El dolor profundo que sentí tras perder cuatro embarazos seguidos (y un momento terrible pero hermoso)
Tulip Mazumdar - BBC News | Martes 16 noviembre, 2021
Tulip Mazumdar, de la BBC, ha reporteado extensamente sobre la salud materna y los problemas que las mujeres enfrentan en todo el mundo. En esta nota reflexiona sobre su experiencia, y la pérdida de sus embarazos.
Nunca piensas que te pasará a ti. Pero luego estás sentada en la sala de escaneos número 9, mirando tus calcetines de color azul brillante, mientras mueves los dedos de los pies contra las sábanas blancas del hospital, esperando a que la ecografista diga algo.
Pero no dice nada. En cambio, llama a otra persona. Y en la fracción de segundo antes de que hable, te das cuenta de que tu mundo está a punto de entrar en caída libre.
Lo siento tanto (dice con voz pausada).
He tenido cuatro abortos espontáneos en los últimos dos años. Dos pérdidas en el primer trimestre, conocidas como abortos espontáneos tempranos, y dos pérdidas tardías en el segundo trimestre.
Se estima que al menos uno de cada cuatro embarazos terminan en aborto espontáneo en Reino Unido. Alrededor del 50% de las veces se debe a una anomalía cromosómica, por la que el bebé nunca habría podido sobrevivir, y la mayoría de las mujeres tienen más tarde un embarazo saludable.
Pero como yo, 1 de cada 100 mujeres experimentará abortos espontáneos recurrentes, que se definen en Reino Unido como tres abortos espontáneos seguidos. Cuantas más pérdidas experimentemos, menos probable será un embarazo exitoso.
Aproximadamente la mitad de estas pérdidas se atribuyen a causas conocidas, como problemas de coagulación o del revestimiento del útero.
Pero para muchas parejas, las razones siguen siendo desconocidas, simplemente porque no se ha financiado ni se ha hecho este tipo de investigación. Los problemas de salud de las mujeres son notoriamente poco investigados.
Mis pérdidas fueron de mal en peor. La primera fue una prueba de embarazo temprana, seguida de un período largo y tardío, que se conoce como embarazo químico.
La segunda fue lo que se llama un embarazo anembrionado (también óvulo o huevo huero) en el que se encontró un saco gestacional, en el que ningún embrión se estaba a desarrollando. Perdí ese embarazo mientras estaba en trabajando, informando sobre la salud materna en un campo de refugiados griego.
Mientras entraba y salía de los sucios baños portátiles del campamento, tenía que concentrarme en la tarea que tenía entre manos.
Era muy consciente de que, con miles de mujeres apiñadas en el campamento, no sería la única en el proceso de perder un embarazo. Pero, a diferencia de las otras mujeres, podría volar a casa (en Reino Unido) y recibir la atención adecuada.
Luego vino Rivah.
Mi pequeño niñito.
Nació sin latidos. Nació durmiendo, como algunas personas prefieren describirlo.
Rivah llegó en una perfecta burbuja amniótica, después de un parto extrañamente hermoso. Me sentí tan extraña al admitir que "disfruté" el nacimiento. Pero fue lo único que pudimos hacer juntos. Mi esposo sosteniendo mi mano y mi bebé naciendo.
Las semanas siguientes son borrosas. Tengo fragmentos de recuerdos: dar vueltas a la decisión de hacer una autopsia, vestir a mi hijo pequeño como un oso para el día mundial del libro, sentarme en una funeraria y ver un catálogo de pequeños ataúdes y conocer a mi hermoso sobrino por primera vez.
Sé lo intenso que puede ser leer esto. Horrible incluso. Pero muchas mujeres y familias han tenido experiencias similares y muy pocas se sienten capaces de hablar abiertamente sobre ello.
Terminé disculpándome con los demás por mi triste noticia haciéndolos sentir mal, cuando veía cómo inevitablemente sus rostros se entristecían. Es difícil para cualquiera de nosotros dos saber qué decir.
Como yo, millones de mujeres no obtienen respuestas sobre por qué murió su bebé. Pero me considero una de las "afortunadas" con la excelente atención que recibí aquí en Reino Unido.
