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Lunes, 29 de abril de 2024



COLUMNISTAS


El país rico de la gente pobre: Se nos sale de las manos…

Carlos Camacho ccamacho@grupocamacho.com | Martes 16 abril, 2024


Costa Rica está experimentando una serie de contradicciones en signos macroeconómicos.

El gobierno hace alarde de ellos, pero para el costarricense de verdad, el de carne y hueso, aunque cada vez más de hueso que de carne, su bienestar y su capacidad de compra viene desmejorando de manera acelerada.

Recorreremos algunos de estos signos de la economía costarricense para detectar la coherencia – o falta de ella – entre signo y realidad.

¡El tipo de cambio! El colón costarricense se ha apreciado sostenidamente respecto al dólar. La tendencia hace a muchos cuestionar la legitimidad de las fuentes de divisas disponibles en el mercado.

El Banco Central continua con una posición de “laissez faire,” a la cabeza de su presidente, para quien no hay argumento que le haga caer en cuenta que una economía pequeña y abierta como la costarricense se está cayendo a pedazos, junto a dos de sus principales sectores: la exportación de bienes y servicios y la actividad turística y sus accesorias.

El costo de materias primas básicas como el combustible se ha alzado como serpentinas en los últimos años.

A pesar de la caída en el tipo de cambio, esto no refleja sensibilidad en la gestión de Recope. Escudan su ineficiencia en una arcaica legislación que impide comprar en mercado de futuros. Es decir, compramos a valor presente nuestros combustibles, bienes cuyos mercados se gobiernan a nivel global por reglas de futuro. Recope compra caro en el mercado “spot” o del momento en lugar de tomar ventaja de coberturas y otros instrumentos derivados que protegen de los vaivenes de corto plazo.

Hay una contradicción creciente entre los precios de alimentos y suministros vitales de una persona o familia en los anaqueles y los que anuncia el Banco Central de Costa Rica respecto a la inflación.

Los importadores se benefician del tipo de cambio sostenidamente decreciente, aumentan márgenes con solo mantener sus precios de venta. La realidad económica es otra, los productos de la gran canasta de bienes aumentan su precio al consumidor final.

El sector exportador soporta costos de producción crecientes, por la apreciación del colón costarricense. Tan solo el costo salarial implica un aumento significativo.

Mientras tanto, los colones que recibe al liquidar sus divisas son cada vez menos. Sus márgenes se achican, llegan a insostenibles cifras rojas en muchos casos. Tan solo la antesala del cierre de empresas. Una etapa incipiente que, ante el encadenamiento empresarial generará un efecto dominó en rentabilidad, empleo y producción.

El capital empresarial destruido es de difícil o imposible reposición. Se compromete el equilibrio económico del país, convirtiéndole en dependiente del comercio internacional de importaciones que, a la vez, tiene sus días contados. Está a merced de cualquier embate de viento de cola, que, con una regularización de tipo de cambio, afecte a importadores y devuelva a niveles competitivos al poco sector exportador que sobreviva.

Las actividades de turismo recién terminaron su temporada alta con grandes números de visitación, pero con un costo por estancia tremendamente aumentado. Los precios de consumos en colones han subido. Cada dólar de un turista cubre menos costo para el empresario.

La estancia se ha encarecido, ni qué decir, para los costarricenses, para quienes es más barato ir a destinos extranjeros que aprovechar el turismo local a impagables costos de “lujo.” Con el tipo de cambio tan bajo, el costarricense de cierto nivel de ingreso puede acceder a mayor cantidad de dólares y disfrutar de vacaciones, compras y diversiones en cualquier sitio menos en su país. El mito de los fines de semana largos, para aumentar ocupación hotelera con turismo local no es más que eso. Un mito de esa realidad virtual en la que estamos sumidos.

El gobierno central mientras tanto se pavonea en su incapacidad. La encabeza el Ministro de Hacienda cada vez que alarde sobre sus finanzas públicas sanas. Por supuesto, gracias a una contracción en gasto e inversión. Los proyectos están parados. La presidencia vive en medio de una comedia trágica en la que busca inculpar a la Contraloría General de la República o a la Asamblea Legislativa por todo.

El país está paralizado en uno de los elementos más importantes para la generación de riqueza: El gasto estatal.

Ahora para ser país rico, ¡no gastamos!

Somos como la tía millonaria… Solterona y tacaña que ve morir de hambre a sus sobrinos y que repite una y otra vez: “No sé porqué no salieron a mí estos sobrinos”

Tenemos mejoras en las calificadoras gracias a una realidad virtualmente aumentada. Reducimos las cuentas nacionales de déficit fiscal primario, pero simplemente a precio de que nuestra gente muera asesinada en las calles, como si fueran moscas, por la mala suerte de ir pasando por ahí en el momento equivocado.

A la sanidad, a la educación, a la seguridad… ¡Genial idea de nuestro ministro de hacienda! ¡Recortar el presupuesto!

¡Qué borrachera más peligrosa tenemos en lo económico! Pero es más peligrosa la sobredosis de estupefacientes que tiene dormido al gobierno que afirma estar gestionando lo que hace ratos se le salió de las manos.

Todo está relacionado.

Los dólares no vienen de las exportaciones y el turismo. Ambos sectores están de capa caída. Aún así, fluyen millones de divisas a vista, paciencia y complicidad activa del Banco Central. Negocios ilícitos - ¿narco dólares? – están matando por accidente a inocentes en ajusticiamientos, están aniquilando nuestra capacidad productiva, están acabando con nuestra economía lícita.

No hay recursos para seguridad.

Se debe mantener las arcas llenas, ¡qué perversa economía circular!

No hay recursos para educación.

Se debe tener finanzas públicas sanas, aunque aumente el hueco del apagón educativo, con sus consecuencias sociales y las tormentas imparables en un futuro próximo.

No hay recursos para salud.

Se debe asfixiar a la Caja Costarricense del Seguro Social para demostrar que es incapaz de respirar. ¡Por supuesto! ¡Si la estamos ahorcando!

Qué buen experimento social, qué sangre fría las manos macabras detrás de este panorama. Todos sabemos que los títeres no tienen vida propia.

Son grandísimos los intereses para que el país se desestabilice. Sin aparato productivo, sin seguridad, sin salud ni educación. El hato de vacas flacas se ve proclive a acciones de facto. Se pone en riesgo el Estado de derecho y la vida, que es el bien jurídico fundamental.

Para quienes se benefician de esta mal sana orquestación: Recuerden, estamos entrando a terrenos desconocidos para Costa Rica. Antes las crisis hasta las pactaban, pero caían migajas al pueblo. Hoy lo que caen son empresas, empresarios, desempleados, subempleados.

Caen, como moscas, ciudadanos en las calles.

¿Cómo vamos a reconstruir un país rico, pero donde nuestros ciudadanos son cada vez más y más pobres? ¿Dónde la esperanza para salir adelante es cada vez más y más ciega?

La mesa está servida para el caos, que ya está comiendo a manos llenas. El caos es glotón. Peca de gula. Le gusta, como a los demás placeres, ser lujurioso y quitarle la esperanza de un futuro mejor a la gente.

Aún estamos a tiempo, pero cada vez nos queda menos margen de maniobra. La reconstrucción cada vez se complica más. Andamos en una bicicleta sin llantas.

No tenemos banquero central. No entendemos para qué tenemos ministro de Hacienda. Démosle el beneficio de la duda, ellos tampoco lo saben.

Esta Costa Rica está muy lejos de la que heredamos. Tampoco es la que quiero heredar, por inacción de los sectores privados y profesionales, a nuestras futuras generaciones.

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