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COLUMNISTAS


El costo económico y social de las ocurrencias

Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Lunes 16 mayo, 2022


La salud pública es uno de esos temas en que los economistas liberales han tenido grandes dificultades para entender, se trata de efectos ecosistémicos y complejos que no se pueden interpretar con la linealidad de las reglas del modelo económico clásico. Estamos en el mundo de las externalidades y como tal, la regulación y la dotación efectiva de bienes públicos son ideales para atender los problemas de salud, más allá de las ocurrencias del pensamiento lineal en que algunos lamentablemente siguen. La economía de la salud ha avanzado lo suficiente y los datos económicos y epidemiológicos son claros, el costos económico y social de las ocurrencias decretadas recientemente pueden superar con creces los beneficios que se han argumentado en los mismos.

Se trata entonces de atender el problema del COVID-19 de forma técnica y con convencimiento de lo que significa una enfermedad pandémica. ¿Qué gana el país con declarar de forma temprana una medida como la no obligatoriedad de la vacunación o la no obligatoriedad del uso de la mascarilla? Para muchos, que andan promocionando este logro, esencialmente libertad. La libertad de poder enfermar y enfermarse, la libertad de poder llevar el virus de la cuarta ola a sus casas, a sus abuelos, a sus nietos, a sus hermanos, a sus amigos y en general, a los habitantes de todo el país. Se trata de una pseudo libertad en el sentido más estricto, se trata de una lamentable forma hipócrita de convertir la libertad en un instrumento de muerte. ¡Quiénes hemos tenido que enfrentar una muerte de un amigo, de una hermana o de un familiar de la tercera edad sabemos lo difícil que ha sido despedir tempranamente a una persona que queremos! Es por eso por lo que no se vale abrazar la bandera de la libertad, cuando detrás de ella, está la muerte.

La capacidad de liderar un país está siempre asociada con conducir a los demás hacía mejores decisiones y sobre todo, convencer con argumentos a quiénes se pretende dirigir. El mejor líder no es quién más vocifera o grita sino quién mejor escucha y reflexiona. Ciertamente es un tema complejo y técnicamente difícil, pero el país a logrado con mucho esfuerzo avanzar en vacunación, normalización de las condiciones y sobre todo, cultura sanitaria para tender los efectos del COVID-19. Las ocurrencias del entrante gobierno, que desesperadamente aspira a un logro político rápido en el afán por capitalizar su posición débil de entrada, no le ayudan a este país en su recuperación sanitaria y mucho menos, en su recuperación económica.

Vacunar, vacunar y vacunar debería ser la forma correcta de terminar de reducir los riesgos de infección grave de la población. Evitar a toda costa el contagio masivo a pesar de las leves reacciones de muchos ante el padecimiento. No sabemos los efectos secundarios a largo plazo de los infectados y tampoco es predecible que le sucederá a nuestros niños infectados y no vacunados. Tampoco podemos conocer el impacto de incapacidades y de riesgos de gravedad de más de un millón de personas no vacunadas del todo. Es un panorama de alta incertidumbre que merece ser precavidos. Los costos sociales de esta externalidad asociada a la salud pública podrían triplicar o quintuplicar los beneficios de tener abierto y liberado las restricciones sanitarias como la mascarilla y la vacunación obligatoria.

No quiero ser ave de mal agüero y espero equivocarme, pero mi sentido común me dice que el efecto de la ocurrencia tempranera del gobierno será nefasto para la salud pública y seguramente nos llevará a junio y julio de horror en nuestros hospitales públicos. Si estuviéramos en abril o mayo del 2020 lo hubiese aceptado por la poca capacidad de previsión que teníamos, pero caer o chacar dos veces con la misma piedra ya no es un problema de la piedra, es esencialmente una cabezonada de quien choca. Los costos de atender a los graves y de llorar a los muertos están en sus manos señor presidente, corregir hace digno a quién se equivoca, que la soberbia del poder no le cieguen su camino.

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