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El día después

Mishelle Mitchell mishellemmb@gmail.com | Jueves 15 marzo, 2018


El día después

Quisiera pensar que el 2 de abril será un día en el que cada costarricense asumirá con esfuerzo y esperanza su cuota de responsabilidad para salir adelante y sacar adelante al país. Quisiera pensar que el día después de las elecciones nos esforzaremos por crecer como individuos y como sociedad.

Quisiera pensar que todo este proceso será fértil y marcará un inicio, un renacer, no el principio del fin. Que quien quede electo sane heridas y abra la puerta de la conciliación. Que quien no sea electo por el soberano extienda la mano y sin mezquindad ofrezca construir. Quisiera pensar que cada tica y cada tico defenderá con celo, pero sin violencia, nuestra democracia y nuestras instituciones, aun cuando el resultado electoral no sea el que esperaba.

Quisiera pensar que ese lunes, y los días después, podremos saludarnos, conversar, podamos convocarnos a tomar un café, a discutir sin animosidad y con mucho respeto.

Quisiera pensar que el día después de las elecciones reinará un ambiente libre de absurdos e innecesarios triunfalismos, revanchas y burlas. Que en el ejercicio de nuestros derechos podremos disentir, discutir, pero ante todo escuchar, meditar y ceder para transigir y convivir. ¡Es que 51.000 km2 es el espacio que tenemos para los ideales de todos y de todas, resguardados por la observancia de la ley.

Quisiera pensar que el 2 de abril, quien entre a una iglesia ame, quien crea fuera de ella ame y que quien elije no creer también ame. Que entendamos que por nuestras venas corre sangre y que la savia de la vida que nos une es el amor, al prójimo y a la patria.

Quisiera que el día después de las elecciones entendamos que quizás no somos iguales, pero que en la diversidad está nuestra riqueza, y en el respeto a ella y en la equidad de oportunidades está nuestra fortaleza.

Quisiera pensar que pese a nuestras diferencias, pese a las discusiones, a los señalamientos y a los silencios impuestos y asumidos, seremos lentos para la ira y abundantes en empatía y perdón.

Quisiera pensar que lo que fortalece a uno nos fortalece a todos. Que las mujeres y los hombres de Costa Rica se respeten y cuiden con igual intensidad, que los niños de uno, sean los de todos; que el dolor de uno, convoque la solidaridad y la consideración de todos.

Quisiera pensar que todavía se puede soñar y que al declarar mis ideales no sea considerada una ridícula, sino una confesión que muchos compartimos desde el corazón.

Quisiera pensar que estas palabras no están muertas y que más bien vivirán en un compromiso; uno que se propague desde las casas, desde las aulas, las calles, las oficinas públicas, las empresas, las iglesias, las redes sociales, los bares y hasta en los estadios.

No sé si aspirar a la convivencia pacífica sin ráfagas de palabras hirientes, sin la descalificación certera y sin dobles intenciones sea posible para todos. Pero empiezo por lo que está a mi alcance: en mi hogar, en mi trabajo, en mis palabras, mis acciones y en mis pensamientos.

No tengo control de lo que digan, sientan o piensen otros. Pero desde mi trinchera, me esforzaré para que el día después de las elecciones, y los que vengan luego, los costarricenses recuperemos lo que tanto anhelamos: vivir en paz. Que la guerra electoral, de una buena vez por todas, quede atrás.

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