Educación para la afectividad y la sexualidad
Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 02 octubre, 2017
DISYUNTIVAS
Educación para la afectividad y la sexualidad
El Ministerio de Educación Pública ha implementado nuevos Programas de Estudio para la Afectividad y la Sexualidad para el tercer ciclo y para la educación diversificada. Estos programas abarcan de sétimo a décimo año inclusive, o sea para la norma de estudiantes entre los 13 y los 16 años.
El trabajo realizado es prolijo y detallado, y no dudo de la importancia y la urgencia de una educación adecuada para nuestros adolescentes en estos temas tan importantes para una vida personal y familiar feliz y armoniosa, y para una convivencia social justa y digna.
Estudié los programas con la preocupación de que estuvieran enmarcados en una teoría extremista de género que considera que la masculinidad y la feminidad son características no biológicas sino meramente culturales que la persona es quien determina y adopta. No encontré en ellos esa posición, sino la moderada que reconoce que los patrones culturales determinan una concepción de lo que entendemos por hombre y mujer, y con relación a las personas LGTBI, lo cual por supuesto reconozco. Y considero muy apropiado el énfasis en advertir a los jóvenes contra los peligros de la violencia y la discriminación en relación con el comportamiento sexual y afectivo.
Pero hay aspectos que me preocupan y creo necesario que la sociedad participe en su discusión, pues es a las familias a las que por derecho natural y dispositivas constitucionales corresponde la responsabilidad y el deber prioritarios de la educación y formación moral de sus hijos.
Los programas sufren de graves omisiones. Los dos programas son omisos en la importancia de los temas de familia, de abstinencia y de moral.
Constantemente se refieren a las implicaciones personales y sociales de las prácticas de la afectividad y la sexualidad, pero omiten tratar el tema de la familia. Los jóvenes viven en familia, que es el “elemento natural y fundamental de la sociedad” (artículo 51 de la Constitución)y es en ellas donde adquieren las normas de convivencia, la formación en valores y la herencia cultural. Además, la sexualidad y la afectividad son elementos consustanciales a la familia y su práctica no puede concebirse al margen de ese grupo primigenio en el cual se desarrollan las relaciones más intensas de afectividad y de vida en pareja. Las prácticas sexuales y afectivas de los adolescentes afectan a sus familias, y deben concebirse en relación con ellas.
Por ejemplo, en los dos programas se omite el tema de familia al referirse a los roles de género; al referirse al empoderamiento de los jóvenes que debe darse dentro de la consideración a sus relaciones familiares; al referirse a las responsabilidades personales y sociales; contiene referencia puramente negativa a las relaciones de familia como lugar de violencia y discriminación; define la corresponsabilidad en el disfrute de la sexualidad sin referencia al ámbito familiar.
En el programa para tercer ciclo la familia está ausente al referirse a la identidad y diversidad sexuales; al definir los temas para la vivencia plena de la sexualidad en armonía con el desarrollo personal y social, eje en el cual están ausentes los conceptos de amor, cariño, ternura, preocupación por el bienestar de la pareja y los temas de procreación y de los hijos.
En el programa para la enseñanza diversificada ocurre igual grave omisión a la familia, incluso en la referencia a la corresponsabilidad en el ejercicio de la sexualidad.
Las normas morales atinentes a afectividad y sexualidad están ausentes a lo largo de los dos programas, con excepción de las convenientes referencias en contra de la violencia y la discriminación. Y para nuestra cultura cristiana es inconcebible que no haya referencia al amor en las relaciones sexuales. En los dos programas esa ausencia es manifiesta, por ejemplo, al señalar los objetivos de la educación para la sexualidad integral y del empoderamiento de niños y adolescentes; al definir la visión humanística de la enseñanza, no se mencionan los deberes (solo derechos); al definir las condiciones de los docentes solo destaca su compromiso con el cambio en las creencias de los estudiantes sin considerar la importancia de las normas morales familiares. El programa para tercer ciclo mantiene una visión puramente carnal del placer y al definir prácticas y comportamientos sexuales induce a la experimentación de todo. El programa de educación diversificada propone una práctica de enseñanza en que los hombres asuman roles de mujeres y viceversa que puede considerarse una incitación a prácticas LGTBI que deben ser aceptadas y respetadas, pero no promovidas.
Al referirse a la abstinencia de manera puramente lateral, no se refiere al tema del matrimonio que “es la base esencial de la familia” (Artículo 52 de la Constitución).
La abstinencia no forma parte de los programas como una opción clara de comportamiento sexual que es norma moral para muchas familias. (aunque como tantas normas morales sea con frecuencia transgredida) La fidelidad a la pareja es un concepto totalmente ausente en ambos programas. El programa para el tercer ciclo promueve la experimentación en adolescentes de 13 a 15 años de la diversidad sexual al plantear “¿Qué ganamos cuando apreciamos e incorporamos la riqueza de la diversidad en nuestras vidas y en particular en la vivencia de la sexualidad?” Y en la práctica “¿Y si fuera yo?”
Estos peligrosos elementos en esta importante enseñanza merecen ser revisados pues no son compatibles con nuestra cultura y tradiciones más respetadas.
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