He informado sobre la salud materna en muchas partes del mundo y he visto de primera mano cómo tantas mujeres, especialmente en algunos países en desarrollo, no ven a un profesional médico antes, durante o después de perder a sus bebés.
Recuerdo haber conocido a Sulaina, de 17 años, en el centro de Uganda. Estuvo de parto en el piso de su pequeña cabaña durante dos días antes de poder llegar al hospital más cercano a dos horas de distancia. Su bebé nació muerta.
Sulaina me dijo que ni siquiera pudo abrazarla, y cuando regresó a casa, su comunidad la rechazó.
Las pérdidas en el segundo trimestre se describen como raras. Ocurren en alrededor de 1 de cada 100 embarazos.
Si un bebé nace después de 24 semanas en Reino Unido (o después de 20 en EE.UU.), se lo describe como mortinato y el bebé se reconoce oficialmente en un registro de mortinatos.
Si un bebé nace antes de ese período, se llama aborto espontáneo y no se reconoce oficialmente, y en muchos países, incluido Reino Unido, ni siquiera se cuenta oficialmente.
Entonces, simplemente tuve "mala suerte", me dijeron. Todas mis pruebas resultaron normales y se nos recomendó que simplemente lo intentáramos de nuevo.
Así lo hicimos y nos embarazamos de nuevo ese mismo año. Estaba aterrorizada, deprimida y agotada por la pena. Pero me acercaba rápidamente a los 40 y esperar no me parecía una buena opción.
Hice lo que se te recomiendan encarecidamente que no hagas y escuché los latidos del corazón de mi bebé desde casa con regularidad. Era hermoso, precioso y frágil.
Me hicieron una serie de escáneres para tranquilizarme, con el apoyo de Sarah, la increíble partera especializada en duelos de mi hospital local. Regresé al trabajo y traté de pasar los días, las semanas y los meses.
Luego, de nuevo en mi segundo trimestre, estaba de vuelta en la sala de escaneos número 9. Me habían hecho un escáner sólo cuatro días antes: los latidos del corazón de mi bebé eran fuertes. Todo había sido normal.
Todo iba a estar bien, a pesar de las lágrimas que corrían por mi rostro mientras me aplicaban el gel frío. Esta reacción había sido bastante estándar en todos mis escaneos desde que perdí a Rivah.
Hubo un silencio mientras la ecografista movía el dispositivo por mi vientre.
Lo.
Siento.
Tanto.
Rae nació cuatro días después. El nacimiento fue traumático. Perdí mucha sangre y terminé teniendo que ir a la sala de operaciones.
Como había hecho con Rivah, pasé la noche con Rae. Lo acostaron a mi lado, envuelto en una diminuta bata amarilla en un catre especial que se mantiene frío. Había traído hojas del mirto que habíamos plantado para Rivah y pétalos de rosa que coloqué debajo de él.
Esta vez tenía experiencia y supe cómo intentar hacer que nuestro breve tiempo juntos fuera especial. Compré velas LED, un libro para leérselo y decoré la cajita blanca en la que lo colocaron con rotuladores metálicos. Dejé el pequeño peluche azul tejido que nos dieron en nuestra caja de recuerdos a su lado.
Sé lo terriblemente triste que suena todo esto, y lo fue. Pero también fue hermoso, amoroso e importante para mí hacerlo.
Sé que muchas mujeres y sus parejas no pueden o no quieren hacer esto. Mi esposo decidió no hacerlo. Pero lo menciono aquí para tratar de eliminar algo del horror de esta situación y reemplazarlo con amor. El amor que una madre siente por el bebé que llevó.
Si has perdido un embarazo, lo siento mucho.
Si conoces a alguien que ha sufrido la pérdida de un embarazo muy deseado, considera preguntarle sobre ello.
Es muy difícil saber qué decir y todos somos diferentes. Cuando nació Rivah, todo lo que quería hacer durante meses después era contarles a todos cada detalle sobre él. Con Rae, fue todo lo contrario. Me quedé en silencio.
Pero para mí es sentir que puedo hablar sobre mis pérdidas si lo necesito o quiero, y que no tiene por qué ser este oscuro y triste secreto que solo se puede discutir en tonos suaves y silenciosos.
Es el reconocimiento de las vidas queridas que se han perdido.
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