.

Al indicarse que ejercieron el cargo en determinado período se esta diciendo expresamente que fueron Jefes de Estado o presidentes de la República de ese período indicado. No se dice, por ejemplo, que fueron expresidentes del período 1958-1962, 1970-1974, 1978-1982, 2006-2010, o 2014-2018. Por esto el Salón debe llamarse correctamente Salón de Jefes de Estado y presidentes de la República. La Asamblea Legislativa debiera cambiar esta denominación y quienes atienden información y comunicación sobre la Asamblea Legislativa así llamarlos.

El título de Jefe de Estado o de presidente de la República, de acuerdo con la tradición y costumbre protocolar de muchos países, se mantiene para quienes han ejercido estos cargos, como una muestra de cortesía, de respeto y de reconocimiento institucional, al cargo que desempeñaron.

En este sentido es correcto decirle a los presidentes, o dirigirse a ellos en el trato, a los que están vivos aún, como son Rafael Ángel Calderón Fournier, José María Figueres Olsen, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, Abel Pacheco de la Espriella, Oscar Arias Sánchez, Laura Chinchilla Miranda y Luis Guillermo Solís Rivera, como presidente Rafael Ángel Calderón Fournier, presidente José María Figueres Olsen, presidente Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, presidente Abel Pacheco de la Espriella, presidente Oscar Arias Sánchez, presidente Laura Chinchilla Miranda y presidente Luis Guillermo Solís Rivera. Ese es el trato que yo les doy cuando me ha tocado saludarlos o tratarlos.

Si es de escribir la palabra Jefe de Estado o presidente, prefiero hacerlo con mayúsculas, que con minúsculas.

La Real Academia de la Lengua Española reconoce que los cargos y nombres de dignidad, rey, papa, duque, conde, presidente, ministro, etc. y títulos se escriben normalmente en minúscula, aunque hay ocasiones en que se recomienda el uso de mayúscula, sin que sea obligatorio, cuando se refieren a una persona concreta, por ejemplo, presidente Miguel Ángel Rodríguez, presidente Oscar Arias o presidenta Laura Chinchilla. Y, en mayúsculas también deben escribirse, cuando se refieran a una persona concreta sin mencionar su nombre: el Rey, el Papa, el presidente, el ministro.

Los tratamientos de cortesía de don y doña, o señor y señora, referidos a estas dignidades, tradicionalmente se escriben de igual manera con mayúscula, seguidos del nombre propio de la persona que posee tal dignidad. Yo preferiría usar, en lugar de ellos, el tratamiento de Ciudadano o Ciudadana, lo que de vez en cuando hago, y traté siempre de enseñar a mis estudiantes: Ciudadano Profesor, les decía a mis estudiantes, Ciudadano Presidente o Ciudadano fulano de tal… que responde más, en su contenido, al espíritu republicano que vivimos desde 1821. Protocolariamente debería usarse, para la correspondencia y el trato oficial, el término Ciudadano o Ciudadana, en lugar de Señor o Señora. Como tratamiento de cortesía algunos diputados al referirse a los otros diputados les llaman “señorías”, me parece igualmente equivocado.

Es costumbre también que, en las leyes, decretos y documentos oficiales, por razones de solemnidad y protocolo, se escriba con mayúsculas las palabras de este tipo, en el caso nuestro, el jefe del Estado, el Presidente del Gobierno o el Presidente de la República, el Ministro de…, el Diputado…

En la correspondencia que se dirige a quienes ocupan estos altos cargos es lo correcto y frecuente que se escriban sus cargos con mayúscula.

Cuando en la práctica se usa la expresión latina ex para referirse a quienes han ejercido un alto cargo correctamente debe soldarse, pegarse, la partícula ex con el cargo, expresidente, exministro etc. No se debe separar el cargo con la partícula ex con un guion: expresidente, ni tampoco se debe dejar entre ellos un espacio: expresidente.

Ex, como palabra latina significa fuera de, por lo que se usa como prefijo para indicar lo que ha sido una persona, o para indicar que se ha tenido un cargo y ya no se tiene. Así, cuando se antepone la partícula ex a nombres de dignidades o cargos, a nombres o adjetivos de persona, lo que se indica es que esta persona ha dejado de ser lo que aquellos significan: expresidente, exministro, etc.

La Galería, o el Salón de Jefes de Estado y de presidentes de la República, es tan solo una sala de exhibición de quienes han ejercido este cargo. Para estar allí es necesario solamente haber ejercido el cargo.

A quienes allí se cuelga no se les hace un balance de su obra de gobierno o de gestión administrativa. No se les hace un análisis de si fue buen o mal gobernante. No se les enjuicia si ejercitó el cargo por la vía constitucional o anticonstitucional, si fue dictador o no, si fue autoritario o no, o si fue civil o militar, si fue una persona honesta, honrada o cuestionada en este aspecto. En el acto de colocación del Retrato no se libera de responsabilidades políticas, que le pueden ser cobradas o imputadas, a quienes allí cuelgan. No es un acto para aprobar o improbar su labor de gobernante. Todo esto queda para los historiadores, los politólogos, los sociólogos, los diversos analistas, periodistas y quienes deseen investigar, analizar y enjuiciar la labor de gobierno y de Estado, como de las personas, de quienes han estado dirigiéndolo desde el Poder Ejecutivo. Tan solo se hace el reconocimiento oficial del ejercicio de gobierno que tuvieron.

El acto de develación del cuadro, o del retrato del presidente, no es en sí mismo un acto oficial del Poder Legislativo, es tan solo un acto administrativo de este Poder Legislativo, que se coordina con el presidente que ha dejado de serlo, para su ceremonia de develación y de colgamiento de la pintura que recoge su retrato.

Lo que es oficial de este evento es el marco del retrato, que tiene cierta formalidad y estilo, donde todos son iguales. Este marco corre a cargo, en costos, del propio Poder Legislativo, que es también el que tiene que garantizar que esos marcos sean iguales. El costo del retrato, del pintor que se contrate para hacerlo, corre a cargo del presidente a quien se le va a colgar su retrato. Este costo debería ser a cargo de la Asamblea Legislativa, aunque el pinto lo escoja el Gobernante. Que lo pague el presidente a quien se le colgará su Retrato refleja cierta miseria, avaricia y pequeñez de la Asamblea Legislativa, que en este caso debiera ser generosa.

Por esto es irrelevante que al acto de develación vayan todos los diputados como si fuera una ceremonia oficial, que obliga su presencia. Al contrario, lo usual es que el presidente al que se va a homenajear, con esta distinción, haga la invitación respectiva para que le acompañen sus amigos, partidarios, y quienes deseen asistir a este acto. Para los diputados es tan solo un acto de cortesía, y de respeto institucional, asistir en tanto es el recinto parlamentario el depositario de esta Galería de Jefes de Estado y de presidentes de la República, y la misma Asamblea Legislativa hace pública referencia y anuncio de que el acto de develación se va a realizar en determinada fecha, acto abierto a todo público. Los diputados más obligados moralmente a asistir al acto son los del propio partido político que representa el presidente homenajeado, y sus aliados.

Lo relevante de un acto como éste, que de todas maneras y obligadamente se hace, es que, en ocasiones particulares, con más énfasis, en el Plenario Legislativo algunos diputados alcen tribuna oratoria contra el Mandatario homenajeado, tratando de disminuir la relevancia e importancia protocolaria del acto, con el que le colgarán su retrato, y ostenten o hagan gala de discursiva de que no asistirán al acto.

En el caso reciente, del colgamiento del retrato del presidente Luis Guillermo Solís Rivera, fue evidente la demagogia demostrada por los diputados que alzaron tribuna respecto a este evento. Aquí quienes se exhibieron fueron los que hicieron este escándalo, tratando de afear el acto, o exhibieron su poca cultura y hasta su ignorancia respecto a lo que es lo protocolario y lo no protocolario. El hábito no hace al monje, tan solo lo distingue.

Lo feo del acto en el cual se colgó el retrato del presidente Luis Guillermo Solís Rivera fueron dos elementos, a mi modo de ver.

El primero, la mesa de prensa que hizo unos minutos antes de la develación de su retrato, refiriéndose a actos de su gobierno, cementando de esa manera su figura, su presencia, y echándole cemento encima a la imagen del acto. Parecía que el que se colgaba, casi a modo de suicidio y auto inmolación, era el mismo presidente Luis Guillermo Solís, y no su retrato. La estela de esto empañó el acto de develar su retrato, haciéndolo parecer un velatorio, hasta con una tela negra, que nada tenía que ver con protocolo alguno, y sí con un acto fúnebre, cubriendo su Retrato, antes de ser revelado.

Y el escándalo del hueco fiscal de su gobierno que estalló en los días anteriores, junto con la discusión de nuevo del escándalo del cementazo, a la develación del retrato, le provocó otro hueco a su imagen y gestión, al punto que que la Comisión de Gasto Público de la Asamblea ha pedido al Ministerio Público que se indague al presidente Luis Guillermo Solís.

El segundo, el retrato mismo. El retrato como obra pictórica del artista Miguel Casafont es muy bueno, retrata tal cual es al presidente Luis Guillermo Solís, y como se le recordará por quien lo vea colgado allí. No lo estilizó en nada. Lo pintó tal cual, cómo es.

El retrato está hecho sobre lienzo con pintura acrílica, y no con óleo como se ha estilado en los anteriores. El pintor Casafont duró tres meses trabajando el retrato, sobre una colección de fotos que le hiciera al presidente Solís el fotógrafo Paul Aragón. El pintor Casafont enfatizó su retrato en la mirada, en los ojos, del presidente Solís, tratando de destacar su importancia.

El cuadro como conjunto artístico, con su marco, a mi modo de ver, quedó incompleto, lo que perjudicó al pintor y exhibió al modelo usado para la pintura. En cierta manera lo dejó desnudo, no le pusieron el ropaje del marco oficial.

Lo que es inaceptable, y hasta para el mismo artista que debió sentirse mal, es que el Presidente Luis Guillermo Solís haya apresurado la celebración de esta ceremonia, para empatarla con el día de su cumpleaños, haciendo que a su retrato no se le pusiera el marco oficial porque todavía no estaba terminado, y le pusieran un “remiendo” de marco, descolorido, feo, que “tugurea” el cuadro mismo y “tugurea” la Galería de Jefes de Estado y de Presidentes de la República.

Dejó el presidente Luis Guillermo Solís, en ese retrato, con su marco provisional, una imagen y un retrato harapiento de su Administración. En esto le faltó decoro, buen gusto, inteligencia emocional, tacto político, sentido de oportunidad, elegancia. Luis Guillermo Solís quedó al desnudo e incompleto. Perdió la dimensión, la solemnidad e importancia del acto el propio presidente Luis Guillermo Solís.

¿Por qué no haber esperado que pasen unos años, dos o tres, antes de que termine esta Administración, de su propio Partido Acción Ciudadana, para que se haya hecho este acto, hasta tal vez, con mayor tranquilidad y serenidad pública frente a su Administración?

Pudo haberse esperado, si fuera del caso, hasta uno de sus siguientes dos cumpleaños. La tanta prisa que tenía por verse colgado en el Salón de Presidentes de la República lo que ha hecho es que a él lo hayan colgado en todo tipo de comentarios en las redes sociales y medios de comunicación. Al final siempre va a estar sometido a la crítica de su gobierno. ¿Por qué quiso hacer la de las vacas? Esto solo lo ha dejado medido en su justa dimensión.

Finalmente, ¿el costo de la pintura que es menor que el del marco, refleja acaso una Administración Solís Rivera devaluada?




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